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Biodiversidad

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En esta sección encontrará información básica y enlaces acerca del estado de la biodiversidad a nivel mundial, tanto marina como terrestre.

Biodiversidad a Nivel Mundial

Los genes, las especies y los ecosistemas que conforman la diversidad biológica proporcionan recursos y servicios esenciales para la humanidad. Todos los sectores de la sociedad mundial influyen en mayor o menor medida sobre esta diversidad, ya sea mediante la explotación directa de sus recursos o por el impacto indirecto de otras actividades. Las diferentes culturas y sociedades utilizan, valoran y protegen estos recursos y servicios de diversas formas. Su capacidad para utilizar y aprovechar la diversidad biológica también varía de manera considerable según su ubicación, su grado de desarrollo y sus diferentes posibilidades de acceso a la información y la tecnología.

Actualmente la diversidad biológica se entiende como la variabilidad de organismos vivos de cualquier fuente, incluidos, entre otras cosas, los ecosistemas terrestres y marinos y otros ecosistemas acuáticos y los complejos ecológicos de los que forman parte; comprende la diversidad dentro de cada especie, entre las especies y de los ecosistemas.
A modo de ejemplo, a la fecha se han descrito y nombrado formalmente alrededor de 1,75 millones de especies, por lo que hay buenas razones para pensar que aún quedan muchos millones de especies sin descubrir. Aunque los cálculos del número total de especies varían mucho, una estimación adecuada ronda los 14 millones de especies. Sin embargo las especies no están distribuidas de manera uniforme sobre el planeta y el patrón más evidente de la diversidad biológica mundial muestra, en general, que la riqueza de especies tiende a aumentar hacia el ecuador.
Los ecosistemas mayores – las áreas marinas y costeras, las aguas continentales, los bosques, las tierras secas y las poco húmedas – brindan los bienes y servicios sin los cuales la vida en la Tierra no sería posible, así como los valores y costumbres que sostienen a las sociedades humanas. Estas funciones ecológicas incluyen la purificación del aire y el agua, la estabilización y moderación del clima terrestre, la renovación de la fertilidad del suelo, el ciclo de los nutrientes y la polinización de las plantas. A partir de esta compleja red de procesos naturales interactivos, las sociedades humanas obtienen la multiplicidad de beneficios que han asegurado su supervivencia y su desarrollo a lo largo de la historia: el agua, el alimento, la vivienda, el combustible, la vestimenta, las medicinas, los materiales de construcción, los aromáticos, los tintes y pigmentos, los medios de transporte, la generación de energía y muchísimos otros beneficios.
Como consecuencia del aumento de la población humana y de la expansión de la producción industrial, los crecientes niveles de consumo de los componentes de la diversidad biológica están llevando esos procesos naturales hasta el límite. Se puede observar impactos importantes en todos los ecosistemas del mundo. La velocidad de la erosión y la pérdida de la diversidad biológica son altas y, en algunos casos, la situación es grave. En el nivel mundial, coexisten expectativas crecientes y patrones de consumo insostenibles con niveles de pobreza muy altos. A menos que ambos problemas se enfrenten de manera tal que el uso de los componentes de la diversidad biológica se torne sostenible, esa diversidad biológica se seguirá perdiendo.
Actualmente en el mundo existe una gran preocupación por frenar el deterioro de la diversidad biológica y cada vez es más familiar para los responsables de tomar decisiones y para todos los interesados en los problemas ambientales. Sin embargo, para muchas personas que no se encuentran involucradas de manera directa con este proceso o que no están familiarizadas con la bibliografía especializada, es mucho menos evidente cómo la comunidad internacional empieza a ocuparse de estos problemas y de qué modo los compromisos internacionales pueden convertirse en acciones concretas en todos los niveles.

Ecosistemas y Áreas Protegidas a Nivel Mundial

Los ecosistemas a nivel mundial, o biomas, han tenido una gran relevancia durante los últimos años, fundamentalmente por su significancia en la subsistencia de procesos naturales complejos, situación que se ha relevado por los altos impactos antrópicos generados, alterando su funcionamiento normal, obligando a nuevas adaptaciones de especies que aún no son estudiadas a cabalidad.

Ante las transformaciones que han sufrido los ecosistemas a nivel mundial, el Convenio sobre Diversidad Biológica, se ha establecido como requisito que los países que lo integran (entre ellos Chile) avanzar en «la protección de los ecosistemas, los hábitats naturales y el mantenimiento de poblaciones viables de especies en entornos naturales» (CBD. 1992). Por lo que el conocimiento e identificación de los ecosistemas mundiales se ha trasformado en una necesidad mundial.
En la actualidad existen varias clasificaciones y métodos para establecer ecosistemas, una de ellas es la clasificación de Regiones Biogeográficas de Alfred Russell Wallace (1823-1913), en la cuál en un principio identificaron seis regiones:

o        Paleártica (Europa y Asia)

o        Neártica (Norteamérica)

o        Neotropical (México, Centro y Sudamérica)

o        Etiópica (África)

o        India (Sureste de Asia, Filipinas, Indonesia)

o        Australiana (Australia y Nueva Guinea)

Actualmente se reconocen ocho regiones: se añadió Oceanía (Polinesia, Fiji y Micronesia) y Antártica.

