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Opinión

Energía nuclear: Un Chile atómico

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Si es de los que rechaza a rajatabla la idea de sumar energía nuclear a la matriz, pues estas líneas no están escritas para usted. Aquí mostramos cómo sería el paisaje de nuestras costas y la institucionalidad del país si próximos gobiernos deciden darle más valor a las ventajas de la energía nuclear –cero emisión, costos competitivos, producción eficiente y confiable– que a su mayor flanco, la seguridad.

Kenting, Taiwán. Angra dos Reis, Brasil. Vandellós, España. Pichidangui, Chile. Cuatro turísticos balnearios del mundo que cada año reciben en sus arenas paradisíacas a miles de bañistas que llegan los días de calor con sus bolsos y quitasoles. Los surfistas se lanzan a las olas, los niños a la orilla para levantar castillos y otros tantos a nadar, dormir bajo el sol o, simplemente, no hacer nada. Habituados a estas rutinas es raro que los visitantes reparen en los techos redondeados que se ven a lo lejos y que albergan los generadores de energía nuclear de estos países, ubicados cerca de la costa para que el agua apoye los sistemas de refrigeración del reactor.

Es verdad que en las cercanías de Pichidangui no existe central nuclear alguna, como sí ocurre en Taiwán, Brasil y Japón. Pero el 2020 está a la vuelta de la esquina y a juicio de los expertos se trata de un horizonte razonable para contar con una de estas centrales en caso de que se tome la decisión política de entrar a la generación nuclear.
Pichidangui, Chorrillos, Mejillones, Totoralillo, Puertecillo o Los Vilos están en la lista corta de lugares en los que podrían emerger estos reactores y que nos pondrían a la par de Argentina y Brasil, únicos países de Sudamérica que le pusieron fichas a la opción nuclear para fortalecer sus sistemas energéticos.

La discusión sobre los pros y los contras de tener energía generada por reactores nucleares desata pasiones de lado y lado. “Poniendo fin a décadas de vacilación, Chile debe aprobar ahora el desarrollo de centrales nucleares por una empresa mixta, con plantas nucleares localizadas en el Norte Grande o al sur del Golfo de Taitao, alimentando la carretera eléctrica que deberá unir a todo el país” señaló días atrás desde la academia el economista de la Universidad Católica Klaus Schmidt-Hebbel, quien pone el acento en su diagnóstico de “aguda escasez de energía, reflejada en la cuadruplicación del costo marginal de la electricidad desde mediados de los años 2000”, cuando Argentina nos cortó el gas natural y aumentó el precio mundial del petróleo.

Desde la vereda de enfrente, Sara Larraín, directora de la ONG Chile Sustentable, señala que “son las Energías Renovables no Convencionales (ERNC) la alternativa más racional y más económica, considerando que se pueden poner a funcionar en corto plazo –y no en más de 20 años como sería la nuclear– que ya son competitivas y otorgan mayor independencia energética y seguridad en el suministro”.

Ni sueño ni pesadilla

No es misión de estas líneas dirimir una discusión que en el papel ya es intensa, sino más bien imaginar qué ocurriría en Chile si el Estado decide entrar en la carrera atómica. Los intentos por abordar la cuestión vienen desde los 80, momento en que los estudios de factibilidad arrojaron respuestas negativas. Recién el 2007, bajo la administración Bachelet, se reinician las prospecciones, creándose una comisión ad hoc y cuyas conclusiones están impresas en el informe “La opción núcleo-eléctrica en Chile”. Presidida por Jorge Zanelli, doctor en física e investigador del Centro de Estudios Científicos (CECS), más que respuestas, el documento buscó compilar el conocimiento mundial que hay sobre la materia y recomendar una serie de estudios más profundos sobre aspectos territoriales, ambientales, institucionales y económicos entre otros.

Según el diseño del Colegio de Ingenieros, para 2030 –con cuatro reactores operando– la energía nuclear podría representar el 26% del sistema.

