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Opinión

Energía nuclear: Un Chile atómico

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Si es de los que rechaza a rajatabla la idea de sumar energía nuclear a la matriz, pues estas líneas no están escritas para usted. Aquí mostramos cómo sería el paisaje de nuestras costas y la institucionalidad del país si próximos gobiernos deciden darle más valor a las ventajas de la energía nuclear –cero emisión, costos competitivos, producción eficiente y confiable– que a su mayor flanco, la seguridad.

Kenting, Taiwán. Angra dos Reis, Brasil. Vandellós, España. Pichidangui, Chile. Cuatro turísticos balnearios del mundo que cada año reciben en sus arenas paradisíacas a miles de bañistas que llegan los días de calor con sus bolsos y quitasoles. Los surfistas se lanzan a las olas, los niños a la orilla para levantar castillos y otros tantos a nadar, dormir bajo el sol o, simplemente, no hacer nada. Habituados a estas rutinas es raro que los visitantes reparen en los techos redondeados que se ven a lo lejos y que albergan los generadores de energía nuclear de estos países, ubicados cerca de la costa para que el agua apoye los sistemas de refrigeración del reactor.

Es verdad que en las cercanías de Pichidangui no existe central nuclear alguna, como sí ocurre en Taiwán, Brasil y Japón. Pero el 2020 está a la vuelta de la esquina y a juicio de los expertos se trata de un horizonte razonable para contar con una de estas centrales en caso de que se tome la decisión política de entrar a la generación nuclear.
Pichidangui, Chorrillos, Mejillones, Totoralillo, Puertecillo o Los Vilos están en la lista corta de lugares en los que podrían emerger estos reactores y que nos pondrían a la par de Argentina y Brasil, únicos países de Sudamérica que le pusieron fichas a la opción nuclear para fortalecer sus sistemas energéticos.

La discusión sobre los pros y los contras de tener energía generada por reactores nucleares desata pasiones de lado y lado. “Poniendo fin a décadas de vacilación, Chile debe aprobar ahora el desarrollo de centrales nucleares por una empresa mixta, con plantas nucleares localizadas en el Norte Grande o al sur del Golfo de Taitao, alimentando la carretera eléctrica que deberá unir a todo el país” señaló días atrás desde la academia el economista de la Universidad Católica Klaus Schmidt-Hebbel, quien pone el acento en su diagnóstico de “aguda escasez de energía, reflejada en la cuadruplicación del costo marginal de la electricidad desde mediados de los años 2000”, cuando Argentina nos cortó el gas natural y aumentó el precio mundial del petróleo.

Desde la vereda de enfrente, Sara Larraín, directora de la ONG Chile Sustentable, señala que “son las Energías Renovables no Convencionales (ERNC) la alternativa más racional y más económica, considerando que se pueden poner a funcionar en corto plazo –y no en más de 20 años como sería la nuclear– que ya son competitivas y otorgan mayor independencia energética y seguridad en el suministro”.

Ni sueño ni pesadilla

No es misión de estas líneas dirimir una discusión que en el papel ya es intensa, sino más bien imaginar qué ocurriría en Chile si el Estado decide entrar en la carrera atómica. Los intentos por abordar la cuestión vienen desde los 80, momento en que los estudios de factibilidad arrojaron respuestas negativas. Recién el 2007, bajo la administración Bachelet, se reinician las prospecciones, creándose una comisión ad hoc y cuyas conclusiones están impresas en el informe “La opción núcleo-eléctrica en Chile”. Presidida por Jorge Zanelli, doctor en física e investigador del Centro de Estudios Científicos (CECS), más que respuestas, el documento buscó compilar el conocimiento mundial que hay sobre la materia y recomendar una serie de estudios más profundos sobre aspectos territoriales, ambientales, institucionales y económicos entre otros.

Según el diseño del Colegio de Ingenieros, para 2030 –con cuatro reactores operando– la energía nuclear podría representar el 26% del sistema.

El Presidente Piñera tomó la posta. Sin embargo, tras los efectos del tsunami en la planta nuclear japonesa de Fukushima a comienzos del 2011, el tema volvió a sumergirse. Pero no por mucho tiempo. El que los dos mayores proyectos de generación –la central termoeléctrica Castilla y las cinco centrales hidroeléctricas propuestas por HidroAysén– salieran del tablero de juego, volvió al ruedo la discusión sobre la forma en que Chile resolverá en el largo plazo sus problemas energéticos.