Gracias a lo avanzado en el conocimiento de los diversos ecosistemas existentes en la actualidad, se ha logrado identificar el daño que han generado las prácticas del hombre sobre los diferentes ecosistemas. Durante los últimos 50 años, se ha transformado los ecosistemas más rápidos y extensamente que en ningún otro período de tiempo comparable de la historia humana, en gran parte para resolver las demandas crecientes de alimento, agua dulce, madera, fibra y combustible. Esto ha generado una pérdida considerable y en gran medida irreversible de la diversidad de la vida sobre la Tierra.
Si bien no existe una solución simple a estos problemas, ya que provienen de la interacción de muchos ámbitos de acción, entre los que se incluyen el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la degradación del suelo, siendo cada uno de ellos de difícil gestión. Las acciones emprendidas en el pasado para aminorar o revertir la degradación de los ecosistemas han generado importantes beneficios, pero esas mejoras por lo general no han mantenido el mismo ritmo que las crecientes presiones y demandas. No obstante, existe un enorme espacio para la acción, y un gran desafío para los países, lo que debe traducirse en aglutinamiento de diversos sectores e instituciones en niveles locales, nacionales e internacionales, para actuar en ámbitos de políticas e iniciativas concretas, que se espera contribuyan a disminuir la severidad de esos problemas en las próximas décadas.

Áreas Protegidas a Nivel Mundial

Las áreas protegidas, parques nacionales, reservas naturales y otras áreas en las que se adoptan medidas especiales para conservar la diversidad biológica y los procesos ecológicos, son consideradas como una herramienta clave tanto para preservar, como para medir la pérdida de la diversidad biológica mundial. Hace ya más de un siglo que se designan áreas de protección especial por su belleza natural y su calidad de resguardo de algunas de las especies más espectaculares de la diversidad biológica mundial. En los últimos cuarenta años ha habido un cambio paradigmático respecto al papel de las áreas protegidas. Ha quedado atrás el paradigma de «parques y reservas nacionales», que prevaleció desde el siglo XIX hasta mediados del siglo XX, y hoy se ha adoptado un enfoque conceptual y práctico más amplio, el de áreas de uso sostenible. Ahora sabemos que, además de valores de conservación, las áreas protegidas poseen valores esenciales para el bienestar humano.
Entre los beneficios que proporcionan las áreas protegidas cabe destacar la conservación de la diversidad biológica y los ecosistemas, diversos servicios de los ecosistemas, turismo, ocio, medios de subsistencia para poblaciones locales y su contribución a la erradicación de la pobreza y al desarrollo sostenible.
A nivel mundial, el número de áreas protegidas han aumentado considerablemente durante las últimas décadas; ahora constituyen el 12% de la superficie terrestre y representan uno de los usos del suelo más importantes en el mundo. Sin embargo, aunque las áreas protegidas se han multiplicado, la pérdida de la diversidad biológica continúa. El sistema mundial existente de áreas protegidas es inadecuado, y por diversas razones:
– Muchas áreas protegidas ya establecidas no cumplen con sus objetivos de conservación de la diversidad biológica
– El sistema actual de áreas protegidas es incompleto
– La participación de poblaciones indígenas y comunidades locales en la creación y administración de áreas protegidas es insuficiente.
Las zonas protegidas están distribuidas muy desigualmente: una quinta parte de todos los países del mundo han designado menos de 1% de su superficie de tierra. Hay grandes lagunas: por ejemplo, menos de una décima parte de 1% de la selva original de las islas del Pacífico del Sur está protegida, junto con menos de 1% de los bosques de las Tierras Altas de Camerún en África Central y de los manglares del Golfo de Guinea. Más sorprendente aun, menos de 1% de los mares y océanos que cubren más del 70% del globo está cubierto por zonas protegidas.
Para lograr una representación adecuada en los sistemas de áreas protegidas es necesario prestar atención inmediata a sitios irremplazables y especialmente vulnerables así como a las demás grandes áreas que permanecen intactas, entre ellas las zonas marinas y de agua dulce, y que no están debidamente representadas.
El mapa muestra el porcentaje de cada país que está protegido, y la ubicación y los sitios de Patrimonio Mundial Natural y Cultural/Natural.

Especies Amenazadas a Nivel Mundial

Las especies presentes en la actualidad en el planeta, representan sólo 2 a 4% del total de especies que alguna vez han existido sobre nuestro planeta (May et al, 1995). Bajo consideración de tiempos geológicos, se puede afirmar que hubo un excedente de creación de nuevas especies respecto a la extinción. Ese fenómeno da como resultado la diversidad de especies que se puede observar hoy en día. Sin embargo, el alto número de extinciones de especies en el mundo en épocas recientes, muestra que el mundo podría estar frente a una rápida pérdida de biodiversidad.

