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Biodiversidad

Latinoamérica y el Caribe

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Una mirada de la situación de las diferentes expresiones de la biodiversidad, en la parte del mundo con la cual Chile tiene más proximidad cultural y geográfica, con una síntesis y los enlaces para acceder a diferentes enfoques.

Biodiversidad a Nivel Latinoamericano y El Caribe

La región contiene una gran variedad de ecosistemas, especies y genes. Bosques tropicales húmedos y secos cubren el 43 por ciento del territorio; praderas y sabanas, el 40,5 por ciento; desiertos y matorrales, el 11 por ciento; bosques templados y bosques de coníferas tropicales y subtropicales, el 5 por ciento; y manglares, el 0,5 por ciento restante (Dinerstein y otros 1995). Los ríos y ecosistemas lacustres de la región, así como los ecosistemas marítimos de las costas del Pacífico y del Atlántico, son hábitats productivos que poseen gran variedad de especies.

El Caribe contiene 7 por ciento de los arrecifes de coral del mundo (cerca de 20.000 km2) y una gran riqueza en términos de diversidad biológica marina (UNEP. 2001). Siete de las 25 ecorregiones terrestres biológicamente más ricas del mundo se encuentran en esta región, y contienen, tomadas en conjunto, más de 46.000 especies de plantas vasculares, 1.597 especies de anfibios, 1.208 de reptiles, 1.267 de aves y 575 de mamíferos (Mittermeier, Myers y Mittermeier 1999, Myers y otros 2000).
En América Latina y el Caribe la degradación de la biodiversidad se ha incrementado en las tres últimas décadas. Las principales presiones sobre el medio ambiente y los recursos naturales son el crecimiento de la población, la desigualdad creciente de los ingresos, la planificación limitada, en especial en zonas urbanas, y la alta dependencia de la explotación de recursos naturales. Se han degradado más de 300 millones de hectáreas de tierras y casi 30% de los arrecifes en el Caribe están considerados en peligro. En la región se encontraba más del 40% de las más de 400 millones de hectáreas de bosques naturales perdidos en el mundo. Los problemas ambientales urbanos, en especial la contaminación atmosférica y del agua, y la eliminación inadecuada de desechos producen graves efectos para la salud de los habitantes urbanos, que en la actualidad constituyen el 75% de la población total. La frecuencia e intensidad crecientes de los desastres naturales, vinculados posiblemente con el cambio climático, tienen altos costos humanos y financieros. Las poblaciones más pobres, en especial las urbanas, son las más vulnerables ante ese tipo de desastres.
Ver mas detalles y citas usadas enhttp://www.unep.org/GEO/geo3/spanish/pdf.htm

Ecosistemas y Áreas Protegidas a Nivel Latinoamericano y El Caribe

La región de América Latina y el Caribe cuenta con poco más de 2.000 millones de hectáreas de superficie terrestre, esto es el 15% de la superficie terrestre del planeta, y sin embargo tiene la mayor diversidad de especies y de ecorregiones del mundo.