A comienzos de este año el mandatario recalcó durante la cena anual de la Energía que “nuestro gobierno no va a construir ni decidir la construcción de ninguna planta nuclear, pero estamos avanzando en conocer mejor esa energía, en capacitar mejor a nuestros ingenieros y en perfeccionar nuestra institucionalidad. Y nadie puede temer al conocimiento. Sólo los ignorantes le temen al conocimiento”. Dejaron pasar algunos meses y días atrás el subsecretario de Energía, Sergio del Campo, anunció que el primer trimestre del 2013 se “retomarán los estudios sobre la viabilidad de incorporar la energía nuclear a la matriz energética de Chile”, explicando que estos se focalizarán en dos áreas, la tecnología y la capacidad de las centrales.

Cabe recalcar que desde que finalizó la Comisión Zanelli, el 2008, a la fecha son varios los informes que se han sumando a la carpeta nuclear del Ministerio de Energía. Roles del Estado y el sector privado, percepción ciudadana, experiencia internacional en marcos reguladores, impactos y riesgos de la generación nuclear y adecuaciones al marco legal existente son algunas de las temáticas en que universidades chilenas, estudios de abogados y consultoras internacionales han opinado.

Poniendo todos estos elementos en la juguera es que suena razonable comenzar a pensar cómo sería Chile con la incorporación de generación nuclear en su matriz energética. Según el diseño del Colegio de Ingenieros, para 2030 –con cuatro reactores operando– la energía nuclear podría representar el 26% del sistema. Se convertiría así en la segunda fuente de importancia después de la hidroelectricidad (40%). Luego vendrían las ERNC con cerca del 15% y, finalmente, las centrales de gas y carbón. Así que, imaginemos.

No en mi jardín

Tres son las zonas estratégicas que los ingenieros definieron como posibles en su Programa de Desarrollo de Centrales Nucleares 2009-2030.La costa de Antofagasta es la primera. En una extensión de 250 kilómetros entre los puertos de Mejillones, Tocopilla y Antofagasta, la central que se plantase allí debería tener por finalidad abastecer al norte grande y la minería, hoy alimentada por termoeléctricas a carbón y plantas de ciclo combinado a gas y diésel.

El segundo sitio perfilado estaría en los 200 kilómetros que hay entre Tongoy y Pichidangui, desde donde se abastecería, principalmente, a la Región Metropolitana. Según Fernando Sierpe, ingeniero civil, ex director de Endesa, Edelnor y Edelaysen y uno de los tres autores de este programa, es en esta área donde debería levantarse el primero de los cuatro reactores que estiman debería tener Chile para 2030. La propuesta es que cada reactor cuente con una potencia máxima de 1.100 MW, generando 9.000 GWh al año. La sugerencia es que, por ser Santiago el mayor centro de consumo, este punto debería albergar dos reactores. En cuanto a la cantidad de personas que trabajaría en un reactor de estas dimensiones, el cálculo es entre 500 y 600 personas, siendo un 15% de ellos ingenieros nucleares.

De acuerdo con estudios de percepción ciudadana que tiene la autoridad, la imagen de la energía nuclear es sistemáticamente negativa y sin distinciones de edad, género y nivel socioeconómico.

El tramo entre Navidad (40 kilómetros al sur de San Antonio) y Pichidangui completa la propuesta. Con un reactor levantado en algún punto de esta línea, abastecería Santiago y la zona sur de Chile. A juicio de los expertos, los terrenos escogidos deben contemplar la posibilidad de ampliación, pensando en que haya espacio para levantar cuatro reactores por cada central. Pero eso sería para un horizonte mucho más allá del 2030.

La gracia de estas posibles ubicaciones es que conjugan la mayoría de los requisitos básicos que exige el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), dependiente de la ONU. Entre ellos, estar en zonas de baja densidad poblacional, cerca de los centros de mayor demanda eléctrica, cerca de abundante agua, cerca de puertos y caminos que faciliten la construcción y operación, cerca de las líneas de transmisión de energía, lejos de la contaminación ambiental, fuera de áreas ecológicas protegidas y de interés patrimonial e histórico. Por cierto, y eso será tema de estudios más específicos, será clave también considerar la actividad sísmica, posibles efectos de tsunamis y la ubicación de fallas geológicas. Diablo Canyon, por ejemplo, central nuclear californiana está rodeada de cuatro fallas, incluida la de San Andrés, y ya lleva tres décadas soportando terremotos.