El Presidente Piñera tomó la posta. Sin embargo, tras los efectos del tsunami en la planta nuclear japonesa de Fukushima a comienzos del 2011, el tema volvió a sumergirse. Pero no por mucho tiempo. El que los dos mayores proyectos de generación –la central termoeléctrica Castilla y las cinco centrales hidroeléctricas propuestas por HidroAysén– salieran del tablero de juego, volvió al ruedo la discusión sobre la forma en que Chile resolverá en el largo plazo sus problemas energéticos.

A comienzos de este año el mandatario recalcó durante la cena anual de la Energía que “nuestro gobierno no va a construir ni decidir la construcción de ninguna planta nuclear, pero estamos avanzando en conocer mejor esa energía, en capacitar mejor a nuestros ingenieros y en perfeccionar nuestra institucionalidad. Y nadie puede temer al conocimiento. Sólo los ignorantes le temen al conocimiento”. Dejaron pasar algunos meses y días atrás el subsecretario de Energía, Sergio del Campo, anunció que el primer trimestre del 2013 se “retomarán los estudios sobre la viabilidad de incorporar la energía nuclear a la matriz energética de Chile”, explicando que estos se focalizarán en dos áreas, la tecnología y la capacidad de las centrales.

Cabe recalcar que desde que finalizó la Comisión Zanelli, el 2008, a la fecha son varios los informes que se han sumando a la carpeta nuclear del Ministerio de Energía. Roles del Estado y el sector privado, percepción ciudadana, experiencia internacional en marcos reguladores, impactos y riesgos de la generación nuclear y adecuaciones al marco legal existente son algunas de las temáticas en que universidades chilenas, estudios de abogados y consultoras internacionales han opinado.

Poniendo todos estos elementos en la juguera es que suena razonable comenzar a pensar cómo sería Chile con la incorporación de generación nuclear en su matriz energética. Según el diseño del Colegio de Ingenieros, para 2030 –con cuatro reactores operando– la energía nuclear podría representar el 26% del sistema. Se convertiría así en la segunda fuente de importancia después de la hidroelectricidad (40%). Luego vendrían las ERNC con cerca del 15% y, finalmente, las centrales de gas y carbón. Así que, imaginemos.

No en mi jardín

Tres son las zonas estratégicas que los ingenieros definieron como posibles en su Programa de Desarrollo de Centrales Nucleares 2009-2030.La costa de Antofagasta es la primera. En una extensión de 250 kilómetros entre los puertos de Mejillones, Tocopilla y Antofagasta, la central que se plantase allí debería tener por finalidad abastecer al norte grande y la minería, hoy alimentada por termoeléctricas a carbón y plantas de ciclo combinado a gas y diésel.

El segundo sitio perfilado estaría en los 200 kilómetros que hay entre Tongoy y Pichidangui, desde donde se abastecería, principalmente, a la Región Metropolitana. Según Fernando Sierpe, ingeniero civil, ex director de Endesa, Edelnor y Edelaysen y uno de los tres autores de este programa, es en esta área donde debería levantarse el primero de los cuatro reactores que estiman debería tener Chile para 2030. La propuesta es que cada reactor cuente con una potencia máxima de 1.100 MW, generando 9.000 GWh al año. La sugerencia es que, por ser Santiago el mayor centro de consumo, este punto debería albergar dos reactores. En cuanto a la cantidad de personas que trabajaría en un reactor de estas dimensiones, el cálculo es entre 500 y 600 personas, siendo un 15% de ellos ingenieros nucleares.

De acuerdo con estudios de percepción ciudadana que tiene la autoridad, la imagen de la energía nuclear es sistemáticamente negativa y sin distinciones de edad, género y nivel socioeconómico.

El tramo entre Navidad (40 kilómetros al sur de San Antonio) y Pichidangui completa la propuesta. Con un reactor levantado en algún punto de esta línea, abastecería Santiago y la zona sur de Chile. A juicio de los expertos, los terrenos escogidos deben contemplar la posibilidad de ampliación, pensando en que haya espacio para levantar cuatro reactores por cada central. Pero eso sería para un horizonte mucho más allá del 2030.

