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¿POR QUÉ AMÉRICA LATINA SIGUE SIENDO TAN DESIGUAL?

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A pesar del crecimiento de la última década y de la aplicación de políticas redistributivas, América Latina sigue siendo la región más desigual del planeta, sólo superada por una zona plagada de guerras y hambrunas: el África Subsahariana. Los logros sociales son indudables. En los últimos 15 años unos 100 millones de latinoamericanos salieron de la pobreza y, sin embargo, la distancia que los separa de los más ricos apenas ha variado.

 

 

Diversas mediciones de la norma internacional usada para la desigualdad, el Coeficiente Gini, coinciden en este dato. Según el Banco Mundial y el Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (CEDLAS), África Subsahariana tiene un nivel de desigualdad del 56,5, seguido por América Latina (52,9) y bastante lejos de Asia (44,7) y Europa del Este y Asia Central (34,7).

Uno de los autores de esta medición es Leonardo Gasparini, del CEDLAS, quien explicó a BBC Mundo que esta desigualdad tiene fuertes raíces históricas. “América Latina es muy desigual desde la colonia. Parte de las brechas actuales tienen su raíz en una larga historia de sociedades elitistas, con sistemas políticos poco democráticos y modelos económicos excluyentes. Los avances que se lograron a partir de 2000 sólo han compensado la profundización de la desigualdad en la década de los 80 y 90 que llevó a que la región consiguiera el mote de la más desigual del planeta”, señala Gasparini.

El vaso medio lleno

El coeficiente Gini analiza la distribución del ingreso en distintos sectores sociales con valores que van del 0 (igualdad total) al 1 (desigualdad absoluta).

Se calcula que desde 2000 la pobreza ha descendido en un 30% en la región y que esta caída tuvo un impacto en la desigualdad que pasó de 0,54 en 2000 a 0,5 en 2010.

Aun así, comparado con los países más igualitarios la distancia es abismal: el coeficiente Gini de los escandinavos es de 0,25.

Según Gasparini los avances en la última década se han debido a una mezcla de factores económicos y de política social.

“La caída de la desigualdad se debe en parte a factores exógenos, como la fuerte mejora en los términos de intercambio (precios de las exportaciones versus el de las importaciones), y en parte a políticas aplicadas, como el aumento del gasto social, con programas focalizados como las transferencias monetarias condicionales”, indicó a BBC Mundo.

Ejemplo de estas transferencias condicionales es el programa de Bolsa Familia que recibe un cuarto de la población en Brasil a condición de que la familia garantice la escolarización de sus hijos.

En toda la región existen programas similares. El Plan Familias y el Plan Jefes y Jefas de Hogar en la Argentina, el Bono Juancito Pinto y el Madre Niño-Niña en Bolivia, el Chile Solidario, el Familias en Acción en Colombia, el Bono de Desarrollo Humano en Ecuador y Oportunidades en México son algunos de los ejemplos.

El impacto es doble. Por un lado se mejora el ingreso, por el otro se avanza en la educación de los sectores más pobres, lo que ayuda a una mayor movilidad social.

Pobreza, desigualdad, exclusión

A estas políticas se han añadido otras que han contribuido en el combate a la pobreza como el aumento del salario mínimo en toda la región y la implementación de planes específicos para la tercera edad, donde suelen concentrarse los bolsones más duros de pobreza e indigencia, en países como Argentina y Bolivia.

Pero según le indicó a BBC Mundo Marta Lagos, directora de Latinbarómetro, una encuestadora a nivel regional, estos indudables avances en la pobreza no tienen un impacto similar en la movilidad social.

“Los pobres en América Latina son siempre los mismos. Tenemos sociedades muy estratificadas con muy poca movilidad social. De hecho, podríamos eliminar toda la pobreza y seguir teniendo fuerte desigualdad. Para atacar la desigualdad se necesita un mayor acceso al poder, la educación, la salud”, señaló Lagos.

En el campo del poder político una señal clara de exclusión es que la región tuvo que esperar hasta 2006 para tener su primer presidente democráticamente electo de origen indígena, el boliviano Evo Morales.
En una región con unas 40 millones de personas de origen indígena, el presidente boliviano es una excepción más que una regla.

Esta exclusión, que estimula la desigualdad, no se limita a una cuestión étnica.

“Hay una salud y una educación para los ricos y otra para los pobres que tienen que salir a competir en una clara desventaja”, indicó Lagos a BBC Mundo.

Esta desigualdad se ve reflejada y reforzada por lo que debería ser una de las soluciones del problema: la política impositiva, verdadero talón de Aquiles de la región.

¿Quién paga?

Los impuestos pueden ser directos (a la renta y la propiedad) o indirectos (al consumo). Los primeros favorecen la equidad bajo el principio de que el que más tiene más paga. El impuesto al consumo – también llamado al valor agregado o VAT – es exactamente lo opuesto. En vez de un efecto redistributivo tiene uno regresivo: el rico y el pobre pagan el mismo impuesto añadido al precio de un producto.

Un reciente trabajo sobre la política fiscal en América Latina de dos economistas de la CEPAL, Juan Pablo Jiménez y Andrea Podestá, señala el desequilibrio de la carga impositiva sobre ricos y pobres.
“En América Latina, menos de un tercio de la recaudación corresponde a impuestos directos. El grueso de la carga recae en los impuestos sobre el consumo y otros impuestos indirectos. La carga tributaria no solamente es baja, sino que tiene un claro sesgo regresivo”, señalan.

No sólo eso. La enorme evasión fiscal que hay en la región, alimento de la fuga de capitales, implica que los que más tienen pagan todavía menos de lo que deberían, mediante artilugios que proveen contadores y abogados especializados y paraísos o guaridas fiscales.

El impacto concreto que tiene esto sobre la desigualdad se ve a las claras en un estudio específico sobre Argentina, “Fuga de Capitales III (2002-2012)”, que halló un aumento del Coeficiente Gini de 0,42 a 0,49 puntos una vez que se contabilizaban los fondos fugados a paraísos fiscales.

Así las cosas, no sorprende que la percepción de los latinoamericanos coincida con el mote de “región más desigual del planeta”.

Según un sondeo de Latinbarómetro, el 75% de los latinoamericanos cree que la distribución de la riqueza es injusta y que no hay movilidad social.
En la misma encuesta, a la pregunta de qué grupos sociales son los que menos cumplen con la ley, la mayoría ubicó en primer lugar a los ricos (que detentan el poder económico) y a los políticos (que manejan el poder gubernamental).
Fuente/BBCMundo
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