Jorge Zanelli coincide en cuanto a la ubicación geográfica que podrían tener los posibles reactores como también con los tiempos. “En un escenario en que la demanda crece al ritmo de las últimas décadas, y suponiendo que se hicieran los grandes proyectos Hidroeléctricos de Aysén, la modelación del Ministerio de Energía realizada en 2009 indicaba que sería oportuno incorporar unas 5 centrales entre 2024 y 2030”. La diferencia en su mirada está en el tamaño de los reactores. “Hay una tendencia en la tecnología hacia reactores más pequeños, en torno a los 150 a 300 MW, que pueden operar como baterías modulares de varios GW. Estos reactores podrían ser menos propensos a una fusión del núcleo y podrían construirse en serie y ser ensamblados in situ, lo que bajaría costos y tiempos de construcción como de licenciamiento. Sin embargo, esa tecnología aún está en una fase experimental, pero quizás llegue a ser la tecnología dominante en las próximas décadas”, acota.

En cuanto a la inversión necesaria para este plan, ciertamente que la lista de supuestos es larga, particularmente en lo que se refiere a la tecnología que asegura los más altos estándares de seguridad. De todas formas, el Colegio de Ingenieros aventura un número para los cuatro reactores iniciales: entre los 12 mil y 15 mil millones de dólares, tomando como referencia las recientes compras de centrales hechas por los Emiratos Árabes a Corea del Sur.

Un modelo a considerar

¿Cómo se abordaría esta inversión? Todos los especialistas estiman que deben tratarse de empresas mixtas (Estado y privados) que tengan experiencia en la materia, criterios que quedarían claramente establecidos en las bases de licitación. “Un modelo interesante es el de Finlandia, donde el propietario y explotador de las centrales es un consorcio de grandes consumidores de electricidad”, precisa Jorge Zanelli.

Según las estimaciones, los cuatro reactores iniciales requerirían una inversión de entre los 12 mil y 15 mil millones de dólares.

Endesa, Suez, Duke son compañías cuyos ejecutivos habrían manifestado, privadamente, estar dispuestos a evaluar la inversión. Lo que claramente no están dispuestos a hacer, es ser parte de la campaña de opinión pública que deberá sensibilizar a los chilenos sobre la importancia de contar con energía nuclear en algún punto del borde costero nortino.
MZC Consulting fue la encargada de elaborar el informe sobre el Costo de la Energía Nuclear en Chile estableciendo en su documento que se trata de una opción competitiva frente a la que ofrecen los combustibles fósiles, destacando, eso sí, que se requiere del apoyo inicial del Estado. Al igual que las inversiones hidroeléctricas, la construcción de reactores nucleares es intensiva en capital al inicio. El gasto en operación, mantenimiento y administración en ambos tipos de centrales también es mayor que el de sus pares a carbón y gas. La cosa cambia al analizar los precios de los combustibles. Mientras en la energía hídrica es cero, y en la nuclear muy baja, para el carbón y el gas estos se disparan.

La campaña de imagen en la que debería invertir el Estado tendrá un buen desafío. De acuerdo con el estudio de percepción ciudadana que tiene la autoridad, la imagen de la energía nuclear entre sus encuestados es sistemáticamente negativa y sin distinciones de edad, género y nivel socioeconómico. Muerte, destrucción, bomba, Chernobyl, sucia y guerra son los conceptos que aparecieron de manera espontánea. Sin embargo, en paralelo, una gran mayoría reconoce su carencia de información y estar abierta al debate.

Si en diez años más tendremos una central nuclear en el norte dependerá de la institucionalidad que se dicte. Para ello, lo primero será contar con un órgano regulador independiente que autorice, inspeccione y establezca los criterios de seguridad.