En la actualidad, cerca de 1,75 millones de especies han sido descritas y nombradas formalmente, pero hay antecedentes que permiten pensar que aún quedan muchos millones de especies que no han sido descubiertas ni descritas. Aunque los cálculos del número total de especies varían mucho, una estimación adecuada habla de aproximadamente 14 millones de especies en el planeta.
Al usar estimaciones conservadoras del número total de especies de nuestro planeta (cerca de 5 millones), y las tasas de extinción también conservadoras, se podría esperar que se extinguirán entre una a 5 especies cada dos años. Por ejemplo, el registro de recientes extinciones que han sido estudiadas en aves, mamíferos, anfibios, han constatado cerca de 100 especies extinguidas en los últimos 100 años. Esta tasa es similar a la tasa de extinción esperada para el conjunto de especies, sin embargo, los grupos de especies mencionadas constituyen sólo 1% de todas las especies descritas.
La información basada en los registros de extinción de especies conocidas en los últimos 100 años, indican una tasa de extinción 100 veces mayor que las tasas de especies comparables del registro fósil. Algunos expertos estiman que en los próximos 100 años se podría incrementar la tasa de extinción en 1.000 a 10.000 veces respecto a la actual. La extinción de especies debida al factor antrópicos, no es típica sólo de las sociedades contemporáneas. Desde las revelaciones iniciales que demostraron que la tecnología de la edad de piedra provocó un aumento de las extinciones, han aparecido una gran cantidad de nuevos datos que demuestran la ocurrencia de episodios significativos de extinción, como el ocurrido con la llegada de gente a Australia hace 46.000 años (Roberts et al, 2002), a América hace 12.000 años (Alroy, 2001), a Madagascar (Goodman and Paterson, 1997) y a todos los lugares del mundo (MacPhee, 1999).
A nivel mundial, se han registradas 850 especies extinguidas de su estado silvestre desde el año 1.500 (Baillie et al, 2004). La extinción de una especie, representa el momento final de una serie de extinciones de poblaciones de la misma especie. De hecho, se sabe que hay poblaciones que pueden extinguirse a una tasa mayor que la tasa de las especies, en general con consecuencias negativas serias para funciones ecosistémicas locales (Hughes et al, 1997).
La base de datos más completa de especies amenazadas a nivel global es la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN. La lista Roja de la UICN está creada mediante la aplicación de categorías y criterios (UICN 2001) basados en una evaluación de riesgo de extinción (Mace y Lande. 1991). Esos criterios son ampliamente usados en muchas partes del mundo y han sido adaptadas para su uso en múltiples escalas.
Ver más detalles y citas usadas en el presente, en el capítulo 4 del Informe «Evaluación del Estado Actual y Tendencias» de la Evaluación Ecosistémica del Milenio.

Genes a Nivel Mundial

La diversidad genética constituye la materia prima de la evolución y permite la adaptación y el cambio en los organismos. Altos niveles de diversidad genética posibilitan a las especies ser flexibles ante cambios ambientales, mientras que la baja diversidad genética, por ejemplo, en una población pequeña y aislada, tiende a aumentar el riesgo de extinción.

