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Alcanzar la Neutralidad en Carbono en 2050

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La ONU, La Unión Europea, El IPCC… Todos insisten en lo mismo: tenemos que ser neutros en carbono en 2050, lo que significa equilibrar las emisiones de dióxido de carbono con la cantidad equivalente a la retirada de la atmósfera.

La relación entre las emisiones de gases de efecto invernadero y el calentamiento global es una evidencia científica. Así que contamos con un plazo de tres décadas para conseguir reducirlas, alcanzar la neutralidad en carbono y proteger el planeta.

Sabemos cuál es la meta, pero, ¿cómo alcanzamos la neutralidad de carbono? Existen diferentes maneras de conseguir esto. Desde la reducción del consumo energético, la mejora de la eficiencia energética o la transición hacia un modelo de consumo energético renovable hasta con mecanismos financieros que cambien nuestra manera de producir y consumir. Sigue leyendo y entérate de qué implica cada una de ellas.

Neutralidad en carbono: ¿de dónde partimos?

A principios de junio de 2020, las emisiones mundiales diarias de CO2 volvieron a situarse cerca de los niveles de 2019, es decir, se registraron un 62% más de emisiones que cuando empezaron las negociaciones sobre el cambio climático en 1990.

A lo largo de este año la situación no ha mejorado. El cambio climático no se ha frenado por la COVID-19, según ha confirmado el informe de United in Science. Tras una reducción transitoria fruto de las medidas de confinamiento y la ralentización económica, las emisiones de dióxido de carbono van camino de alcanzar niveles previos a la pandemia. Ya no puede aplazarse más la adopción de medidas transformadoras si se quiere alcanzar la neutralidad en carbono antes de 2050.

El camino hacia la neutralidad en carbono

Hoy en día, todas las facetas de nuestra vida tienen relación con el medio ambiente. Nuestra forma de producir y consumir, basada en el uso de los combustibles fósiles como el petróleo, el carbón o el gas natural, deja una huella perjudicial en el planeta.

El plan para alcanzar la neutralidad debe implicar necesariamente estrategias que nos ayuden a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, que apuesten por un crecimiento económico disociado del uso de recursos y, por supuesto, que no dejen a nadie atrás. Solo de ese modo podremos reducir las emisiones de dióxido de carbono y adoptar un modelo más sostenible.

Reducción de emisiones

La primera medida para reducir las emisiones de CO2 de la que hablaremos es también la más lógica. Para avanzar hacia la neutralidad en carbono es necesario, en primer lugar, que gobiernos y empresas se comprometan a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.

Para alcanzar este objetivo, será necesario actuar en todos los sectores de nuestra economía: invertir en tecnologías respetuosas con el medio ambiente, apoyar a la industria para que innove, desplegar sistemas de transporte público y privado más limpios, más baratos y más sanos, descarbonizar el sector de la energía, garantizar que los edificios sean más eficientes desde el punto de vista energético y colaborar con socios internacionales para mejorar las normas medioambientales mundiales.

En este sentido, el Green Deal y la inversión en energías renovables van a resultar determinantes. Los planes del Pacto Verde Europeo serán fundamentales para afrontar la reconstrucción de las economías europeas reconciliando el progreso con la salud del planeta. Es la mejor oportunidad que tenemos para salir de la crisis del COVID-19 así como para lograr la neutralidad en carbono.

Fiscalidad energética

Hoy en día todavía es imposible alcanzar las cero emisiones en muchas de nuestras actividades. Pero, para quienes aún no pueden evitar contaminar, existen mecanismos como la fiscalidad energética pensados para compensar sus emisiones de CO2.

Es importante destacar que a través de la fiscalidad energética por sí sola no se logra alcanzar la neutralidad en carbono. Sin embargo, la política fiscal es un instrumento importante para que los gobiernos garanticen la consecución de los objetivos de la unión energética y, en particular, para facilitar la transición a energías verdes, respetando el principio de subsidiariedad y proporcionalidad.

Los sistemas bien diseñados de impuestos sobre la energía animan a los ciudadanos e inversores a favorecer la sostenibilidad y las fuentes de energía limpias sobre las contaminantes.

Mercados de carbono

En la lucha contra el cambio climático, uno de los mecanismos que en los últimos años ha demostrado ser más eficiente es la fijación del precio del carbono. Este concepto nace de la necesidad de tener en cuenta el daño ambiental, social y económico que se produce al emitir gases contaminantes, lo que los economistas llaman “asumir una externalidad negativa”.

Para poner solución a esto, se asigna un precio a las emisiones de gases de efecto invernadero que ayude a redirigir la inversión de gobiernos y empresas hacía modelos de producción y consumo menos contaminantes.

El primer intento de cuantificar monetariamente el coste de emitir gases contaminantes fue con la creación de mercados de emisiones, donde se fija un volumen máximo permitido de emisión. Establecer un precio del carbono tiene numerosos beneficios:

  • Cuantifica monetariamente las emisiones, por lo que responsabiliza a los emisores.
  • Revela costes ocultos y redirige las inversiones hacia proyectos social y ambientalmente responsables.
  • Incentiva medidas de eficiencia energética.
  • Fomenta la innovación de tecnologías limpias.
  • Ayuda a los emisores a compensar económica, social y ambientalmente el impacto de sus emisiones.
Aranceles a productos contaminantes

El impuesto fronterizo al CO2 se aplica a los bienes importados en función de su intensidad de carbono, es decir, de las emisiones de carbono que han sido necesarias para producir esos bienes. Esto significa que las empresas tienen que pagar una tarifa de importación equivalente al coste de los permisos de emisión de CO2 que las empresas nacionales pagan por producir el mismo producto.

Es una forma de proteger a los fabricantes que asumen mayores costes para poder cumplir con la política climática frente a quienes pueden producir en países donde los estándares climáticos son más bajos.

Taxonomía de actividades sostenibles

En 2018, la Unión Europea diseñó un plan que contribuyera al movimiento de capital privado hacia inversiones sostenibles. Para ello, elaboró una clasificación de 72 actividades que deben cumplir, de forma medible, con estos tres criterios para la sostenibilidad:

  • Contribuir a una economía neutra en carbono.
  • No dañar significativamente otros objetivos medioambientales.
  • Llevar a cabo su actividad con un mínimo de estándares.

La taxonomía de las finanzas sostenibles de Europa establece qué actividades económicas contribuyen a los objetivos medioambientales de la Unión Europea, tales como mitigar y adaptarse al cambio climático. Este listado de activos permite a los inversores saber, de forma objetiva, si una actividad está alineada con las metas de sostenibilidad del Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU.

Como decíamos al principio de este artículo, nos quedan tres décadas para conseguir alcanzar la neutralidad en carbono. Treinta años en los que, con el esfuerzo común de gobiernos, empresas y ciudadanos podemos transformar nuestra sociedad y nuestra economía para lograr mitigar los efectos del calentamiento global. Todavía estamos a tiempo, pero es el momento de seguir un plan común para lograr ser neutros en emisiones.


Fuente/
Chile Desarrollo Sustentable
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