Según el Colegio de Ingenieros y el informe elaborado por Barros Errázuriz en conjunto con la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, para ello se debe asegurar que “el organismo, que tendrá a su cargo el cumplimiento de los estándares de seguridad tecnológica y física de las instalaciones tenga la suficiente autonomía para tomar decisiones, y eventuales medidas coercitivas, sin interferencias o presiones de ningún tipo. Lo anterior, además, va de la mano de la necesaria credibilidad pública del órgano regulador, aspecto sustancial para lograr el apoyo ciudadano, lo que descansa en la independencia tanto de otras organizaciones gubernamentales como de grupos económicos que promueven tecnologías nucleares”.

Asegurar la independencia va de la mano con sus posibles integrantes. Una designación coordinada con el Congreso y nombramientos que no coincidan con el gobierno de turno son sugerencias para resguardar la independencia. También la aprobación de su presupuesto, el que debería ser enviado cada año al Congreso sin tener que ser visado previamente por el Ejecutivo.

Los países que siguen este enfoque se inspiran en la National Regulatory Commission (NRC) norteamericana, órgano regulador que le reporta directamente al presidente y que funciona como contraparte de lo que sería nuestro Ministerio de Energía. Otra posibilidad es que dicha entidad dependa de un ministerio específico, como ocurre en Brasil y Finlandia entre otros países.

Ejemplos para mirar se acumulan y recomendaciones de la OIEA sobran. Lo concreto es que cualquiera sea el esquema escogido se requerirá de un buen set de proyectos de ley. Fernando Sierpe, del Colegio de Ingenieros, cuenta que su diseño contempló seis años de discusión previa a la construcción de la primera central. La elaboración de estudios, la decisión por parte del Ejecutivo de dar la carrera y la discusión parlamentaria son parte de esta fase. Por lo mismo, explican, llevan varios años conversando periódicamente con senadores de todas las bancadas a fin de que se empapen de antemano con la materia. Misma tarea hacen regularmente con ejecutivos de las empresas eléctricas y empresarios.

Desde que se pone la primera piedra, cinco son los años promedio que toma levantar un reactor de uranio enriquecido sin torres de refrigeración como la que están planteando. ¿Qué ocurriría con el abastecimiento de las centrales? La respuesta que dan los ingenieros es muy práctica. El puerto que debe estar asociado al reactor recibirá cada tres años la carga de uranio necesaria para alimentar la central. “25 toneladas de combustible nuclear por año, 75 toneladas en total”, precisa Sierpe, el que entraría directo a la central sin necesidad de ser transportado por tierra.

El uranio se compraría vía leasing a los países productores, sistema que hoy promueve con intensidad la OIEA y que supone que el país que hace la venta se lleva de regreso los tubos en desuso para reciclarlos. Bajo esta mirada, las tres centrales que tendríamos en 20 años en la costa nortina se desentenderían de los desechos y sus efectos.

Fuente:www.capital.cl/negocios/energia-nuclear-un-chile-atomico

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Business

NOS MUEVE LA SOSTENIBILIDAD DEL PLANETA

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Marcela Wulf / Subgerente de Asuntos Públicos de ARAUCO

Es impresionante lo que generan los deportes en las personas, en la sociedad en general: orgullo, infraestructura y buenos recuerdos, pero ¿Pueden los eventos deportivos transmitir un mensaje de cuidado al medio ambiente también?

Desde luego que sí y lo están haciendo cada vez más. Y es que si bien hace años era común ver miles de vasos plásticos tirados después de una maratón o los estadios llenos de basura al terminar un partido de fútbol, ahora las empresas que auspician están yendo más allá de lo meramente publicitario y buscan ser un aporte real para que el “juego sea limpio dentro y fuera de la cancha”.

Desde la creación de elementos deportivos a partir de material reciclado, el uso de buses eléctricos para el traslado de deportistas y la instalación de puntos de reciclaje, hasta la neutralización de la huella de carbono. Con todas estas iniciativas es imposible no generar conciencia en las personas que están viendo el evento por televisión, que lo están presenciando en vivo o que directamente están siendo protagonistas.

En ARAUCO estamos convencidos de que trabajar en una sustentabilidad compartida con otras empresas es clave para mitigar la huella de los eventos deportivos y, al mismo tiempo, transmitir a las personas la relevancia que tiene cuidar la salud del planeta.