La gracia de estas posibles ubicaciones es que conjugan la mayoría de los requisitos básicos que exige el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), dependiente de la ONU. Entre ellos, estar en zonas de baja densidad poblacional, cerca de los centros de mayor demanda eléctrica, cerca de abundante agua, cerca de puertos y caminos que faciliten la construcción y operación, cerca de las líneas de transmisión de energía, lejos de la contaminación ambiental, fuera de áreas ecológicas protegidas y de interés patrimonial e histórico. Por cierto, y eso será tema de estudios más específicos, será clave también considerar la actividad sísmica, posibles efectos de tsunamis y la ubicación de fallas geológicas. Diablo Canyon, por ejemplo, central nuclear californiana está rodeada de cuatro fallas, incluida la de San Andrés, y ya lleva tres décadas soportando terremotos.

Jorge Zanelli coincide en cuanto a la ubicación geográfica que podrían tener los posibles reactores como también con los tiempos. “En un escenario en que la demanda crece al ritmo de las últimas décadas, y suponiendo que se hicieran los grandes proyectos Hidroeléctricos de Aysén, la modelación del Ministerio de Energía realizada en 2009 indicaba que sería oportuno incorporar unas 5 centrales entre 2024 y 2030”. La diferencia en su mirada está en el tamaño de los reactores. “Hay una tendencia en la tecnología hacia reactores más pequeños, en torno a los 150 a 300 MW, que pueden operar como baterías modulares de varios GW. Estos reactores podrían ser menos propensos a una fusión del núcleo y podrían construirse en serie y ser ensamblados in situ, lo que bajaría costos y tiempos de construcción como de licenciamiento. Sin embargo, esa tecnología aún está en una fase experimental, pero quizás llegue a ser la tecnología dominante en las próximas décadas”, acota.

En cuanto a la inversión necesaria para este plan, ciertamente que la lista de supuestos es larga, particularmente en lo que se refiere a la tecnología que asegura los más altos estándares de seguridad. De todas formas, el Colegio de Ingenieros aventura un número para los cuatro reactores iniciales: entre los 12 mil y 15 mil millones de dólares, tomando como referencia las recientes compras de centrales hechas por los Emiratos Árabes a Corea del Sur.

Un modelo a considerar

¿Cómo se abordaría esta inversión? Todos los especialistas estiman que deben tratarse de empresas mixtas (Estado y privados) que tengan experiencia en la materia, criterios que quedarían claramente establecidos en las bases de licitación. “Un modelo interesante es el de Finlandia, donde el propietario y explotador de las centrales es un consorcio de grandes consumidores de electricidad”, precisa Jorge Zanelli.

Según las estimaciones, los cuatro reactores iniciales requerirían una inversión de entre los 12 mil y 15 mil millones de dólares.

Endesa, Suez, Duke son compañías cuyos ejecutivos habrían manifestado, privadamente, estar dispuestos a evaluar la inversión. Lo que claramente no están dispuestos a hacer, es ser parte de la campaña de opinión pública que deberá sensibilizar a los chilenos sobre la importancia de contar con energía nuclear en algún punto del borde costero nortino.
MZC Consulting fue la encargada de elaborar el informe sobre el Costo de la Energía Nuclear en Chile estableciendo en su documento que se trata de una opción competitiva frente a la que ofrecen los combustibles fósiles, destacando, eso sí, que se requiere del apoyo inicial del Estado. Al igual que las inversiones hidroeléctricas, la construcción de reactores nucleares es intensiva en capital al inicio. El gasto en operación, mantenimiento y administración en ambos tipos de centrales también es mayor que el de sus pares a carbón y gas. La cosa cambia al analizar los precios de los combustibles. Mientras en la energía hídrica es cero, y en la nuclear muy baja, para el carbón y el gas estos se disparan.

La campaña de imagen en la que debería invertir el Estado tendrá un buen desafío. De acuerdo con el estudio de percepción ciudadana que tiene la autoridad, la imagen de la energía nuclear entre sus encuestados es sistemáticamente negativa y sin distinciones de edad, género y nivel socioeconómico. Muerte, destrucción, bomba, Chernobyl, sucia y guerra son los conceptos que aparecieron de manera espontánea. Sin embargo, en paralelo, una gran mayoría reconoce su carencia de información y estar abierta al debate.