El valor de los ecosistemas naturales va mucho más allá del valor económico directo. Los servicios que prestan son indispensables para la supervivencia de la humanidad en el planeta: permiten la estabilización climática y atmosférica; regulan el ciclo hídrico y de la humedad mesoclimática; son fuente de productos forestales maderables, de la vida silvestre, farmacéuticos, entre muchos otros; y representan un valor paisajístico y turístico creciente. Sin embargo, la valoración de los servicios ambientales naturales no se ha extendido a todos los ciudadanos del planeta, ni tampoco a los gobiernos, en especial en Latinoamérica y el Caribe.
La falta de planificación en el uso de los recursos naturales y de tecnologías y políticas apropiadas que garanticen su preservación, ha provocado un agudo deterioro ambiental en la región, que se traduce en pérdida de biodiversidad, y en degradación de los suelos, disminución de la disponibilidad de agua dulce, cambio de los cauces de los ríos por azolvamiento y disminución de la calidad de sus aguas por contaminación y sedimentación.
América Latina y el Caribe gozan de una situación privilegiada al contar con una de las mayores riquezas naturales del planeta, por lo que entraña un bajo compromiso en la conservación de sus riquezas, ya que en estas zonas se presentan todos los diferentes tipos de biomas que existen en el planeta, excepto los más extremos fríos conocidos como las tundras y taigas.
Entender por completo la variedad y complejidad de ecosistemas y habitats que existen en la región resulta muy difícil, más aún considerando que no existe un sistema de clasificación única para referirse a toda la variedad de ecosistemas de la región. Cada país tiene su propia clasificación, lo que hace muy difícil las comparaciones.
A continuación se señala la clasificación de biomas que utiliza la World Wildlife Fund (WWF) y a la que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) se refiere en sus informes:
– Bosques húmedos latifoliados tropicales y subtropicales.
– Bosques secos latifoliados tropicales y subtropicales.
– Bosques templados latifoliados y mixtos.
– Bosques y matorrales mediterráneos.
– Bosques de coníferas tropicales y subtropicales.
– Bosque de coníferas templado.
– Pastizales, sabanas y matorrales tropicales y subtropicales.
– Pastizales y sabanas inundables.
– Pastizales y matorrales montanos
– Pastizales, sabanas y matorrales templados.
– Desiertos y matorrales xéricos.
– Manglares
El 44% de la superficie original de la región pertenece a los bosques húmedos latifoliados tropicales; el 16.4% son pastizales, sabanas y matorrales tropicales y subtropicales; el 11.3% desiertos y matorrales xéricos; el 8.8% bosques secos latifoliados tropicales y subtropicales; el 7.9% pastizales, sabanas y matorrales templados, entre otros.

Áreas Protegidas

Las áreas naturales protegidas (ANP) representan en la actualidad uno de los instrumentos más eficaces para la conservación in situ de la riqueza natural (especies, ecosistemas y servicios ambientales). En este sentido, y en cumplimiento con los compromisos adquiridos mediante la Convención sobre la Diversidad Biológica (1992), los países de América Latina y el Caribe han realizado grandes esfuerzos encaminados a la reorganización administrativa, bajo el concepto de Sistemas Nacionales y al establecimiento de nuevas áreas protegidas en sus territorios respectivos. Con estas acciones se ha dotado de protección jurídica y operativa a ecosistemas y especies de vida silvestre, los que se encontraban amenazados por el crecimiento demográfico, la ampliación de la frontera agropecuaria y por la sobreexplotación de los mismos.
Sin embargo, los problemas sociales presentes en la región, no permiten que este tipo de estrategias reviertan del todo los procesos de destrucción del ambiente, de los elementos que lo conforman y de los servicios ambientales que prestan a nuestras sociedades. Aunado a esta, los medios con los que cuentan los gobiernos para gestionar las áreas protegidas son insuficientes, por lo que muchas acciones en este sentido solo existen en el instrumento de creación de las mismas, y en muchos casos sus disposiciones no logran aplicarse en la realidad.
En Latinoamérica y el Caribe, así como en el mundo, ha aumentado la superficie protegida por las AP. Sudamérica, por ejemplo, posee más de 4.000 AP con una superficie de más 4 millones de Km2, lo que representa el 20% del total de unidades del mundo (UICN, 2007). Asimismo, Centroamérica y el Caribe incrementaron el número de AP de 261 a 709 unidades entre 1992 y 2003 (UICN, 2003).

Especies Amenazadas a Nivel de Latinoamérica y El Caribe

En la región se encuentran 6 de los 12 países del mundo donde hay concentración de especies de aves amenazadas mundialmente; de esos seis, Brasil y Colombia tienen el más alto número de especies en dicha categoría (BirdLife Internacional. 2000). Brasil, Colombia, Perú y México, tomados en conjunto, alojan el 75% de las especies de aves amenazadas en las Américas (BirdLife International 2000).