La diversidad genética es también de importancia crítica para la capacidad permanente de las sociedades humanas para obtener beneficios económicos y sociales de la diversidad biológica. Las diferencias del ADN dentro de las especies dan lugar a organismos únicos, incluso a variedades diferentes de plantas y razas de ganado. El arroz cultivado, por ejemplo, pertenece sólo a dos especies, sin embargo existen más de 120 000 variedades genéticamente distintas. La variabilidad es una póliza de seguro que protege contra los riesgos que podrían reducir los beneficios de este tipo, por ejemplo, los brotes generalizados de plagas o fluctuaciones en la producción de cultivos de año en año.
Desde tiempos remotos, la humanidad sólo utiliza una pequeña proporción de especies, cuya supervivencia y adaptación a las nuevas y cambiantes circunstancias medioambientales depende, en gran parte, de su diversidad genética. A su vez, el bienestar y la seguridad alimentaria de la Humanidad dependen de esa pequeña proporción de especies. Falencias en un sólo cultivo, debido por ejemplo a una enfermedad vegetal, podría tener consecuencias graves la para la seguridad alimentaria. La pérdida de diversidad genética es difícil de cuantificar, pero se estima que un tercio de las 6.500 razas de animales reconocidas como domesticadas se encuentran en peligro de extinción.
Además de los sistemas cultivados, la explotación excesiva de las especies endémicas recolectadas o capturadas, entre ellas varias especies de peces, ha hecho que disminuya el tamaño y la distribución de las poblaciones, lo que ha redundado en la pérdida de diversidad genética. La caza selectiva de animales salvajes como trofeo y la tala selectiva de árboles maderables valiosos pueden cambiar el perfil genético de las poblaciones que quedan. En sentido más general, la pérdida de diversidad genética guarda relación con la disminución de la abundancia y distribución de las poblaciones, que es el resultado de la destrucción y la fragmentación de los hábitats.
La actividad humana también puede aumentar la diversidad genética en las poblaciones de las especies. Mediante un proceso de selección artificial, los humanos han promovido cambios genéticos en especies durante un período de más de 10.000 años, dando lugar a la diversidad del mundo actual de los cultivos domésticos y ganado.
La selección artificial consiste en el manejo de la reproducción y supervivencia de los individuos de las poblaciones de plantas y animales domesticadas a fin de preservar y hacer abundantes los linajes que poseen características especialmente útiles, tales como resistencia a las plagas o de alta producción de leche. El proceso de modificación genética es indirecto, ya que se centra en características tangibles (fenotípicas) y no en el material genético que las origina.
Las actividades conocidas como ingeniería genética, también implican la manipulación de material genético existente, creando nuevas combinaciones de genes, con el objetivo de mejorar las características clave de los organismos utilizados por los seres humanos. Sin embargo, la ingeniería genética es diferente a las prácticas tradicionales de cultivo con sus modificaciones genéticas en base a selección. No sólo implica la realización de modificaciones directas al material genético de un organismo, al que se quiere incorporar determinadas características, sino también del material genético de diferentes tipos de organismos, generalmente aislados reproductivamente unos de otros, reuniendo (combinando) artificialmente los genes de todos ellos y perpetuándolos en linajes nuevos.
Las formas más radicales de la ingeniería genética se han desarrollado durante la década de 1990, pero ya han tenido un impacto social considerable. Las técnicas pueden tener un gran potencial para mejorar la eficiencia, el volumen o la calidad en los procesos de producción agrícolas y otros. Y estos beneficios potenciales podrían ser de especial valor para los países en riesgo de inseguridad alimentaria. Sin embargo, también plantean importantes problemas éticos y prácticos, que han sido expresadas por científicos y por la opinión pública en los países desarrollados y en desarrollo.
Entre las preocupaciones prácticas, la atención se ha centrado en los posibles efectos del movimiento al interior de un país o transfronterizo de organismos genéticamente modificados (OGM), en particular cultivos, sobre genes propios de los países (de especies nativas silvestres). En cuanto a las plantas, el riesgo de que esto ocurra depende en parte, de si el cultivo es una especie que posee endogamia o exogamia (las plantas pueden ser auto-fértiles, como es el caso del arroz y de la soja; o pueden ser fecundados por el polen de otro individuo, como en el caso de la fecundación forzada de semillas oleaginosas); también influye si los parientes silvestres de los cultivos OGM se cultivan en la misma zona (por ejemplo; el maíz o las papas cultivadas en el Reino Unido no tienen cerca a sus parientes silvestres). La evidencia disponible sobre los posibles efectos en otros niveles en la cadena alimentaria -por ejemplo, en insectos que se alimentan de plantas OGM-, es escasa, pero indica que la preocupación puede estar justificada. El uso de genes que confieren resistencia a los antibióticos, como genes marcadores (para confirmar la presencia de genes «diana») ha causado preocupación, debido a su potencial para aumentar la resistencia a bacterias naturales.
La actividad humana también ha llevado a una diversidad genética mayor, en particular entre las bacterias. Es el caso de una forma de selección artificial cada vez más común en poblaciones de bacterias: la exposición a los antibióticos. Se ha demostrado, por ejemplo, que el uso rutinario de antibióticos profilácticos o como promotores del crecimiento en la agricultura intensiva -es decir, no sólo para fines terapéuticos-, ha dado lugar a la aparición de cepas bacterianas resistentes a los antibióticos; y estas cepas pueden infectar a los humanos.
Se cree que algunos movimientos de material genético a partir de OGM hacia otros organismos son inevitables en el largo plazo. El nivel de riesgo que puede ser tolerado depende del equilibrio entre los beneficios y costos. Estas cuestiones de la gestión responsable de los organismos genéticamente modificados y la tecnología asociada han dado lugar a la seguridad frente a la biotecnología o bioseguridad. Ello, ha dado lugar a un Protocolo derivado de la convención internacional de diversidad biológica (CBD por su sigla en inglés): el Protocolo de Bioseguridad de Cartagena (ciudad donde se suscribió el acuerdo), que trata de principios, criterios y normas mutuamente acordados frente al movimiento transfronterizo de organismos genéticamente modificados.
Otras preocupaciones a nivel mundial respecto al patrimonio genético dicen relación con la necesidad, planteada por numerosos países, de facilitar el acceso regulado a ese patrimonio y el combate a la llamada «biopiratería». Esos temas, tratados en el seno de la CBD, indican, hasta ahora, que los países deben generar una regulación nacional, que regule el acceso a los recursos genéticos nativos. También se trabaja, a nivel global, en el seno de la CBD, en acuerdos que buscan una distribución equitativa de los beneficios derivados del uso de la diversidad genética.
Los textos aquí expuestos sintetizan los contenidos sobre el tema en la Evaluación Ecosistémica del Milenio (2005) realizada por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente y en las versiones 1 y 2 de la Perspectiva Mundial de la Biodiversidad (2001 y 2006) y el Convenio sobre Diversidad Biológica.

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La situación de la biodiversidad en Chile, desagregada a nivel de recursos genéticos, especies y ecosistemas, con enlaces a sitios nacionales e internacionales que complementan la información.