Si en diez años más tendremos una central nuclear en el norte dependerá de la institucionalidad que se dicte. Para ello, lo primero será contar con un órgano regulador independiente que autorice, inspeccione y establezca los criterios de seguridad.

Según el Colegio de Ingenieros y el informe elaborado por Barros Errázuriz en conjunto con la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, para ello se debe asegurar que “el organismo, que tendrá a su cargo el cumplimiento de los estándares de seguridad tecnológica y física de las instalaciones tenga la suficiente autonomía para tomar decisiones, y eventuales medidas coercitivas, sin interferencias o presiones de ningún tipo. Lo anterior, además, va de la mano de la necesaria credibilidad pública del órgano regulador, aspecto sustancial para lograr el apoyo ciudadano, lo que descansa en la independencia tanto de otras organizaciones gubernamentales como de grupos económicos que promueven tecnologías nucleares”.

Asegurar la independencia va de la mano con sus posibles integrantes. Una designación coordinada con el Congreso y nombramientos que no coincidan con el gobierno de turno son sugerencias para resguardar la independencia. También la aprobación de su presupuesto, el que debería ser enviado cada año al Congreso sin tener que ser visado previamente por el Ejecutivo.

Los países que siguen este enfoque se inspiran en la National Regulatory Commission (NRC) norteamericana, órgano regulador que le reporta directamente al presidente y que funciona como contraparte de lo que sería nuestro Ministerio de Energía. Otra posibilidad es que dicha entidad dependa de un ministerio específico, como ocurre en Brasil y Finlandia entre otros países.

Ejemplos para mirar se acumulan y recomendaciones de la OIEA sobran. Lo concreto es que cualquiera sea el esquema escogido se requerirá de un buen set de proyectos de ley. Fernando Sierpe, del Colegio de Ingenieros, cuenta que su diseño contempló seis años de discusión previa a la construcción de la primera central. La elaboración de estudios, la decisión por parte del Ejecutivo de dar la carrera y la discusión parlamentaria son parte de esta fase. Por lo mismo, explican, llevan varios años conversando periódicamente con senadores de todas las bancadas a fin de que se empapen de antemano con la materia. Misma tarea hacen regularmente con ejecutivos de las empresas eléctricas y empresarios.

Desde que se pone la primera piedra, cinco son los años promedio que toma levantar un reactor de uranio enriquecido sin torres de refrigeración como la que están planteando. ¿Qué ocurriría con el abastecimiento de las centrales? La respuesta que dan los ingenieros es muy práctica. El puerto que debe estar asociado al reactor recibirá cada tres años la carga de uranio necesaria para alimentar la central. “25 toneladas de combustible nuclear por año, 75 toneladas en total”, precisa Sierpe, el que entraría directo a la central sin necesidad de ser transportado por tierra.

El uranio se compraría vía leasing a los países productores, sistema que hoy promueve con intensidad la OIEA y que supone que el país que hace la venta se lleva de regreso los tubos en desuso para reciclarlos. Bajo esta mirada, las tres centrales que tendríamos en 20 años en la costa nortina se desentenderían de los desechos y sus efectos.

Fuente:www.capital.cl/negocios/energia-nuclear-un-chile-atomico

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Opinión

El Aluminio: UN RECURSO CON GRAN POTENCIAL PARA IMPULSAR EL RECICLAJE EN CHILE

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Por: Tamires Silvestre, Directora de Sustentabilidad de Ball para Sudamérica

En un mundo que enfrenta los desafíos del cambio climático y el manejo sostenible de recursos, el reciclaje se posiciona como una herramienta esencial. En este contexto, las latas de aluminio se destacan no solo como un envase práctico y eficiente, sino también como un aliado insuperable en la economía circular. Desde Ball Corporation, estamos impulsando el aluminio para redefinir la manera en que pensamos sobre los residuos y los recursos.