America Latina y el Caribe contienen más de 46.000 especies de plantas vasculares, 1.597 especies de anfibios, 1.208 de reptiles, 1.267 de aves y 575 de mamíferos (Mittermeier, Myers y Mittermeier 1999, Myers y otros 2000).
Los bosques nubosos y otros tipos de bosques montanos húmedos han sido identificados como uno de los tipos de hábitat más amenazados en la región. Los bosques húmedos montanos albergan también los parientes silvestres y la reserva genética de muchos de los cultivos propios del «Nuevo Mundo», como papas, maíz y frijoles (Debouck y Libros Ferla 1995).
Los bosques ombrófilos tropicales de tierras bajas han sido motivo de especial preocupación en materia de conservación, pues constituyen el hábitat donde se concentra la mayor riqueza de especies de la región, y donde grandes extensiones de territorio se convierten a otros usos de la tierra. La región amazónica brasileña, que alcanzó a tener en el pasado un área forestada de 4 millones de km2, contiene el mayor bosque pluvial tropical del mundo.
Los bosques de la costa oriental de Brasil están considerados como uno de los hábitats en mayor peligro del mundo, razón por la cual es una de la más alta prioridades en materia de conservación de la diversidad biológica. Contienen 7.000 plantas endémicas y 779 vertebrados endémicos, que representan el 2,7 y el 2,1 por ciento del total mundial, respectivamente (Myers y otros. 2000). Sus principales amenazas provienen del desarrollo costero y de la tala, la agricultura y la producción de carbón incontroladas.
La Convención Internacional de Diversidad Biológica (CDB) ha tenido un papel importante en la elaboración de alternativas para responder a la pérdida de diversidad biológica. Mientras que algunos países han incorporado los objetivos de la CDB en una legislación general, otros lo han hecho por medio de leyes sectoriales.
El tráfico ilegal de plantas y animales es una de las mayores amenazas a la diversidad biológica en muchos países, incluido todo Latinoamérica. Es difícil medir el alcance de este tráfico ilegal y su impacto en las especies menos conocidas. Algunos cálculos sugieren, por ejemplo, que Brasil cuenta por el 10% del tráfico mundial en fauna y flora silvestres, evaluado en aproximadamente 10.000 millones de dólares por año. A pesar de continuos esfuerzos, entre los cuales se incluyen la elaboración e implementación de estrategias nacionales para controlar el tráfico ilegal, los registros policiales de incautaciones confirman que el tráfico ilegal de flora y fauna sigue siendo un problema generalizado (Government of Colombia. 2000; RENCTAS. 2000).

Diversidad Genética a Nivel Latinoamericano y El Caribe

Uno de los recursos estratégicos más importantes, y menos aprovechados de América Latina y el Caribe es su diversidad genética. En la Región habita el 40% de todas las especies de plantas y animales de bosques tropicales conocidos, más que en África o en Asia. Solo en Costa Rica hay más especies de aves que en toda Norteamérica; y varios de los bosques de América Tropical tienen más especies de flora que toda Europa.

Se calcula que hay más de 30.000 especies de plantas superiores que tienen usos conocidos en medicina, madera y otros productos industriales o alimentación, y falta aún evaluar el potencial económico de la mayoría de las especies. Hasta ahora sólo el 10% de las especies vegetales del mundo, y 1% de las especies animales, han sido sometidas a un examen «preliminar» para determinar sus posibles aplicaciones médicas o comerciales. En el futuro, se espera que las nuevas biotecnologías y otros avances tecnológicos permitan utilizar muchas especies que actualmente no tienen usos.
Colombia, con un 0,77% de la superficie del planeta, alberga 10% de las especies de flora y fauna mundiales (26% de las aves, 15% de las orquídeas). Brasil, con un 6,5% de la superficie planetaria, contiene un 22% de las especies de plantas superiores del mundo. De las 250.000 especies de plantas superiores identificadas hasta hoy, por lo menos 90.000 se encuentran en la Región. Si consideramos que por lo menos 10% de estas especies pueden tener usos medicinales, 10% para usos industriales y 15% para usos comestibles, habría 31.500 especies potencialmente útiles para ser aprovechadas en la zona tropical de América Latina.
Los campesinos latinoamericanos cultivan un enorme número de diferentes variedades de maíz, papa, frijol, yuca, camote, hortalizas, frutales, plantas medicinales y otras plantas titiles. Esa diversidad les permite proteger la producción de plagas y enfermedades, reduce los riesgos de fracaso de cosecha y permite una mejor adaptación a las condiciones locales. Además, junto con las variedades silvestres, tal variedad es fuente de casi todos los avances en el mejoramiento genético.