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Biodiversidad en Chile

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En términos medioambientales, Chile posee dos características estructurantes: un gradiente latitudinal, que va desde los 18 grados hasta los 56 grados de latitud sur, y un gradiente altitudinal, que va desde fosas oceánicas de 8 mil metros de profundidad hasta los 7 mil metros de altitud en algunos puntos, lo que hace de Chile un país altamente heterogéneo en términos de las condiciones geográficas que permiten sustentar su diversidad biológica.

El patrón climático generado por ambos gradientes posibilita que Chile posea, a su vez, alguno de los sitios con menor precipitación del planeta y áreas con el mayor número de días lluviosos al año. En el mar también contamos con una gran diversidad de ambientes, desde fiordos, fosas y cañones marinos cerca de la costa hasta montes marinos cerca de islas oceánicas. Sin embargo, esta evidente diversidad de condiciones ambientales no necesariamente se traduce en una elevada diversidad biológica. En efecto, Chile presenta una de las menores diversidades específicas de fauna y flora silvestres en comparación con el resto de los países sudamericanos. En el caso de las aves, en Chile habitan algo más de 450 especies; no obstante, en Argentina coexisten sobre las 800 especies, en Bolivia y Perú sobre las 1.200 especies y en Colombia 1.721 especies. Situación similar ocurre con la diversidad de plantas angiospermas, en donde Chile posee sólo 5.300 especies, mientras países como Brasil sobrepasan las 55.000 especies (Conservación Internacional, 2005).

Unido a la presencia de ambos gradientes, Chile terrestre posee la curiosa característica del aislamiento, muy asimilable a una isla. Así, la parte terrestre del país está separada al este del continente por la cordillera de los Andes, al norte por el desierto de Atacama y de Tarapacá, y por el sur y el oeste, por el vasto Océano Pacífico, que en conjunción con la historia geológica del país, aparentemente habrían condicionado la existencia de especies extremadamente singulares para el territorio chileno, lo que otorga la país una condición de muy alto endemismo. Es así como en Chile, entre muchos ejemplos, podemos encontrar la queñoa (Polylepis tarapacana), único árbol que crece en forma natural a más de 4.000 metros de altitud. Otro ejemplo de alto endemismo son las Orestias, pequeños peces que se encuentran restringidos a los espejos de agua presentes en los salares del altiplano chileno, de las cuales se desconoce en gran parte su historia natural. Otro caso particular es el monito del monte (Dromiciops gliroides), que constituye una de las dos especies de mamíferos que son las únicas representantes de un orden completo (Microbiotheria). La otra especie exclusiva es el cerdo hormiguero africano, único representante del orden Tubulidentata (Wilson & Reeder 2005).

Para Chile, se han descrito alrededor de 30.000 especies (Simonetti y otros, 1995). Es decir, el equivalente al 1,93 por ciento de todas las especies descritas en el planeta, las que alcanzarían alrededor de 1,4 millones, según Wilson (1992). Chile es un país pequeño en superficie continental y pareciera ser que la magnitud de su biodiversidad refleja esta característica. No obstante esta limitación, aún falta el 98 por ciento de nuestras especies «chilenas» por descubrir y describir.

Si somos conservadores, la biodiversidad chilena tendría un potencial de descubrimiento de alrededor de 170 mil nuevas especies para los próximos años, las que probablemente en más de un 50% corresponderán a artrópodos. Este potencial de descubrimiento no es exagerado, si se tiene en cuenta que incluso animales mayores todavía no han sido descritos.

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Ecosistemas y Áreas Protegidas en Chile

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La Estrategia Nacional de Biodiversidad plantea proteger los ecosistemas más relevantes del país y define una meta al año 2010: proteger a lo menos el 10% de la superficie de cada uno de esos ecosistemas. Una meta similar fue acordada por el Convenio sobre Diversidad Biológica, al cual pertenece Chile. ¿Cuáles son los ecosistemas presentes en nuestro país?; y de ellos, ¿cuáles son los más relevantes?