El aluminio tiene propiedades únicas que lo convierten en un material ideal para un modelo circular. Una lata puede ser reciclada muchas veces sin perder sus propiedades. Además, el proceso de reciclaje de aluminio utiliza solo el 5% de la energía necesaria para producir aluminio virgen, reduciendo drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero. En países con sistemas de reciclaje consolidados, el ciclo de vida de una lata puede ser tan corto como 60 días: de la estantería de un supermercado a una nueva lata en producción.

Sin embargo, Chile aún enfrenta desafíos para potenciar el reciclaje de aluminio. Aunque la Ley REP (Responsabilidad Extendida del Productor) busca promover la recolección y valorización de residuos reciclables, su implementación sigue en etapas iniciales. Para lograr avances significativos, es clave fortalecer la infraestructura de recolección, impulsar la educación ciudadana y fomentar la colaboración entre las municipalidades, con los sistemas integrados de gestión y la comunidad. La experiencia de países como los de la UE y Colombia demuestra que estas políticas pueden ser exitosas, especialmente cuando se complementan con incentivos para que productores elijan materiales más sostenibles y el reciclaje sea cómodo y accesible para ciudadanos. Además, el sistema REP debería integrar y optimizar los flujos actuales de reciclaje, aprovechando la infraestructura existente y los actores ya establecidos, asegurando que la nueva regulación fortalezca y potencie los avances en curso evitando una desarticulación en el sector.

A nivel global, casi el 70% de todas las latas de bebidas de aluminio son recicladas, lo que convierte a este material en el envase de bebidas más reciclado del mundo. En Chile, sin embargo, la tasa de reciclaje apenas alcanza el 33%, lo que evidencia una gran oportunidad para incrementar su impacto social y económico. Para cambiar esta realidad, es fundamental la integración y participación de los municipios, que juegan un rol clave en la recolección y gestión de residuos, asegurando una infraestructura adecuada y promoviendo la comunicación y el compromiso ciudadano. Además, es imprescindible fortalecer y formalizar todo el sector del reciclaje. La valorización de este sector no solo implica reconocer su rol en la circularidad de los materiales, sino también implementar medidas que fomenten su integración en la economía formal, garantizando mejores condiciones laborales, acceso a infraestructura y una participación activa en las políticas públicas enfocadas en el reciclaje.

Cada 1 de marzo se conmemora en Chile el Día del Reciclador de Base,una fecha clave para reconocer su labor y reforzar la importancia en la economía circular.También conocidocomo recuperador primario, el reciclador de base se dedica a recolectar, seleccionar, recuperar, almacenar, comercializar y reutilizar residuos. En Chile, su integración ha cobrado mayor relevancia en los últimos años, con iniciativas como la Política de Inclusión de Recicladores de Base. Sin embargo, aún queda trabajo por hacer: comprender su realidad, reconocer su aporte y facilitarles mejores oportunidades para que puedan desarrollar su labor de manera eficiente y sostenible.

Con iniciativas como el desarrollo de campañas de sensibilización y programas de capacitación, podemos fortalecer la participación de los recicladores en iniciativas de reciclaje. Su trabajo es el primer eslabón de la cadena, sin su colaboración, el aprovechamiento del aluminio reciclado en Chile sería aún más bajo.

Según un informe de la Asociación Nacional de la Industria del Reciclaje (ANIR), en Chile existen 39.101 toneladas de aluminio de envases y embalajes que no son gestionadas, a pesar de que contamos con la capacidad técnica para gestionar el 99% de este material. Aprovechar este aluminio y asegurar su correcto reciclaje representa una oportunidad no solo para reducir la huella de carbono del país, sino también para fomentar una economía circular robusta que genere empleos y valore los recursos. Más que un simple envase, el aluminio se convierte en un símbolo de sostenibilidad y una herramienta clave para construir un futuro más limpio, donde los residuos se transformen en nuevas oportunidades y cada lata reciclada acerque a Chile a un modelo de consumo verdaderamente responsable.




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Innovación

Ley de Inteligencia Artificial: EL SIGUIENTE PASO PARA TRANSFORMAR LA SALUD EN 2025

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Por: Raúl González, director Comercial y Clientes para Hispanoamérica en InterSystems Latam.