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La situación de la biodiversidad en Chile, desagregada a nivel de recursos genéticos, especies y ecosistemas, con enlaces a sitios nacionales e internacionales que complementan la información.

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Biodiversidad en Chile

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En términos medioambientales, Chile posee dos características estructurantes: un gradiente latitudinal, que va desde los 18 grados hasta los 56 grados de latitud sur, y un gradiente altitudinal, que va desde fosas oceánicas de 8 mil metros de profundidad hasta los 7 mil metros de altitud en algunos puntos, lo que hace de Chile un país altamente heterogéneo en términos de las condiciones geográficas que permiten sustentar su diversidad biológica.

El patrón climático generado por ambos gradientes posibilita que Chile posea, a su vez, alguno de los sitios con menor precipitación del planeta y áreas con el mayor número de días lluviosos al año. En el mar también contamos con una gran diversidad de ambientes, desde fiordos, fosas y cañones marinos cerca de la costa hasta montes marinos cerca de islas oceánicas. Sin embargo, esta evidente diversidad de condiciones ambientales no necesariamente se traduce en una elevada diversidad biológica. En efecto, Chile presenta una de las menores diversidades específicas de fauna y flora silvestres en comparación con el resto de los países sudamericanos. En el caso de las aves, en Chile habitan algo más de 450 especies; no obstante, en Argentina coexisten sobre las 800 especies, en Bolivia y Perú sobre las 1.200 especies y en Colombia 1.721 especies. Situación similar ocurre con la diversidad de plantas angiospermas, en donde Chile posee sólo 5.300 especies, mientras países como Brasil sobrepasan las 55.000 especies (Conservación Internacional, 2005).

Unido a la presencia de ambos gradientes, Chile terrestre posee la curiosa característica del aislamiento, muy asimilable a una isla. Así, la parte terrestre del país está separada al este del continente por la cordillera de los Andes, al norte por el desierto de Atacama y de Tarapacá, y por el sur y el oeste, por el vasto Océano Pacífico, que en conjunción con la historia geológica del país, aparentemente habrían condicionado la existencia de especies extremadamente singulares para el territorio chileno, lo que otorga la país una condición de muy alto endemismo. Es así como en Chile, entre muchos ejemplos, podemos encontrar la queñoa (Polylepis tarapacana), único árbol que crece en forma natural a más de 4.000 metros de altitud. Otro ejemplo de alto endemismo son las Orestias, pequeños peces que se encuentran restringidos a los espejos de agua presentes en los salares del altiplano chileno, de las cuales se desconoce en gran parte su historia natural. Otro caso particular es el monito del monte (Dromiciops gliroides), que constituye una de las dos especies de mamíferos que son las únicas representantes de un orden completo (Microbiotheria). La otra especie exclusiva es el cerdo hormiguero africano, único representante del orden Tubulidentata (Wilson & Reeder 2005).

Para Chile, se han descrito alrededor de 30.000 especies (Simonetti y otros, 1995). Es decir, el equivalente al 1,93 por ciento de todas las especies descritas en el planeta, las que alcanzarían alrededor de 1,4 millones, según Wilson (1992). Chile es un país pequeño en superficie continental y pareciera ser que la magnitud de su biodiversidad refleja esta característica. No obstante esta limitación, aún falta el 98 por ciento de nuestras especies «chilenas» por descubrir y describir.

Si somos conservadores, la biodiversidad chilena tendría un potencial de descubrimiento de alrededor de 170 mil nuevas especies para los próximos años, las que probablemente en más de un 50% corresponderán a artrópodos. Este potencial de descubrimiento no es exagerado, si se tiene en cuenta que incluso animales mayores todavía no han sido descritos.

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Ecosistemas y Áreas Protegidas en Chile

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La Estrategia Nacional de Biodiversidad plantea proteger los ecosistemas más relevantes del país y define una meta al año 2010: proteger a lo menos el 10% de la superficie de cada uno de esos ecosistemas. Una meta similar fue acordada por el Convenio sobre Diversidad Biológica, al cual pertenece Chile. ¿Cuáles son los ecosistemas presentes en nuestro país?; y de ellos, ¿cuáles son los más relevantes?

