A pesar de que ha disminuido su tamaño, recién hacia 2060 o 2070 se comenzaría a observar una recuperación de los niveles de este gas en la zona Austral y Antártica.
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Pese al protocolo internacional que prohibió la emisión de los gases que reducen la capa de ozono, barrera clave contra la radiación solar, el problema no se ha resuelto y se mantendrá todavía por un tiempo prolongado.
Así lo reconocieron especialistas de Chile y Argentina en el marco del seminario de difusión y avance del proyecto «Desarrollo del sistema de gestión por riesgos medioambientales atmosféricos en Sudamérica», organizado por la Dirección Meteorológica de Chile (DMC), según consigna «El Mercurio».
El problema de la baja de ozono en las latitudes australes se mantiene y, de hecho, en los últimos dos años han tenido lugar mermas importantes en las concentraciones del gas, especialmente en octubre y noviembre, admite Félix Zamorano, físico de la Universidad de Magallanes que realiza mediciones de ozono desde 1992.
El grosor de la capa de ozono se mide en unidades Dobson (DU). La concentración normal es de 300 DU promedio y se presenta muchas veces durante el año, especialmente durante el período de invierno. Pero si la concentración disminuye a menos de 200 unidades se habla de agujero de ozono. Y eso ocurre en el hemisferio sur austral habitualmente en primavera.
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Los especialistas presentes en el seminario reconocieron que hay dinámicas físicas, químicas y atmosféricas que pueden influir en un aumento o disminución de las concentraciones de ozono que se están recién conociendo. De hecho, este año ya se han producido tres episodios, pero han sido contrarrestados porque las condiciones ambientales (nubes y lluvia) neutralizaron la radiación.
Peligro inminente
El «agujero» en ocasiones llega mucho más al norte, asegura Zamorano. Es lo que técnicamente se conoce como desprendimiento de masa pobre en ozono. Uno de ellos llegó hasta Buenos Aires y los índices de radiación aumentaron enormemente, superando el nivel 12, que es considerado extremo, es decir, al exponerse al sol se corre el riesgo de lesiones en la piel.
No se trata de un problema que se pueda remediar hoy o mañana. «Los mejores pronósticos dicen que deberán pasar entre 40 y 50 años para que se recupere la capa de ozono. El peligro sigue siendo inminente».
No en vano algunos de los aerosoles químicos que lo ocasionaron, los clorofluorocarbonos o CFC, tienen una vida superior a los cien años.
Si bien ha habido estudios que muestran que el agujero ha ido en retirada, su permanencia en el tiempo es mayor. «Si antes comenzaba a presentarse a mediados de octubre y se prolongaba hasta mediados de diciembre, ahora lo hace a partir de agosto y recién en diciembre comenzamos a ver una recuperación. Estamos tratando de buscar una explicación a eso, pero no la tenemos aún».
Cooperación trilateral
Más de medio centenar de investigadores se reunieron en Santiago para analizar los avances del proyecto de cooperación con Argentina y Japón SAVER-Net. Este busca entregar información en tiempo real no solo de ozono y radiación, sino también de trayectoria y características del material particulado volcánico en caso de erupciones violentas.
El proyecto, que cuenta con financiamiento de la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA), ha recibido fondos por 3 millones de dólares, lo que ha permitido la adquisición de avanzados instrumentos de medición por parte de Chile y Argentina, junto con la capacitación de investigadores.