La inteligencia artificial generativa está redefiniendo al ecosistema de la salud. Desde diagnósticos más precisos hasta la optimización de la gestión hospitalaria, sus aplicaciones han demostrado un impacto positivo en la eficiencia y calidad de la atención. En Chile, el debate sobre su regulación avanza con el proyecto de ley que busca establecer un marco normativo para su desarrollo e implementación.

Uno de los principales desafíos es la fiabilidad y trazabilidad de los algoritmos. La IA puede procesar enormes volúmenes de datos en segundos, pero sin regulaciones que exijan que sus resultados sean comprensibles y verificables, su funcionamiento podría volverse una “caja negra”. Una normativa bien diseñada permitirá a los modelos ser auditables, asegurando que sus decisiones automatizadas sean confiables para los médicos y estén libres de sesgos.

Además, este proyecto de ley es clave para resguardar la privacidad de los pacientes y fortalecer la ciberseguridad en el manejo de datos clínicos. La interoperabilidad y las historias clínicas electrónicas (HCE) dependen del acceso a información médica, pero sin reglas claras que establezcan límites en el uso de esta tecnología, se corre el riesgo de vulneraciones en la confidencialidad o de tratamientos inadecuados derivados de un uso indiscriminado de antecedentes sensibles. La reglamentación permitirá establecer principios de uso ético, intervención humana y protección de derechos, asegurando que opere como una herramienta de apoyo.

La discusión en el país está alineada con directrices internacionales y busca establecer un enfoque basado en niveles de riesgo, lo que permitirá generar distintos estándares según el impacto que tenga cada aplicación en el cuidado de los pacientes. Esto es fundamental en el sector sanitario, donde la IA no es un concepto homogéneo: desde asistentes virtuales para gestionar citas médicas hasta algoritmos que apoyan la toma de decisiones clínicas, su incidencia varía y, por lo tanto, sus requerimientos deben ser diferenciados.

Con un marco legislativo claro, Chile podrá fomentar la inversión en soluciones digitales de IA, seguras y confiables, atrayendo innovación en área médica, sin comprometer los derechos de los pacientes. También permitirá consolidar un ecosistema en el que los desarrollos tecnológicos se ajusten a estándares de calidad, generando mayor confianza en su uso y facilitando la integración de nuevas herramientas en los sistemas sanitarios.

Regular la IA no significa frenar su avance, sino crear las condiciones adecuadas para que su desarrollo sea seguro, accesible y ético. La discusión en curso es una oportunidad para que Chile adopte nuevas tecnologías, con un enfoque que priorice tanto la innovación como la protección de las personas.




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Innovación

Hacia una economía digital: ¿ESTÁ CHILE PREPARADO PARA LA LEY FINTECH?

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Por: Luz María García, Gerente General de la Asociación Chilena de Empresas de
Tecnologías de Información (ACTI A.G.)

En 2007, la industria financiera experimentó una de sus mayores revoluciones con la introducción de la CuentaRUT. Esta herramienta permitió que millones de chilenos accedieran al sistema financiero, facilitando la inclusión al ofrecer una cuenta bancaria sin requisitos de renta ni antecedentes comerciales. Desde entonces, las innovaciones en el sector no han dejado de crecer.

Durante los últimos años, las Fintechs surgieron como una nueva forma de democratizar el sector a través de la innovación y la transformación tecnológica, que solamente ha sabido crecer. De acuerdo con Fintech Radar Chile, el ecosistema local ya cuenta con más de 348 startups activas, reflejando un crecimiento anual del 16%, lo que desencadenó su promulgación en 2024 de la Ley Fintech que entró en vigor el pasado 3 de febrero.

El auge de esta industria plantea una oportunidad para transformar la manera en que operan los servicios financieros, especialmente en un país donde solo el 30% de los ciudadanos confía plenamente en las instituciones del sector, según datos de la OCDE. Pero, ¿cómo pueden recuperar la credibilidad?