Ecosistemas terrestres

La Estrategia Nacional de Biodiversidad plantea proteger los ecosistemas más relevantes del país y define una meta al año 2010: proteger a lo menos el 10% de la superficie de cada uno de esos ecosistemas. Una meta similar fue acordada por el Convenio sobre Diversidad Biológica, al cual pertenece Chile. ¿Cuáles son los ecosistemas presentes en nuestro país?; y de ellos, ¿cuáles son los más relevantes?
La respuesta a esas preguntas no es sólo importante para el cumplimiento de la meta. Es necesario distinguir nuestros ecosistemas para poder reconocer la relación entre las actividades humanas y la naturaleza, establecer indicadores de estado y de gestión, determinar los espacios sobre los cuales se desarrolle la gestión en medio ambiente, y lo más importante, conocer el valor real de nuestra naturaleza.
La diferenciación de la naturaleza en ecosistemas es una abstracción humana. La naturaleza no reconoce subconjuntos estancos y relaciona todas sus partes de manera muy compleja. Para fines de estudio se distinguen distintas formas de clasificar los diversos subconjuntos del patrimonio natural: biomas, ecorregiones, paisajes, ecosistemas, hábitat. Son utilizados para distinguir partes de la naturaleza a través de escalas de trabajo diferentes. En Chile existen distintas clasificaciones del patrimonio natural terrestre, en que se utilizan conceptos como ecorregiones, ecosistemas o habitat. Estas emplean información sobre vegetación, variación altitudinal y clima, entre otras, para distinguir diferentes tipos de ambientes.
A continuación se presentan dos de los métodos de clasificación más utilizados en Chile:
Gajardo (1994), ordena agrupaciones vegetales en un sistema jerárquico de tres niveles principales: regional, sub-regional y de formación vegetacional. En esta clasificación la región desértica cubre la mayor superficie del país (22%), seguida por las regiones de bosque siempre verde y turberas (18%), estepa alto andina (17%), matorral y bosque esclerófilo (10%), bosque caducifolio (8%), bosque andino patagónico (7%), estepa patagónica (4%), y bosque laurifolio (3%).
Luebert y Pliscoff (2004), nos proponen una clasificación más detallada que las anteriormente conocidas, empleando los mismos parámetros, pero con información reciente y valiéndose de los sistemas de información geográfica. Se trata de una clasificación que permite distinguir ecosistemas a una escala 1:250.000, lo que facilita la gestión pública en medio ambiente. Es una escala que resulta cómoda en la planificación y gestión ambiental en las regiones administrativas del país. Los «pisos de vegetación» de Luebert y Pliscoff distinguen 127 unidades (pisos de vegetación), caracterizadas por particulares condiciones climáticas, altitudinales y de vegetación.

Ecosistemas Marinos

Dadas las características de la costa de Chile, es necesario considerar al menos cuatro elementos principales para describir los ecosistemas marinos de nuestro país: la topografía, el clima, la oceanografía y la flora y fauna. Actualmente existen descripciones de estos elementos, hechos por Santelices (1991), Castilla et al. (1993) y Figueroa (2002), los que entregan un resumen de las características topográficas, geológicas y climáticas. Ahumada y otros (Bernal y Ahumada, Ahumada et al. 2000) así como Montecino y otros (2005) han hecho un gran esfuerzo de síntesis para describir las características oceanográficas, mientras que una serie de otros autores (entre otros, Castilla, 1979; Brattström y Johanssen, 1983; Fernández y otros, 2000; Camus, 2001) se han abocado a la descripción y discusión de los patrones de distribución y las características principales de la flora y fauna marina de nuestras costas.
Desde el punto de vista oceanográfico (Bernal y Ahumada, 1985; Ahumada y otros, 2000) se han descrito 4 ecosistemas: 1) Ecosistema del Giro Central del Pacífico Sur, 2) Ecosistema de Margen Oriental del Pacífico Sudeste, 3) Ecosistema Subantártico, 4) Ecosistema Antártico.
En la actualidad se ha validado como ecosistemas marino costero, una clasificación en 9 zonas zoogeográficas como aproximación gruesa a ecosistemas marinos, basada en una clasificación biogeográfica, que en escalas mayores, define 2 grandes provincias (templada cálida del pacífico sur, y templada fría de Sudamérica), y a nivel de ecorregiones considera 5 clasificaciones (de norte a sur: Humboldtiana, Chile central, Araucana, Chiloense, y canales y fiordos de Chile).

Ecosistemas Dulceacuícolas

Los ecosistemas dulceacuícolas, aunque funcionan de la misma manera que los ecosistemas terrestres, son muy diferentes en cuanto a los organismos participantes y a las características del mismo. El estudio estructural y funcional de los ecosistemas dulceacuícolas se ve facilitado por la relativa claridad de los límites y su diferenciación de los ecosistemas terrestres. Además, ellos presentan diferentes tamaños, lo que permite variar la escala de los experimentos naturales.

La clasificación validada de ecosistemas de aguas continentales, es una clasificación por ecotipos, los que a su vez se han basado fundamentalmente en factores hídricos (balance hídrico). Los grandes ecosistemas (ecotipos) existentes en Chile son: humedales, marinos, humedales costero y humedales continentales, y sus clases específicas se pueden ver el la siguiente tabla.

Sistema de clasificación de ecotipos y sus respectivos nombres comunes:

ECOTIPOS CLASE Nombre común Ejemplos chilenos
Humedal marino Intermareal, submareal Litoral costero
Humedal costero Intrusión salina lago costero, laguna costera, marisma, estuario. Lago Budi, Laguna Conchalí, Humedal Tubul-Raqui
Humedal continental Evaporación salar, bofedal, Puquios Salar de Atacama, Salar de Huasco
Infiltración

(A)

Hualve, ñadi, poza, charco, pitranto, pantano, Humedales depresión central de las regiones VII-IX
Infiltración saturado

(B)

Mallìn, turberas, turba magallánica, campañas, pomponal Parque Nacional Torres del Paine. Parque nacional Chiloé, sector Cucao
Escorrentía Río, arroyo, esteros, lagos Río Clarillo, Río Bío Bío, Lago Villarrica
Afloramientos subterráneos Vega, bofedal, humedal Parinacota, Jachucoposa,

