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EL HIELO DEL ÁRTICO CONTRA LA AMBICIÓN POR EL PETRÓLEO
Por supuesto, este objetivo tiene obstáculos políticos y económicos. El interés por el control del petróleo es capaz de desplazar ejércitos y de disfrazar la codicia en nombre de los más nobles ideales de libertad y democracia. Así sucede en el Medio Oriente, una región donde detrás de las luchas por el poder y los enconos tribales-religiosos se despliega la disputa por el oro negro. Lo que muchos aún no saben es que el Ártico, también, se ve amenazado por la búsqueda de las riquezas petroleras que yacen bajo el hielo.
El Ártico se derrite y los científicos están perplejos. Según los estudios realizados, no se había detectado que esta zona sufriera deshielos estacionales durante los últimos 700.000 años, a pesar de que hubo períodos de temperaturas más altas. Se genera además un círculo vicioso: al haber menos superficie de hielo, es menos la energía solar que se refleja y, por lo tanto, se prevé una agudización del fenómeno.
Esto es un hecho de la causa, tal como la certeza de que si no damos el salto y dejamos atrás la adicción a los combustibles fósiles, los territorios más vulnerables, sus habitantes y luego la humanidad toda lo pagará demasiado caro. Esto se hace posible en la medida que las zonas que se deshielan son demandadas por los gobiernos de la región, rompiendo el criterio de neutralidad territorial aplicado sobre los polos. Detrás de este súbito interés por la soberanía, como ha ocurrido tantas veces en la Historia, se encuentra el interés corporativo de la industria petrolera, para la cual cada metro que se derrite abre camino a la explotación. Empresas como Shell, en la práctica, están propiciando la extinción de este ecosistema y de sus especies, como los osos polares, morsas y narvales.
Los osos polares son una especie especialmente frágil. Según estudios basados en la proyección actual la gran mayoría de los 20 mil ejemplares que viven en el Ártico podrían extinguirse antes de 2050. Con la disminución del hielo cada vez tendrán menos alimento, lo que puede traducirse en que su tasa de reproducción baje sustancialmente. Las imágenes y los reportes son dramáticos en mostrar que, en las costas de Alaska, muchos osos han quedado varados en la orilla porque el puente helado que les permitía regresar al Polo ha desaparecido. Esta trampa de la naturaleza empieza a hacerse masiva y quizás, la desaparición del camino de regreso de los osos polares es un anticipo de lo que podría ocurrirle a la Humanidad, si no reacciona a tiempo.
Según una calificación emitida hace algunos meses por la Administración Nacional de los Océanos y la Atmósfera (NOAA) de Estados Unidos, la situación ha empeorado en forma drástica en los últimos cinco años, puesto que la región –y el planeta- están absorbiendo demasiado calor solar debido a la velocidad con que se derrite el hielo. Uno de los coautores del estudio, Don Perovich, geofísico del Laboratorio de Investigación e Ingeniería del Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos, fue lapidario: “Quién sabe si estamos en un punto de inflexión y nunca nos recuperaremos”.
Con toda esta evidencia, no es casual que Greenpeace se haya volcado desde sus campañas en zonas o especies específicas hacia este tema de alcance planetario. Perforar el Ártico es arriesgar demasiado, más allá de toda razón y sentido. Al contrario, luchar por salvarlo es comprometerse en nombre de todos los ecosistemas y de todas las especies, incluida la nuestra. Frenar la destrucción del Ártico es hoy una medida de autodefensa que podemos concretar a escala global.
Esta convicción implica, por cierto, evaluar la política planetaria sobre los combustibles fósiles y la capacidad de los gobiernos de resistir ante las presiones corporativas. Se cree que aproximadamente el 25% del petróleo y gas que queda en el mundo, permanece debajo del Ártico. Shell, trasnacional de capitales ingleses y holandeses y que es una de las cuatro compañías petroleras más grandes del planeta, ejerce fuertes presiones sobre los países de la región, incluyendo a Estados Unidos. Si esta compañía, junto a otras, ha apoyado acciones bélicas en las zonas de extracción, ¿por qué no podría hacer lo mismo en el Ártico? Sólo la movilización mundial podría impedirlo.
Hasta el momento, 1 millón de personas en el planeta ha firmado para salvar este ecosistema. Personas que no aparecen en el diario, junto a otras celebridades internacionales como Paul McCartney, Edward Norton, Anthony Kiedis (Red Hot Chilli Peppers), Thom Yorke (Radiohead), Alejandro Sanz, Jude Law, Robert Redford, Penélope Cruz y Javier Bardem son algunas de los artistas que ya se han unido. En Chile, ya se han sumado miles de personas, entre las que los lectores probablemente conozcan a Fernanda Hansen, Karol Dance, Francisco Melo, María José Prieto, Amaya Forch, Andrea Hoffman, Claudia Schmidt, Andrea Velasco, Francisca Ayala, Hotuiti Teao, Eliana Albasetti, Carmen Gloria Arroyo, Katherine Bodis, María José Campos, Andrea Dellacasa, Rayen Araya, Guido Vecchiola, Matías Vega, Luis Weinstein e Íñigo Urrutia.
La tarea, por ser literalmente de vida o muerte, no debe apelar solamente a algunas empresas o la región, sino a la raíz del problema: la demanda. Es esta forma de generar energía en el mundo la que nos ha llevado a esta catástrofe, que se produce también a través de las emisiones de carbono. A través de la implementación de medidas de eficiencia energética y producción de energía limpia, las necesidades globales de energía no requerirán que el Ártico sea invadido.
Llegó la hora de empujar una transición mucho más ambiciosa que la que los chilenos conocen: aquella que deje atrás en el planeta el uso intensivo de los combustibles fósiles. Nuestro futuro común depende en buena medida del éxito en esta labor y de que usted, lector, se tome en serio este asunto como si fuera propio.
VER VIDEO: http://youtu.be/bL3luiNGshM
por Matías Asun, Director ejecutivo de Greenpeace Chile.
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