La nueva normativa obliga a adoptar políticas de ciberseguridad para una gestión adecuada de los datos personales, además de la creación de estructuras de gobernanza interna que aseguren la estabilidad operativa de los servicios financieros. Estas medidas resguardan a los clientes frente a riesgos como el fraude y establecen estándares mínimos que elevan la calidad y la profesionalización del sector.

No obstante, cumplir con estas exigencias no está exento de desafíos. Mientras algunas empresas fintech ven en esta ley una oportunidad para legitimarse y ganar espacio en el mercado, otras enfrentan barreras significativas como la complejidad de los procesos de inscripción y los costos asociados al cumplimiento normativo.

Además, el crecimiento de las startups fintech tiene un efecto multiplicador en la economía digital del país. Al desarrollar tecnologías como sistemas de pago, financiamiento alternativo o plataformas de inversión, estas empresas no solo crean empleo, sino que también contribuyen a modernizar industrias tradicionales y a generar un entorno más competitivo y dinámico. Este impacto puede ser aún mayor si se fortalecen las alianzas público-privadas para facilitar el acceso a recursos y la internacionalización de sus productos y servicios.

Un aspecto importante que esta industria debe abordar es el enfoque educativo. La ciudadanía no solo necesita conocer a las fintech como una alternativa financiera, sino que también aprenda a usarlas de forma segura y eficiente. Por ejemplo, se podrían incluir explicaciones sencillas sobre cómo utilizar aplicaciones para administrar gastos, acceder a opciones de financiamiento más inclusivas o ahorrar de manera más eficaz a través de herramientas digitales.

Estas iniciativas permitirían que más personas entiendan que las fintech no solo son una industria en crecimiento, sino que también un recurso accesible y práctico para alcanzar mayor estabilidad y autonomía financiera. Al fortalecer la educación en este ámbito, se fomenta la confianza en el sistema y que todos puedan beneficiarse del desarrollo de esta economía digital.



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CO$TO$ DEL CAMBIO CLIMÁTICO

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Por / MARGARITA DUCCI Directora Ejecutiva Pacto Global Chile, ONU

 

El 2024 ha marcado un antes y un después en la historia de nuestro planeta. Con una temperatura media que superó por primera vez el umbral de 1,5 °C establecido por el Acuerdo de París, la tierra ha experimentado un año de extremos climáticos que han dejado huellas profundas tanto en la naturaleza como en la economía global.

Los datos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) son alarmantes: este año ha sido el más caluroso desde que se tienen registros. En Chile,lo estamos viviendo ya que las temperaturas han alcanzadolos casi 40ºC. Las consecuencias, devastadoras, demandan acción inmediata por parte de todos los sectores de la sociedad, incluyendo a las empresas.

En el ámbito corporativo, el cambio climático ya no es un problema distante ni abstracto. Las empresas enfrentan riesgos financieros directos e indirectos relacionados con fenómenos como huracanes, inundaciones, escasez hídrica e incendios forestales. El mundo incurrió en pérdidas de más de 140 mil millones de dólares por desastres naturales en 2024. Estas cifras no sólo reflejan daños materiales, sino también, el impacto en cadenas de suministro, interrupciones operativas y daños a la infraestructura crítica.

Sin ir más lejos, la situación de las marejadas anormales en Chile de los últimos días haimpactado a las comunidades costeras. El último episodio dejó pérdidas a las personas en torno a los $400 millones, causando daños económicos en la pesca, acuicultura y turismo.

Las principales instituciones climáticas coinciden en que la situación se agravará si no se toman medidas urgentes. En el sector empresarial, ignorar los riesgos climáticos puede traducirse en mayores costos de operación, disminución de la competitividad y daños irreversibles a la reputación. En este contexto, las empresas deben integrar los riesgos climáticos en sus estrategias de sostenibilidad corporativa.

Esto implica realizar evaluaciones de impacto ambiental periódicas, invertir en tecnologías limpias y adoptar políticas de reducción de emisiones de carbono. Ello porque la transición hacia modelos de negocio sostenibles no sólo es una necesidad ética, sino también una ventaja competitiva. Las empresas que lideren este cambio podrán acceder a oportunidades de mercado, mejorar su reputación y atraer inversores comprometidos con el desarrollo sostenible.