Ciénagas de Name

Fuente: CEA. 2006. Link estudio CEA

Áreas Protegidas de Chile

En Chile existen áreas destinadas a proteger el patrimonio natural, desde principios del siglo XX. Si consideramos todas las formas existentes para poner un espacio de valor natural y cultural bajo protección, podemos concluir que hay muchos instrumentos legales competentes en la materia, en situaciones disímiles y con distinta intensidad de protección, desde la más estricta hasta aquellas áreas donde se compatibiliza protección y uso sustentable. Esta misma situación (variedad de formas de protección y variadas competencias institucionales) genera insuficiencias e imperfecciones, que requieren ser resueltas para resguardar adecuadamente un patrimonio de todos los chilenos. Justamente es el tema central de la Política Nacional de Áreas Protegidas, que aprobada por el Consejo Directivo de CONAMA en el año 2005, reconoce la posibilidad de desarrollo de tres subsistemas de Áreas Protegidas en Chile: i) el subsistema público en el ámbito terrestre (administrado por la Corporación Nacional Forestal, CONAF) y marino (administrado por el Servicio Nacional de Pesca), ii) el subsistema público-privado en el ámbito terrestre (el Ministerio de Bienes Nacionales delega y supervisa administración de terceros) y marino (Subsecretaría de Marina y CONAMA delegan y supervisan administración a terceros) y iii) el subsistema privado, tanto en propiedad como en gestión.

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Biodiversidad

Especies de Chile

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Chile se caracteriza por tener una gran variedad de ecosistemas, que incluyen desde desiertos extremadamente áridos hasta los bosques templados más lluviosos. Aún así, nuestro país exhibe una baja riqueza de especies, alcanzando poco más de 30 mil especies nativas descritas, las que corresponden aproximadamente al 1,5% de las especies descritas para el mundo (estimadas en 1,7 a 2 millones de especies).

La baja diversidad de especies en Chile se debe, en parte, al aislamiento geográfico que poseemos, con barreras como el desierto por el norte y la Cordillera de los Andes por el este. Todo esto nos transforma en una verdadera isla biogeográfica, donde las posibilidades de colonización de un mayor número de especies, son bajas.
Pero este mismo aislamiento, ha favorecido la presencia exclusiva de diversas especies en nuestro territorio, concediéndole a nuestros ecosistemas una extrema singularidad. Por esta razón, entre el 22 y el 25% de las especies descritas para Chile son endémicas, es decir, que viven sólo dentro de nuestro territorio (ver Especies Endémicas).
A pesar de las condiciones anteriormente descritas, existen grupos con mejor representación. Por ejemplo, en nuestros mares viven y se trasladan casi la mitad de las especies de cetáceos conocidos a nivel mundial (41 de 83 especies). Lo mismo ocurre con los hongos, donde Chile destaca por poseer el 20% de las especies descritas en el mundo (3.300 de las casi 16.000 especies conocidas).

Especies Nativas

Las especies nativas son aquellas originarias del lugar en donde habitan, que en el caso de Chile se eleva a poco más de 30.600 especies.
El grupo con mayor cantidad de especies son los insectos, con unas 10.130 especies, es decir, casi el 33% de las especies nativas conocidas para Chile. Esto es esperable si consideramos que a nivel mundial los insectos representan casi el 55 % de todas las especies conocidas. Le siguen en importancia las plantas, con más de 7.000 especies (23% de las descritas para Chile) y hongos con 3.300 especies (11% de las especies descritas para Chile).
En la tabla se puede observar el número aproximado de especies nativas descritas en Chile para los distintos grupos. Sin embargo, en varios grupos las cifras son muy conservadoras debido a que muchos de ellos no han sido inventariados o son escasamente conocidos. Es el caso de bacterias, protozoos y varios grupos de invertebrados donde existe un menor avance en el conocimiento de la diversidad presente en el país.

Tabla. Cantidad de especies nativas descritas para Chile*

Grupo Nº Especies descritas
Diatomeas 563
Dinoflagelados, Silicoflagelados 300
Hongos 3.300
Líquenes 1.074
Algas multicelulares 813
Plantas no vasculares (musgos, hepáticas, antoceros) 1.400
Plantas vasculares 5.500
Invertebrados
Moluscos 1.187
Crustáceos 606
Insectos 10.133
Otros Invertebrados 3.800
Vertebrados
Peces marinos 1.182
Peces aguas continentales 44
Anfibios 56
Reptiles 111
Aves 460
Mamíferos 150
Total aproximado 30.679

Basado en Simonetti et al. 1995 y CONAMA 2008*

Especies Endémicas

Las especies endémicas, que se definen porque viven exclusivamente dentro de un determinado territorio, ya sea un continente, un país, una región política administrativa, una región biogeográfica, una isla o una zona particular. Por lo tanto, las especies endémicas son un subconjunto de las especies nativas.
Para entender este término -dentro de los contenidos de este sitio web, usaremos el concepto de especies endémicas considerando aquellas que viven de forma natural sólo dentro de nuestro territorio.
A nivel nacional, casi el 25% de las especies descritas son endémicas, lo que le confiere a Chile especial relevancia para la conservación de la biodiversidad del planeta.
En Chile destacan por su alto endemismo grupos como los anfibios (sapos y ranas) donde el 65% de las especies son exclusivas de Chile; los reptiles con un 63% de endemismo, los peces de aguas continentales con el 55% de las especies endémicas, y las plantas con la mitad de las especies exclusivas de nuestro país. Otros grupos, en cambio, no poseen esta particularidad, especialmente aquellos con mayor movilidad, como las aves, en las cuales poco menos del 2% de las especies registradas en Chile son endémicas.
Los mamíferos son un grupo intermedio, que presenta cerca del 11% de las especies consideradas como endémicas de Chile, destacando entre ellas dos mamíferos marinos que viven exclusivamente en nuestros mares, el delfín chileno (Cephalorhynchus eutropia) y el lobo fino de Juan Fernández (Arctocephalus philippii).