Ecosistemas terrestres

La Estrategia Nacional de Biodiversidad plantea proteger los ecosistemas más relevantes del país y define una meta al año 2010: proteger a lo menos el 10% de la superficie de cada uno de esos ecosistemas. Una meta similar fue acordada por el Convenio sobre Diversidad Biológica, al cual pertenece Chile. ¿Cuáles son los ecosistemas presentes en nuestro país?; y de ellos, ¿cuáles son los más relevantes?
La respuesta a esas preguntas no es sólo importante para el cumplimiento de la meta. Es necesario distinguir nuestros ecosistemas para poder reconocer la relación entre las actividades humanas y la naturaleza, establecer indicadores de estado y de gestión, determinar los espacios sobre los cuales se desarrolle la gestión en medio ambiente, y lo más importante, conocer el valor real de nuestra naturaleza.
La diferenciación de la naturaleza en ecosistemas es una abstracción humana. La naturaleza no reconoce subconjuntos estancos y relaciona todas sus partes de manera muy compleja. Para fines de estudio se distinguen distintas formas de clasificar los diversos subconjuntos del patrimonio natural: biomas, ecorregiones, paisajes, ecosistemas, hábitat. Son utilizados para distinguir partes de la naturaleza a través de escalas de trabajo diferentes. En Chile existen distintas clasificaciones del patrimonio natural terrestre, en que se utilizan conceptos como ecorregiones, ecosistemas o habitat. Estas emplean información sobre vegetación, variación altitudinal y clima, entre otras, para distinguir diferentes tipos de ambientes.
A continuación se presentan dos de los métodos de clasificación más utilizados en Chile:
Gajardo (1994), ordena agrupaciones vegetales en un sistema jerárquico de tres niveles principales: regional, sub-regional y de formación vegetacional. En esta clasificación la región desértica cubre la mayor superficie del país (22%), seguida por las regiones de bosque siempre verde y turberas (18%), estepa alto andina (17%), matorral y bosque esclerófilo (10%), bosque caducifolio (8%), bosque andino patagónico (7%), estepa patagónica (4%), y bosque laurifolio (3%).
Luebert y Pliscoff (2004), nos proponen una clasificación más detallada que las anteriormente conocidas, empleando los mismos parámetros, pero con información reciente y valiéndose de los sistemas de información geográfica. Se trata de una clasificación que permite distinguir ecosistemas a una escala 1:250.000, lo que facilita la gestión pública en medio ambiente. Es una escala que resulta cómoda en la planificación y gestión ambiental en las regiones administrativas del país. Los «pisos de vegetación» de Luebert y Pliscoff distinguen 127 unidades (pisos de vegetación), caracterizadas por particulares condiciones climáticas, altitudinales y de vegetación.

Ecosistemas Marinos

Dadas las características de la costa de Chile, es necesario considerar al menos cuatro elementos principales para describir los ecosistemas marinos de nuestro país: la topografía, el clima, la oceanografía y la flora y fauna. Actualmente existen descripciones de estos elementos, hechos por Santelices (1991), Castilla et al. (1993) y Figueroa (2002), los que entregan un resumen de las características topográficas, geológicas y climáticas. Ahumada y otros (Bernal y Ahumada, Ahumada et al. 2000) así como Montecino y otros (2005) han hecho un gran esfuerzo de síntesis para describir las características oceanográficas, mientras que una serie de otros autores (entre otros, Castilla, 1979; Brattström y Johanssen, 1983; Fernández y otros, 2000; Camus, 2001) se han abocado a la descripción y discusión de los patrones de distribución y las características principales de la flora y fauna marina de nuestras costas.
Desde el punto de vista oceanográfico (Bernal y Ahumada, 1985; Ahumada y otros, 2000) se han descrito 4 ecosistemas: 1) Ecosistema del Giro Central del Pacífico Sur, 2) Ecosistema de Margen Oriental del Pacífico Sudeste, 3) Ecosistema Subantártico, 4) Ecosistema Antártico.
En la actualidad se ha validado como ecosistemas marino costero, una clasificación en 9 zonas zoogeográficas como aproximación gruesa a ecosistemas marinos, basada en una clasificación biogeográfica, que en escalas mayores, define 2 grandes provincias (templada cálida del pacífico sur, y templada fría de Sudamérica), y a nivel de ecorregiones considera 5 clasificaciones (de norte a sur: Humboldtiana, Chile central, Araucana, Chiloense, y canales y fiordos de Chile).