Clara muestra de nuestra convicción es el auspicio al IRONMAN 70.3 Valdivia, donde no sólo estaremos patrocinando el triatlón, sino que además contribuiremos a la reducción de residuos a partir del uso de madera y celulosa, productos naturales y renovables que permiten evitar el uso de plástico, por ejemplo, en las señaléticas. De esta forma, aportamos nuestro granito de arena para que este evento sea sostenible.

Es importante destacar que este IRONMAN 70.3 de Valdivia será el primer evento carbono neutral de esta categoría en el mundo, con una estrategia integral desarrollada por la empresa de soluciones ambientales Ambipar Environment que medirá la Huella Carbono, la cual será certificada por Huella Chile.

Así como los recursos naturales, el deporte es un legado para las futuras generaciones. Nos impulsa la misión de dejar no sólo orgullo y buenos recuerdos, sino también un mensaje claro de respeto y cuidado por el planeta.

 


Columna de Opinión/Marcela Wulf/Subgerente de Asuntos Públicos de ARAUCO
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Conversación

LA COP16 CONCLUYE CON ACUERDOS DE RECONOCIMIENTO A COMUNIDADES INDÍGENAS Y AFRODESCENDIENTES

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Las comunidades indígenas y comunidades locales integrarán el tercer órgano subsidiario de la cumbre de biodiversidad. También avanzan en el reconocimiento de las comunidades afrodescendientes. Financiación y monitoreo de acciones, los puntos pendientes.


La 16ª Conferencia de las Partes de la Convención sobre la Diversidad Biológica de las Naciones Unidas (COP16) llegó a su fin después de 12 días de discusiones en Cali, la ciudad del Pacífico colombiano que recibió a 170 delegaciones oficiales, según el balance del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible del país anfitrión. El principal acuerdo que se logró es el reconocimiento de las comunidades indígenas y afrodescendientes como protagonistas de la conservación de la biodiversidad.

Al cierre de la COP16,se aprobó la creación del órgano subsidiario del artículo 8J para pueblos indígenas y comunidades locales, contemplado en el Convenio sobre la Diversidad Biológica, el instrumento internacional para “la conservación de la diversidad biológica, la utilización sostenible de sus componentes y la participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven de la utilización de los recursos genéticos”. El objetivo central del Convenio, adoptado por 196 países en el año 1992, es promover medidas que conduzcan a un futuro sostenible.

El artículo 8J señala, específicamente, que cada país firmante “respetará, preservará y mantendrá los conocimientos, las innovaciones y las prácticas de las comunidades indígenas y locales que entrañen estilos tradicionales de vida pertinentes para la conservación y la utilización sostenible de la diversidad biológica”. También destaca que se promoverá su aplicación más amplia con la aprobación y la participación de quienes posean esos conocimientos, innovaciones y prácticas, y fomentará que los beneficios derivados de su utilización se compartan equitativamente.

De ahí que la creación del nuevo órgano subsidiario, es decir, la formalización de un espacio permanente para que los pueblos originarios participen en la toma de decisiones sobre biodiversidad, salde una deuda del Convenio sobre Diversidad Biológica que completaba más de tres décadas. Se trata de un espacio que permitirá fortalecer la articulación de los países con los pueblos indígenas y las comunidades locales en la definición de acciones que contribuyan a la protección de la naturaleza.

“Esta es una ocasión sin precedentes en la historia de los acuerdos multilaterales sobre ambiente. Los pueblos indígenas y las comunidades locales del mundo, conectadas desde nuestros sistemas de conocimientos en el cuidado de la vida, la biodiversidad, recordamos el largo camino que hemos recorrido en este convenio”, dijo Camila Paz Romero, vocera de los pueblos indígenas.

“Este nuevo órgano subsidiario es un referente para el resto del mundo en que las partes reconocen la necesidad continua de nuestra participación plena y efectiva, conocimientos, innovaciones, tecnologías y prácticas tradicionales para cumplir los objetivos del convenio”, añadió.

Los otros dos órganos subsidiarios que asisten a la Conferencia de las partes son el de asesoramiento científico, técnico y tecnológico, que realiza la evaluación del estado de la biodiversidad; y el de implementación, que formula recomendaciones sobre aspectos técnicos y científicos de la aplicación del convenio.