Especies Amenazadas

Una especie amenazada es aquella que presenta problemas de conservación (amenazas) que significa riesgo de extinción en el mediano plazo (al menos 10% de probabilidad de extinción en 100 años). Por este motivo, estas especies han sido incluidas o listadas en alguna de las categorías de conservación que significan amenaza. Esas listas son conocidas frecuentemente como Listas de Especies Amenazadas. Lista de Especies con Problemas de Conservación o Lista Rojas.
Conocer el estado de conservación, o el riesgo de extinción de las especies, posee relevancia mundial y nacional, esto permite enfocar o dirigir los esfuerzos de conservación, facilitando la gestión de fondos y programas de investigación; protección y/o recuperación; y la propuesta de medidas de regulación necesarias.
A nivel global, a partir de la década de 1960, se comenzaron a proponer «listas rojas» al alero de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN ó IUCN en inglés, ver en www.redlist.org). En el caso de Chile, un primer listado de especies amenazadas se publicó en el año 1971 (Carlos Muñoz Pizarro en el libro «Chile: Plantas en Extinción»). Luego, en 1974, como parte de CONAF, Jürgen Rottmann publica el primer listado de aves amenazadas del país. Desde entonces se han publicado diversas evaluaciones, entre las cuales han destacado como importantes referentes técnicos, los Libros Rojos de CONAF (Libro Rojo de los Vertebrados Terrestres de Chile y Libro Rojo de la Flora Terrestre de Chile, años 1988 y 1989, respectivamente).
Para unificar estos listados y los criterios de clasificación a nivel nacional – y en 1994, con la publicación de la Ley 19.300, sobre Bases Generales del Medio Ambiente – se definió jurídicamente la obligación de elaborar un procedimiento científico-técnico, para determinar la categoría de conservación de nuestras especies nativas. En esa misma Ley se estableció que las categorías a utilizar serían: Extinguidas (Extintas), En Peligro, Vulnerable, Insuficientemente Conocida, Rara y Fuera de Peligro, que eran las categorías vigentes de UICN cuando se inició la discusión de dicha Ley.
En marzo del 2005 se publicó el Decreto Supremo N° 75, del Ministerio Secretaría General de la Presidencia, mediante el cual se oficializó el Reglamento para la Clasificación de Especies Silvestres, dando cumplimiento al requerimiento de la Ley 19.300.
Transitoriamente, las especies mantendrán la clasificación que tenían en las listas anteriores (Reglamento de la Ley de Caza, Libros Rojos de CONAF, Boletín 47 del Museo de Historia Natural, entre otros), mientras no sean clasificadas mediante este nuevo procedimiento.
Considerando lo anterior, podemos señalar que en Chile son casi 950 las especies con algún estado de conservación asignado, 900 en alguna categoría que significa amenaza (Extinta, En Peligro, Vulnerable o Insuficientemente Conocida) o de rareza (Rara). De esas especies, a diciembre de 2009, 300 ya fueron categorizadas por el Reglamento para la Clasificación de Especies.

Especies Exóticas

Al contrario de lo que sucede con las especies nativas, las especies exóticas son aquellas especies que han sido introducidas fuera de su distribución natural, es decir, corresponden a las especies cuyo origen natural ha tenido lugar en otra parte del mundo y que por razones principalmente antrópicas han sido transportadas a otro sitio (voluntaria o involuntariamente).
De igual modo, una especie exótica es aquella que ha sido introducida en una zona del país dónde no tiene distribución natural; es el caso del zorro chilla (Pseudalopex griseus) que se considera exótico en Tierra del Fuego, lugar donde fue introducido durante la década de 1950.
Algunas especies exóticas pueden presentar la condición de ESPECIE EXÓTICA INVASORA, cuando su introducción y/o difusión amenace a la diversidad biológica originaria del lugar donde fue liberada, tal cual lo definió el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB). Las especies exóticas invasoras son una de las tres causas más importantes de extinción de especies en la naturaleza, junto con la alteración de hábitat y la sobreexplotación.
Nuestro país también es testigo de invasiones biológicas, no sólo de especies animales sino que también de plantas. Casi el 15% de las especies de flora que viven en el medio silvestre son exóticas, destacando como un caso muy particular la situación del Archipiélago de Juan Fernández, donde la cantidad de especies exóticas de las islas son poco más del doble que las especies nativas; aspecto que también genera un importante problema de conservación de la biodiversidad, en especial de las especies endémicas del archipiélago.

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