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Estudio UC cuantifica efectos de cambio climático en Chile en últimas 3 décadas

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Investigación incluyó a Antofagasta, Calama, Valparaíso, Santiago, Chillán y Concepción.
Cuando el termómetro supera los 32°C, en Santiago, la sensación térmica puede llegar hasta los 40 grados, dependiendo de la humedad. Si temperaturas superiores a esa se repiten por más de seis días seguidos se habla de una ola de calor, fenómeno que se ha visto en países de Europa y EE.UU., provocando decenas de muertos.

Y aunque en Chile las olas de calor aún son escasas, debido a que el océano Pacífico regula la temperatura, en los últimos 30 años los días de verano con temperaturas superiores a 32°C en la capital aumentaron, en promedio, dos días por década, pasando de 11 días entre 1961 y 1990, a casi 16 días en la actualidad. Y las proyecciones dicen que la tendencia seguirá en la misma dirección hacia 2100. “En el futuro el aumento es aún mayor y alcanza los 30 días al año”, dice la meteoróloga Claudia Villarroel, de la Dirección Meteorológica de Chile.

Villarroel es una de las autoras del estudio “Evidencia del cambio climático en centros urbanos chilenos (Fondecyt)”, que finaliza en marzo y que es el primero en observar cómo se han comportado los índices extremos de temperatura y precipitación frente al cambio climático en seis ciudades chilenas en las últimas tres décadas.

La investigación, liderada por Cristián Henríquez, del Instituto de Geografía de la U. Católica, detectó un aumento en las temperaturas mínimas en Santiago (entre 0,19°C y 0,32°C por década), y de las temperaturas máximas (0,07ºC y 0,15ºC). Cifras que van en línea con las proyecciones de los modelos climáticos que señalan que a fines de siglo las temperaturas en Chile podrían subir entre dos y cinco grados, en el escenario más severo.

“Puede que las cifras se vean pequeñas, pero cambios menores pueden ocasionar graves consecuencias en la distribución de la flora, por ejemplo. Por muy pequeños que sean los cambios, hay efectos como el avance de la desertificación o la subida de la línea de nieve”, dice Jorge Qüense, investigador del Instituto de Geografía y del Centro Cambio Global de la UC y otro de los autores del estudio.

Los datos muestran que además de la tendencia al alza en las temperaturas y en el porcentaje de días y noches cálidas, se ha registrado una disminución en el número de mañanas con heladas en la capital (temperatura menor a 0ºC) en Calama y desde Santiago al sur.

No pasa lo mismo en todo el país, como tampoco en la urbe, la costa o las zonas periféricas de las distintas ciudades analizadas: Antofagasta, Calama, Valparaíso, Santiago, Chillán y Concepción. Así, mientras las temperaturas mínimas y máximas han disminuido en todas las urbes, en la costa de Antofagasta y Valparaíso la máxima ha mostrado una baja de -0,12º y -0,24, respectivamente, por década (ver infografía). “La variabilidad climática chilena y factores locales, topográficos, geográficos de la ciudad misma afectan los indicadores, además del cambio climático. Ambos se potencian. Mientras los factores locales hacen que los efectos del cambio sean más potentes, el calentamiento global hace que los fenómenos locales se intensifiquen”, dice Henríquez, quien también es profesor invitado del Centro de Investigación Heidelberg para América Latina.

MEDIDAS DE ADAPTACIÓN

Los informes internacionales sobre cambio climático indican que el fenómeno es irreversible, y aunque es transversal, en general, los más afectados por sus consecuencias serán las poblaciones más vulnerables en términos socioeconómicos.

Henríquez dice que los datos que arroja el estudio muestran que la tarea debe centrarse -en el corto plazo- en el diseño de áreas verdes que atenúen el efecto del calor y crear ordenanzas que impidan construir en zonas vulnerables a fenómenos climáticos. Por ejemplo, la cuenca de la quebrada Las Zorras, en Valparaíso, una zona susceptible a ser afectada por inundaciones o remociones en masa o los sectores aledaños al piedemonte de Santiago, como el sector El Panul, en la Región Metropolitana. “Son sectores vulnerables que cumplen funciones ambientales, y si son sometidos a una fuerte presión inmobiliaria se vuelven riesgosos”, dice.

El geógrafo de la UC añade que otra medida urgente es el incentivo al uso de materiales para la construcción de casas y edificios que permitan.

¿Lo más importante? Educar a la población y a las autoridades “en términos de conocer este tipo de impactos y no exponerse a eventos extremos”, dice.
por Cristina Espinoza
Fuente:latercera.com

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