Un participante de la COP16 en Cali, Colombia, durante la sesión plenaria del 1 de noviembre de 2024.
Conferencia de las Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica

 

Un participante de la COP16 en Cali, Colombia, durante la sesión plenaria del 1 de noviembre de 2024.

Reconocimiento a comunidades afrodescendientes

El otro logro de la COP16 es el reconocimiento que obtuvieron las comunidades afrodescendientes como parte del artículo 8J del Convenio sobre Diversidad Biológica. Con ello se les considera actores fundamentales para el cuidado y la protección de la biodiversidad y se les concede el acceso a recursos para financiar proyectos que ayuden a salvaguardar el medio ambiente. De igual forma, podrán participar en discusiones ambientales globales, incluida la próxima Conferencia de las Partes (COP).

Beneficios compartidos

La COP16 también dio lugar a la creación del fondo mundial para el recaudo de recursos económicos provenientes del uso de información de secuencias genéticas digitalizadas y su distribución justa y equitativa. De este modo, las empresas que utilicen esta información para el desarrollo de sus productos tendrán que destinar parte de sus ganancias a un fondo, del cual se destinarán recursos a pueblos indígenas y comunidades locales, directamente o por medio de los gobiernos. Para compartir los beneficios, se tendrán en cuenta criterios como las necesidades de conservación y la riqueza en materia de biodiversidad de los países. En referencia a la sede de la COP16, se le ha denominado “fondo Cali”.

Financiación y monitoreo: puntos pendientes

Al término de la COP16 quedaron dos puntos pendientes de acuerdo, ambos trascendentales para la implementación del Marco Mundial Kunming-Montreal para la Biodiversidad, el plan global que se adoptó durante la COP15 en Canadá para detener y revertir la pérdida de biodiversidad para el año 2030. La razón fue la suspensión de la cumbre debido a que ya no había un número suficiente de negociadores. “Eso deja algunos retos para la convención y corresponde empezar a subsanarlos”, reconoció la ministra de ambiente de Colombia y presidenta de la Conferencia, Susana Muhamad.

Uno de ellos fue la falta de definición de un modelo de financiamiento para llevar el plan de protección de la biodiversidad a la realidad, identificando las fuentes de recursos, los mecanismos de acceso y de ejecución. Los cálculos indican que para la implementación del marco se requieren 700.000 millones de dólares. El otro punto que no se alcanzó a concretar fue el del mecanismo de monitoreo para medir los avances de los países en el cumplimiento de la hoja de ruta para la protección de la biodiversidad.

La COP de la gente

Según el Gobierno de Colombia, además de las delegaciones oficiales que formaron parte de las discusiones de la cumbre mundial más importante sobre biodiversidad, se registraron alrededor de un millón de visitas a la llamada zona verde, un área dispuesta para la participación de la sociedad civil. Se calcula que unas 40.000 personas asistieron a una variada agenda de actividades académicas.

“En resumen, esta fue la COP de la gente. Se instaló la coalición ‘paz con la naturaleza’ y se logró movilizar tal vez la campaña de educación más importante que haya tenido Colombia en su historia y la movilización por la vida más importante que hayamos hecho. Sobre todo, ver tanta gente emocionada por la biodiversidad”, puntualizó Muhamad.


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Opinión

Día Mundial del Ahorro de Energía: OPORTUNIDADES Y DESAFÍOS PARA LAS EMPRESAS CHILENAS

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Por:Juan Peñailillo/Gerente general Negawatt

El 21 de octubre, en el marco del Día Mundial del Ahorro de Energía, las empresas con alto consumo energético tienen una excelente ocasión para reflexionar sobre su impacto ambiental y, más importante aún, sobre las acciones concretas que pueden tomar para reducirlo. En un contexto donde los precios de la energía continúan al alza, la Gestión de la Energía y la adopción de medidas de eficiencia energética se han vuelto no solo urgentes, sino también estratégicas para mejorar la competitividad empresarial. Esto va más allá de las obligaciones impuestas por la Ley 21.305 de Eficiencia Energética, que exige a las empresas de mayor consumo implementar Sistemas de Gestión de Energía.