Ecosistemas Dulceacuícolas

Los ecosistemas dulceacuícolas, aunque funcionan de la misma manera que los ecosistemas terrestres, son muy diferentes en cuanto a los organismos participantes y a las características del mismo. El estudio estructural y funcional de los ecosistemas dulceacuícolas se ve facilitado por la relativa claridad de los límites y su diferenciación de los ecosistemas terrestres. Además, ellos presentan diferentes tamaños, lo que permite variar la escala de los experimentos naturales.

La clasificación validada de ecosistemas de aguas continentales, es una clasificación por ecotipos, los que a su vez se han basado fundamentalmente en factores hídricos (balance hídrico). Los grandes ecosistemas (ecotipos) existentes en Chile son: humedales, marinos, humedales costero y humedales continentales, y sus clases específicas se pueden ver el la siguiente tabla.

Sistema de clasificación de ecotipos y sus respectivos nombres comunes:

ECOTIPOS CLASE Nombre común Ejemplos chilenos
Humedal marino Intermareal, submareal Litoral costero
Humedal costero Intrusión salina lago costero, laguna costera, marisma, estuario. Lago Budi, Laguna Conchalí, Humedal Tubul-Raqui
Humedal continental Evaporación salar, bofedal, Puquios Salar de Atacama, Salar de Huasco
Infiltración

(A)

Hualve, ñadi, poza, charco, pitranto, pantano, Humedales depresión central de las regiones VII-IX
Infiltración saturado

(B)

Mallìn, turberas, turba magallánica, campañas, pomponal Parque Nacional Torres del Paine. Parque nacional Chiloé, sector Cucao
Escorrentía Río, arroyo, esteros, lagos Río Clarillo, Río Bío Bío, Lago Villarrica
Afloramientos subterráneos Vega, bofedal, humedal Parinacota, Jachucoposa,

Ciénagas de Name

Fuente: CEA. 2006. Link estudio CEA

Áreas Protegidas de Chile

En Chile existen áreas destinadas a proteger el patrimonio natural, desde principios del siglo XX. Si consideramos todas las formas existentes para poner un espacio de valor natural y cultural bajo protección, podemos concluir que hay muchos instrumentos legales competentes en la materia, en situaciones disímiles y con distinta intensidad de protección, desde la más estricta hasta aquellas áreas donde se compatibiliza protección y uso sustentable. Esta misma situación (variedad de formas de protección y variadas competencias institucionales) genera insuficiencias e imperfecciones, que requieren ser resueltas para resguardar adecuadamente un patrimonio de todos los chilenos. Justamente es el tema central de la Política Nacional de Áreas Protegidas, que aprobada por el Consejo Directivo de CONAMA en el año 2005, reconoce la posibilidad de desarrollo de tres subsistemas de Áreas Protegidas en Chile: i) el subsistema público en el ámbito terrestre (administrado por la Corporación Nacional Forestal, CONAF) y marino (administrado por el Servicio Nacional de Pesca), ii) el subsistema público-privado en el ámbito terrestre (el Ministerio de Bienes Nacionales delega y supervisa administración de terceros) y marino (Subsecretaría de Marina y CONAMA delegan y supervisan administración a terceros) y iii) el subsistema privado, tanto en propiedad como en gestión.

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Especies de Chile

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Chile se caracteriza por tener una gran variedad de ecosistemas, que incluyen desde desiertos extremadamente áridos hasta los bosques templados más lluviosos. Aún así, nuestro país exhibe una baja riqueza de especies, alcanzando poco más de 30 mil especies nativas descritas, las que corresponden aproximadamente al 1,5% de las especies descritas para el mundo (estimadas en 1,7 a 2 millones de especies).