Es fundamental que las empresas también desarrollen planes de gestión de riesgos climáticos. Para ello, Pacto Global ofrece el programa “Acelerador por el Clima”, e invita a las empresas a comprometerse a metas climáticas, en su iniciativa Forward Faster (Avanzar más rápido). Estas deben incluir monitoreo de cifras y medidas concretas para mitigar el impacto de eventos extremos, como la diversificación de fuentes de suministro, la protección de activos vulnerables y la colaboración con comunidades locales para fortalecer la resiliencia.

Asimismo, la transparencia en la comunicación de estos riesgos y las acciones emprendidas,son claves para mantener la confianza de los accionistas y clientes, por lo que es imperativo reportar estos indicadores en su plataforma COP (Comunicación de Progreso).

Así, el cambio climático es el desafío más urgente de nuestra eray la sostenibilidad ya no es una opción; es una necesidad impostergable.Si no se adoptan medidas inmediatas, el costo de la inacción será incalculable, no sólo en términos económicos, sino también en vidas humanas y biodiversidad perdida.




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Desarrollo Empresarial Sostenible: LOS DESAFÍOS DEL GOBIERNO CORPORATIVO

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Por / PhD Katherine López, académica Carrera de Ingeniería Comercial UDLA Sede Viña del Mar

El desarrollo empresarial sostenible es una necesidad imperiosa para las empresas que buscan ser competitivas. Enfrentar desafíos globales como el cambio climático, la desigualdad social y la demanda de mayor transparencia, exige a las organizaciones adoptar estrategias que van más allá de los resultados financieros, involucrando compromisos concretos con la preservación del medio ambiente, y en los ámbitos social y de gobernanza.

El gobierno corporativo juega un papel esencial en esta transición. Más que un marco regulatorio, representa una oportunidad para que las empresas conduzcan estos procesos con profundo sentido ético, transparencia y visión de largo plazo. Sin embargo, el triunfo radica no solo en las políticas y estrategias implementadas, sino también en el desarrollo de competencias internas que permitan a los líderes abordar con éxito la complejidad de estas nuevas realidades.

Uno de los mayores desafíos es la resistencia al cambio. Las estructuras tradicionales muchas veces dificultan la incorporación de nuevos paradigmas, así como también las presiones por obtener resultados a corto plazo pueden frenar iniciativas orientadas al bienestar colectivo. Las organizaciones que logran superar estas barreras obtienen beneficios significativos: mejoran su reputación, fortalecen la confianza de los grupos de interés y crean valor compartido, posicionándose como referentes en sus sectores.

El desarrollo de capacidades internas es clave para que los líderes empresariales puedan encarar los retos que exige el mundo moderno. El pensamiento estratégico, liderazgo, trabajo en equipo y la colaboración son algunas de las habilidades necesarias para tomar decisiones responsables y sostenibles. Al integrar estas cualidades en la cultura organizacional, las empresas están aptas para abordar problemas complejos desde una perspectiva holística, contribuyendo a soluciones innovadoras que beneficien tanto a la propia organización como a la sociedad.

El camino hacia la sostenibilidad también representa una muy buena ocasión para fortalecer la cohesión entre los diferentes actores del ecosistema empresarial. Colaborar con comunidades, instituciones y otros sectores permite a las empresas ampliar su impacto positivo, construir alianzas estratégicas y fomentar una economía más inclusiva y resiliente.

Implementar un modelo empresarial sostenible requiere determinación y responsabilidad social. Los directorios deben asumir un liderazgo transformador, alineando sus objetivos con las demandas de un mundo en constante evolución. Este compromiso no solo asegura la sostenibilidad de las empresas, sino también su contribución al bienestar global. En un momento crítico para el futuro del planeta, las empresas tienen la oportunidad y la obligación de ser agentes de cambio.

 


Columna Opinión/PhD Katherine López, académica Carrera de Ingeniería Comercial 
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