En este ámbito, surgen dos preguntas clave que suelen hacerse quienes lideran las políticas energéticas dentro de las organizaciones: ¿Cuál es el potencial de eficiencia energética de mi empresa? y ¿Cuánto puedo mejorar? Afortunadamente, estas preguntas tienen respuestas tanto cualitativas como cuantitativas.

Para identificar el potencial de eficiencia energética, es útil examinar los principales pilares de una correcta Gestión de la Energía. La ausencia de estas prácticas revela un significativo margen de mejora. Algunas de estas prácticas incluyen conocer de forma precisa cómo se consume la energía y las variables que influyen en dicho consumo (medición y análisis). Implementar un sistema de seguimiento de los principales KPIs con acciones correctivas ante desviaciones. Incorporar la eficiencia energética en el diseño de proyectos desde sus etapas iniciales. Mantener un control efectivo sobre la operación y el mantenimiento con un enfoque en la eficiencia de los procesos. Buscar periódicamente nuevas iniciativas de ahorro energético y hacer un correcto seguimiento de los ahorros obtenidos. Si una empresa no cuenta con estos elementos, su oportunidad de mejora es considerable.

Respecto a la segunda pregunta, «¿Cuánto es mi potencial de mejora?», la experiencia global ofrece un valioso referente. Desde 2016, 23 organizaciones chilenas han sido reconocidas en los Energy Management Leadership Awards del Clean Energy Ministerial, que destaca casos exitosos de ahorro energético en empresas que han implementado Sistemas de Gestión de Energía bajo la norma ISO 50001. Estas organizaciones han logrado, en promedio, una mejora del 5,01% anual en su desempeño energético, con un ahorro acumulado de 131 GWh al año.

Es crucial que las empresas comprendan que la eficiencia energética no es solo una responsabilidad ambiental. También representa una oportunidad clave para reducir costos, mejorar su competitividad y reforzar su compromiso con la sostenibilidad a largo plazo.


Columna Opinión/Juan Peñailillo/Gerente General Negawatt
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Opinión

ACLAREMOS UN PUNTO DE LOS RESIDUOS EN LA DESALACIÓN: SALMUERA SÍ. PERJUDICIAL: NO ACTUALMENTE.

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Por Humberto Díaz,
Biólogo Marino de la Universidad de Valparaíso,
PhD. en Ingeniería Química de la Universidad de Chile y Universidad de Manchester (UK).

Que la contaminación del aire es un problema exclusivo de las ciudades, que los humamos solo usamos una parte muy pequeña de nuestro cerebro, que los productos «sin grasa» son más saludables o que los químicos en los pesticidas son siempre peligrosos, son algunas de las sentencias que cada cierto tiempo la ciencia debe aclarar, actualizar o -al menos- matizar. Otra afirmación frecuente suele ser: la salmuera que generan los procesos de desalación es perjudicial para el entorno marino.

Vamos revisando esta frase con datos científicos e información actualizada. Salada sí es. Pero, ¿perjudicial para el medio marino? No actualmente. Ni menos en el futuro.

Si bien, en antiguas desaladoras de la Costa Mediterránea y del Golfo Pérsico, se verificaron en su momento algunos efectos asociados a la descarga de salmuera, esto ya prácticamente no existe en las plantas recientemente construidas. Hoy es clave entender cómo se trabaja este subproducto residual de mayor salinidad que resulta del proceso de extracción de agua potable desde el mar, aguas salobres o pozos.

En Chile se han implementado una serie de medidas y tecnologías que han aumentado la eficiencia y reducido la cantidad de salmuera producida por cada litro de agua desalinizada.

Entre ellas está la mejora de su disposición gracias a difusores de múltiples puntos y sistemas de mezcla que promueven una dispersión rápida y efectiva en el océano, reduciendo su impacto localizado. Adicionalmente, una creciente capacidad de monitoreo ambiental permite en la actualidad evaluar regularmente la calidad del agua y los efectos de la descarga de salmuera en los ecosistemas marinos circundantes.

A nivel internacional ya es posible aseverar que la liberación de salmuera concentrada puede aumentar temporalmente la salinidad local del agua, pero dichos aumentos, al corto, mediano y largo plazo, no afectarían la biodiversidad local, tanto a nivel de composición de especies como en la estructura del ecosistema costero. De hecho, estudios a largo plazo han descartado incluso efectos acumulativos, lo que sugiere que, con las tecnologías y prácticas actuales, los riesgos asociados son mínimos.

