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Incumplimientos ambientales de Pascua Lama

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Es grave que el proyecto minero haya pasado a llevar los compromisos que la empresa adquirió. Ahora debe enfrentar las consecuencias de su actuar.

EL PROYECTO aurífero Pascua Lama -de propiedad de la canadiense Barrick Gold- enfrenta una delicada situación, producto de un manejo ambiental inapropiado, situación que ha sido reconocida por la propia empresa, la que admitió 22 de los 23 cargos que le formuló la Superintendencia de Medio Ambiente. Si bien es positivo que se haya asumido la responsabilidad de lo ocurrido y la compañía busque enmendar esta cadena de errores, se trata de un hecho a todas luces grave, que no sólo tiene implicancias para los intereses de la empresa -arriesga multas millonarias, y las sanciones incluso podrían llegar a la paralización definitiva de faenas-, sino que enloda injustamente la imagen del resto de la industria, por lo que este caso debe servir para repetir la necesidad de que se actúe de manera responsable en la ejecución de proyectos mineros de gran envergadura y su fiscalización oportuna por parte de la autoridad.

Pascua Lama es un proyecto que representa enormes retos desde el punto de vista ingenieril, pues las faenas de construcción se desarrollan a gran altura, y la zona en que se ubica abarca glaciares y cursos de agua que necesitan un especial cuidado desde el punto de vista ambiental. A esto se añade que tiene el carácter de binacional, pues parte de las faenas se desarrollan en el lado argentino de la frontera. Debido a estas características, la obtención de los permisos ambientales ha resultado especialmente compleja. La empresa comenzó a recibir observaciones por parte de la autoridad a lo menos desde 2010, a raíz del polvo que levantaba la construcción, pero esos antecedentes, al parecer, fueron ignorados o minimizados por la administración; igualmente llamativo resulta el antecedente de que la empresa carecía de la infraestructura requerida para evitar que aguas limpias del glaciar fueran contaminadas con las aguas ácidas que emanan de las faenas, lo que puede resultar en un daño ambiental potencialmente grave.

La decisión de reconocer esta cadena de errores ante la autoridad ambiental, cambiar a parte de la plana ejecutiva de la compañía en el país, y comprometer una serie de inversiones adicionales para corregir los problemas detectados constituye el mínimo exigible a un inversionista que incumplió gravemente los compromisos que adquirió y que fueron los que le permitieron avanzar con el proyecto y lograr que éste fuera aprobado. Un requisito indispensable para el correcto desarrollo de los proyectos productivos es el respeto por la normativa, la cual está diseñada para prevenir o mitigar externalidades negativas. Toda acción que contravenga estos criterios debilita la institucionalidad, genera efectos negativos sobre las comunidades directamente afectadas y levanta suspicacias, en un momento cuando existe particular sensibilidad de la ciudadanía respecto de las materias ambientales. Resta ahora esperar las sanciones que aplicará la superintendencia y el monto de las multas que arriesga la compañía, las que podrían llegar a US$ 10 millones.

El caso de Pascua Lama pone también a prueba la capacidad de respuesta de la institucionalidad ambiental y, por lo mismo, cabría esperar que fuera posible compatibilizar la concreción de dos bienes muy relevantes para el país: la posibilidad de llevar a cabo grandes proyectos de inversión, que a su vez sean ambientalmente sustentables. De allí la importancia de que la resolución de este proceso se ajuste a criterios estrictamente técnicos.

 Editorial Diario La Tercera

Fuente:www.latercera.com

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