La baja diversidad de especies en Chile se debe, en parte, al aislamiento geográfico que poseemos, con barreras como el desierto por el norte y la Cordillera de los Andes por el este. Todo esto nos transforma en una verdadera isla biogeográfica, donde las posibilidades de colonización de un mayor número de especies, son bajas.
Pero este mismo aislamiento, ha favorecido la presencia exclusiva de diversas especies en nuestro territorio, concediéndole a nuestros ecosistemas una extrema singularidad. Por esta razón, entre el 22 y el 25% de las especies descritas para Chile son endémicas, es decir, que viven sólo dentro de nuestro territorio (ver Especies Endémicas).
A pesar de las condiciones anteriormente descritas, existen grupos con mejor representación. Por ejemplo, en nuestros mares viven y se trasladan casi la mitad de las especies de cetáceos conocidos a nivel mundial (41 de 83 especies). Lo mismo ocurre con los hongos, donde Chile destaca por poseer el 20% de las especies descritas en el mundo (3.300 de las casi 16.000 especies conocidas).

Especies Nativas

Las especies nativas son aquellas originarias del lugar en donde habitan, que en el caso de Chile se eleva a poco más de 30.600 especies.
El grupo con mayor cantidad de especies son los insectos, con unas 10.130 especies, es decir, casi el 33% de las especies nativas conocidas para Chile. Esto es esperable si consideramos que a nivel mundial los insectos representan casi el 55 % de todas las especies conocidas. Le siguen en importancia las plantas, con más de 7.000 especies (23% de las descritas para Chile) y hongos con 3.300 especies (11% de las especies descritas para Chile).
En la tabla se puede observar el número aproximado de especies nativas descritas en Chile para los distintos grupos. Sin embargo, en varios grupos las cifras son muy conservadoras debido a que muchos de ellos no han sido inventariados o son escasamente conocidos. Es el caso de bacterias, protozoos y varios grupos de invertebrados donde existe un menor avance en el conocimiento de la diversidad presente en el país.

Tabla. Cantidad de especies nativas descritas para Chile*

Grupo Nº Especies descritas
Diatomeas 563
Dinoflagelados, Silicoflagelados 300
Hongos 3.300
Líquenes 1.074
Algas multicelulares 813
Plantas no vasculares (musgos, hepáticas, antoceros) 1.400
Plantas vasculares 5.500
Invertebrados
Moluscos 1.187
Crustáceos 606
Insectos 10.133
Otros Invertebrados 3.800
Vertebrados
Peces marinos 1.182
Peces aguas continentales 44
Anfibios 56
Reptiles 111
Aves 460
Mamíferos 150
Total aproximado 30.679

Basado en Simonetti et al. 1995 y CONAMA 2008*

Especies Endémicas

Las especies endémicas, que se definen porque viven exclusivamente dentro de un determinado territorio, ya sea un continente, un país, una región política administrativa, una región biogeográfica, una isla o una zona particular. Por lo tanto, las especies endémicas son un subconjunto de las especies nativas.
Para entender este término -dentro de los contenidos de este sitio web, usaremos el concepto de especies endémicas considerando aquellas que viven de forma natural sólo dentro de nuestro territorio.
A nivel nacional, casi el 25% de las especies descritas son endémicas, lo que le confiere a Chile especial relevancia para la conservación de la biodiversidad del planeta.
En Chile destacan por su alto endemismo grupos como los anfibios (sapos y ranas) donde el 65% de las especies son exclusivas de Chile; los reptiles con un 63% de endemismo, los peces de aguas continentales con el 55% de las especies endémicas, y las plantas con la mitad de las especies exclusivas de nuestro país. Otros grupos, en cambio, no poseen esta particularidad, especialmente aquellos con mayor movilidad, como las aves, en las cuales poco menos del 2% de las especies registradas en Chile son endémicas.
Los mamíferos son un grupo intermedio, que presenta cerca del 11% de las especies consideradas como endémicas de Chile, destacando entre ellas dos mamíferos marinos que viven exclusivamente en nuestros mares, el delfín chileno (Cephalorhynchus eutropia) y el lobo fino de Juan Fernández (Arctocephalus philippii).

