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Informe del INE revela alza de temperatura y baja de precipitaciones en Chile

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En 15 de las 21 estaciones de medición, las máximas promedio se elevaron en la última década. En seis ciudades, subieron 1 °C o más.

En 2002, la estación meteorológica de Quinta Normal, en Santiago, registró una temperatura máxima media anual (promedio de todas las temperaturas máximas del año) de 22,6 grados. Casi 10 años después, esta misma cifra llegó a 23,6 grados. El alza no es exclusiva de la capital. En Valparaíso, Curicó, Chillán y Balmaceda, las máximas promedio anuales también se elevaron un grado entre 2002 y 2011. Incluso, en Coyhaique el alza llegó a 1,6º en el mismo período. De 21 estaciones de medición a lo largo del país, 15 mostraron un aumento de diversa magnitud.

El incremento forma parte del último Informe Anual de Medioambiente 2011, que será dado a conocer hoy por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE).

ALZA DEL TERMOMETRO

El informe del INE muestra que desde la Quinta Región al sur, el alza de la temperatura media anual ha sido sostenida en el período 2002-2011, un comportamiento que ya suma medio siglo en el país. “La tendencia a lo largo de Chile en los últimos 50 años muestra que la temperatura aumenta alrededor de un grado por década”, explica Claudia Villarroel, meteoróloga de la Dirección Meteorológica de Chile.

La explicación, según la experta, radica en gran medida al cambio climático, proceso que tiene un fundamento natural (cada ciertos miles de años el clima oscila y esa variabilidad natural es lo que ahora se manifestaría con altas temperaturas) pero también un factor humano, dado principalmente por el aumento de los niveles de CO2 y de la población en las ciudades.

El problema, como múltiples estudios internacionales lo han afirmado, es que esta alza tiene graves consecuencias. Una de las más notorias es el aumento de la mortalidad, producto de las olas de calor. Un estudio de la U. de Harvard (2012) indica que un incremento de un grado en la temperatura media en verano eleva entre 2,8% y 4% el riesgo de muerte en adultos mayores con enfermedades crónicas. La investigación agrega que alzas de temperatura en verano en EE.UU., por ejemplo, generan más de 10 mil muertes adicionales por año.

Según Marcelo Mena, director del Centro de Sustentabilidad de la U. Andrés Bello, un grado más implica que la frecuencia de eventos extremos aumenta, lo que significa mayor cantidad de olas de calor, hecho que se asocia a mayor mortalidad en personas de más edad y niños.

En Chile, en los últimos 30 años, dice Villarroel, estas olas son cada vez más comunes. “Las temperaturas por sobre 25 grados, conocidas como summer day, son más frecuentes”. Además, dice, ha habido un alza en las temperaturas mínimas. El caso más notable, el de Balmaceda, donde subió de -27,7º a -17,3º, o en Antofagasta, que pasó de 7,3º a 8,2º, durante la última década.

También se hicieron más comunes las noches cálidas y hubo menos heladas matinales en la zona central, cambios que impactan directamente en la agricultura. Según Marcelo Mena, investigaciones han mostrado que cuando aumenta un grado la temperatura, la productividad agrícola disminuye 10%. “Cuando eso ocurre, aumenta el precio de los alimentos, y como no existe una adecuada capacidad de almacenamiento, se pueden producir problemas importantes”, dice el experto. Situación que el año pasado vivió Estados Unidos: producto de la ola de calor, la productividad agrícola bajó 70%.

Ema Budinich, gerente de estudios de la Sociedad Nacional de Agricultura, indica que ya se están tomando medidas para combatir los efectos del alza de los termómetros. Por ejemplo, los cultivos de cerezas en la VI Región ahora son protegidos por toldos para evitar su mayor exposición solar. “Es un tema que preocupa y ya se están tomando medidas, especialmente con la investigación sobre nuevas variedades que sean resistentes y más compatibles a altas temperaturas”, dice.

También ha habido un impacto en los incendios forestales, los que han generado un aumento en la superficie destruida, de 8.515 hectáreas en el verano 2007/8 a 34.305 en 2011/12.

PRECIPITACIONES

El documento del INE también refleja un sostenido descenso de las precipitaciones en todo el país, aunque, según Villarroel, no necesariamente se debe al impacto del cambio climático. En Chile, el régimen de precipitaciones se rige por una variabilidad decadal (cada 10 años), con ciclos que oscilan entre altas y bajas precipitaciones. “Actualmente estamos en un período decadal seco, que se caracteriza por una disminución de las precipitaciones, lo que no implica que ese comportamiento se mantenga en el futuro”, dice la experta.

La escasez de lluvias comenzó en 2007. En Santiago, todos los años siguientes, excepto 2008, tuvieron escasas lluvias. En teoría, explica Villarroel, se trata de un ciclo que debería culminar el 2017. Sin embargo, reconoce que por efecto del cambio climático puede que la oscilación entre un período y otro sea menor; es decir, la diferencia entre década de años secos y lluviosos no sería tan marcada.

El descenso en las lluvias se manifiesta, a su vez, en los principales embalses. A nivel nacional, entre 2007 y 2011, el volumen total disminuyó 7% (pasó de 6.399 millones de m3 a 5.971 m3). De los 24 principales embalses del país, la mitad bajó su volumen, y en algunos casos como La Paloma, Puclaro y El Yeso de manera dramática.

CONTAMINACION

Otro de los puntos del informe dice relación con la contaminación. El documento muestra, por ejemplo, un incremento en la generación de energía a través de fuentes no renovables, como el carbón, que aumentó su uso en 41% entre 2007 y 2011 (171.077 terajoules a 240.677 terajoules).

También se registró un alza en el uso de la leña, que creció 13% entre 2007 y 2011 (de 208.674 terajoules a 234.904 terajoules).

La generación de basura domiciliaria aumentó en todo el país, salvo en las regiones de Coquimbo, O’Higgins y Los Lagos.

Donde el informe sí constata una mejoría es en la contaminación en Santiago. Por ejemplo, la evolución anual de material particulado para el período 1997-2011 disminuyó. Si en el año 1997 los días sobre la norma fueron 112, en 2011 fueron sólo 28. Lo mismo ocurrió con las alertas, que bajaron de 38 a 16 días. Las preemergencias, de 37 a tres días. Mientras que las emergencias pasaron de cuatro a cero. El nivel de material particulado PM10 anual (partículas grandes que miden hasta 10 micrometros) que proviene de tubos de diésel y chimeneas de fábricas disminuyó de 73,8 ug/m3 en 1999 a 55,5 ug/m3 en 2010.

Entre las razones que explican esta evolución está la implementación de medidas en el transporte público y combustibles. “La rebaja importante de contaminantes se debe a varias medidas. La más importante fue sacar los buses antiguos y que ingresaran los buses licitados, que tenían un mayor estándar y una fecha máxima de uso. La otra es la prohibición del uso de leña en invierno (pese a que en el resto del país aumentó) y en el año 2000 se prohibieron las quemas agrícolas en el invierno”, indica Mena. Medidas posteriores, como la eliminación del plomo de las bencinas, el incentivo de autos catalíticos y la llegada de combustibles limpios a las empresas que deben ocuparlos en los períodos de preemergencia, dice Mena, han contribuido también.

¿Más soluciones? La ciudad tiene que adaptarse, indica Mena. “Hay que construir más espacios verdes para evitar el efecto de isla calórica, cuando las temperaturas del centro de la ciudad son mayores que en la periferia, que se sobrecalienta por los materiales de las que está hecha”. Construcciones con cubiertas verdes son otra alternativa.

fuente:LaTercera.com

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