En mi experiencia, participando activamente en decenas de monitoreos marinos de modernas plantas desaladoras a nivel nacional, hemos constatado que la liberación de salmuera no afecta la biodiversidad local, ni a los ecosistemas costeros, por lo que es una solución viable y necesaria para enfrentar la crisis hídrica que nos afecta. Aclarado o actualizado ese punto, debemos avanzar hacia un futuro en el que el agua desalada sea una parte integral de la gestión sostenible de nuestros recursos hídricos, considerando tanto las necesidades humanas, como la correcta conservación de los ecosistemas marinos.


Columna Opinión/Humberto Díaz,Biólogo Marino de la Universidad de Valparaíso,
PhD. en Ingeniería Química de la Universidad de Chile y 
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Opinión

Plusvalía en Chile: UNA OPORTUNIDAD PARA FINANCIAMIENTO SOSTENIBLE DE INFRAESTRUCTURA DE TRANSPORTE PÚBLICO

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Camila Balbontin, Investigadora Instituto Sistemas Complejos de Ingeniería (ISCI)
Académica Universidad Católica de Chile

En Chile, como en muchas otras partes del mundo, el financiamiento de proyectos de infraestructura de transporte público se enfrenta a desafíos significativos. Las grandes inversiones necesarias para desarrollar nuevas líneas de metro, trenes suburbanos o corredores de buses son cruciales para mejorar la calidad de vida urbana y reducir las desigualdades territoriales, pero los costos asociados son elevados y los recursos públicos son limitados. En una reciente investigación sobre los efectos de nuevos proyectos de transporte público en el valor de propiedades residenciales en Sídney, Australia, ofrece lecciones valiosas que podrían ser aplicables a la realidad chilena.

En el estudio revelamos que los proyectos de transporte público no sólo mejoran la movilidad urbana, sino que también generan un aumento en el valor de las propiedades en áreas residenciales que se ven afectadas por estos proyectos (por ejemplo, cercanas a las nuevas estaciones). Este fenómeno, conocido como *Land Value Uplift* (LVU) o aumento del valor del suelo, puede ser un recurso clave para financiar proyectos de infraestructura, siempre y cuando existan políticas efectivas para capturar ese valor generado que no está asociado.

En el contexto chileno, especialmente en ciudades como Santiago, donde el crecimiento urbano ha sido acelerado y a menudo desorganizado, la captura del valor del suelo podría ser una herramienta poderosa para financiar expansiones del sistema de transporte. La experiencia de Sídney muestra que los proyectos de tren pesado, como el Metro de Santiago o futuros trenes interurbanos, tienen un potencial significativo para aumentar el valor de las propiedades cercanas, incluso antes de que estén finalizados y operando (i.e., aumento “anticipado”), que no se debe exclusivamente a la mejora en accesibilidad. Por otro lado, las extensiones de proyectos de tren ligero o corredores de buses también podrían generar un aumento del valor del suelo, aunque en menor medida, según sugerimos en el estudio.

No obstante, el aprovechamiento de este aumento del valor del suelo en Chile requiere un marco normativo adecuado. Esto incluye políticas que permitan la captura de una parte justa de ese valor para reinvertirlo en la infraestructura misma. En este sentido, la implementación de impuestos sobre el incremento del valor del suelo, contribuciones especiales de mejoramiento o la creación de zonas de valorización podrían ser mecanismos efectivos para asegurar que los beneficios económicos de los proyectos de transporte público no se limiten a los propietarios privados, sino que también beneficien al bien común.

Además, es crucial que las autoridades chilenas adopten una planificación urbana integral que considere no solo la mejora de la accesibilidad, sino también el desarrollo sostenible de los barrios alrededor de las estaciones de transporte. La experiencia internacional sugiere que el aumento del valor de la tierra no es automático ni uniforme; depende de múltiples factores, incluidos la calidad de la infraestructura, la conectividad con otras redes de transporte, y las características de las comunidades locales. Por lo tanto, cualquier política de captura de valor debe ser diseñada cuidadosamente para maximizar sus efectos positivos y minimizar los riesgos de especulación inmobiliaria y desplazamiento de comunidades vulnerables.


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