Especies Amenazadas

Una especie amenazada es aquella que presenta problemas de conservación (amenazas) que significa riesgo de extinción en el mediano plazo (al menos 10% de probabilidad de extinción en 100 años). Por este motivo, estas especies han sido incluidas o listadas en alguna de las categorías de conservación que significan amenaza. Esas listas son conocidas frecuentemente como Listas de Especies Amenazadas. Lista de Especies con Problemas de Conservación o Lista Rojas.
Conocer el estado de conservación, o el riesgo de extinción de las especies, posee relevancia mundial y nacional, esto permite enfocar o dirigir los esfuerzos de conservación, facilitando la gestión de fondos y programas de investigación; protección y/o recuperación; y la propuesta de medidas de regulación necesarias.
A nivel global, a partir de la década de 1960, se comenzaron a proponer «listas rojas» al alero de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN ó IUCN en inglés, ver en www.redlist.org). En el caso de Chile, un primer listado de especies amenazadas se publicó en el año 1971 (Carlos Muñoz Pizarro en el libro «Chile: Plantas en Extinción»). Luego, en 1974, como parte de CONAF, Jürgen Rottmann publica el primer listado de aves amenazadas del país. Desde entonces se han publicado diversas evaluaciones, entre las cuales han destacado como importantes referentes técnicos, los Libros Rojos de CONAF (Libro Rojo de los Vertebrados Terrestres de Chile y Libro Rojo de la Flora Terrestre de Chile, años 1988 y 1989, respectivamente).
Para unificar estos listados y los criterios de clasificación a nivel nacional – y en 1994, con la publicación de la Ley 19.300, sobre Bases Generales del Medio Ambiente – se definió jurídicamente la obligación de elaborar un procedimiento científico-técnico, para determinar la categoría de conservación de nuestras especies nativas. En esa misma Ley se estableció que las categorías a utilizar serían: Extinguidas (Extintas), En Peligro, Vulnerable, Insuficientemente Conocida, Rara y Fuera de Peligro, que eran las categorías vigentes de UICN cuando se inició la discusión de dicha Ley.
En marzo del 2005 se publicó el Decreto Supremo N° 75, del Ministerio Secretaría General de la Presidencia, mediante el cual se oficializó el Reglamento para la Clasificación de Especies Silvestres, dando cumplimiento al requerimiento de la Ley 19.300.
Transitoriamente, las especies mantendrán la clasificación que tenían en las listas anteriores (Reglamento de la Ley de Caza, Libros Rojos de CONAF, Boletín 47 del Museo de Historia Natural, entre otros), mientras no sean clasificadas mediante este nuevo procedimiento.
Considerando lo anterior, podemos señalar que en Chile son casi 950 las especies con algún estado de conservación asignado, 900 en alguna categoría que significa amenaza (Extinta, En Peligro, Vulnerable o Insuficientemente Conocida) o de rareza (Rara). De esas especies, a diciembre de 2009, 300 ya fueron categorizadas por el Reglamento para la Clasificación de Especies.

Especies Exóticas

Al contrario de lo que sucede con las especies nativas, las especies exóticas son aquellas especies que han sido introducidas fuera de su distribución natural, es decir, corresponden a las especies cuyo origen natural ha tenido lugar en otra parte del mundo y que por razones principalmente antrópicas han sido transportadas a otro sitio (voluntaria o involuntariamente).
De igual modo, una especie exótica es aquella que ha sido introducida en una zona del país dónde no tiene distribución natural; es el caso del zorro chilla (Pseudalopex griseus) que se considera exótico en Tierra del Fuego, lugar donde fue introducido durante la década de 1950.
Algunas especies exóticas pueden presentar la condición de ESPECIE EXÓTICA INVASORA, cuando su introducción y/o difusión amenace a la diversidad biológica originaria del lugar donde fue liberada, tal cual lo definió el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB). Las especies exóticas invasoras son una de las tres causas más importantes de extinción de especies en la naturaleza, junto con la alteración de hábitat y la sobreexplotación.
Nuestro país también es testigo de invasiones biológicas, no sólo de especies animales sino que también de plantas. Casi el 15% de las especies de flora que viven en el medio silvestre son exóticas, destacando como un caso muy particular la situación del Archipiélago de Juan Fernández, donde la cantidad de especies exóticas de las islas son poco más del doble que las especies nativas; aspecto que también genera un importante problema de conservación de la biodiversidad, en especial de las especies endémicas del archipiélago.

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