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Bosques en miniatura del sur de Chile revelan fascinante mundo invisible
En la Isla Navarino, a orillas del Canal de Beagle y con la Cordillera de Darwin como telón de fondo, el visitante desentraña los secretos de un pequeño universo.
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No miden más de unos pocos centímetros, pero su observación se convierte en una insólita experiencia: se trata de los fascinantes Bosques en Miniatura del Cabo de Hornos, poblados por minúsculas plantas de musgos que revelan los misterios del invisible «abrigo del bosque».
En este rincón del planeta en la Isla Navarino, a orillas del Canal de Beagle y con la Cordillera de Darwin como telón de fondo, el visitante desentraña los secretos de un pequeño universo invisible gracias a una lupa que posa sobre los oscuros rincones de los troncos y las caras húmedas de las piedras, donde los rayos de sol juegan al escondite entre tan pequeñas estructuras.
«Aquí uno se sorprende por esta estética completamente distinta», sostuvo el director del Programa de Conservación Biocultural, Ricardo Rozzi, quien señaló que caminar por el bosque muestra «una flora de pequeños seres que cuelgan de los árboles, algunos líquenes que crecen como frutos y minúsculas estructuras parecidas a flores, nunca antes descubiertos».
Se trata de un lugar de belleza primitiva endémica, donde se extienden mantos de verde intenso cual silencioso y nostálgico abrigo del bosque que anida bajo las lengas color canela.
«Cuando posamos nuestra lupa sobre él -señaló Rozzi- vamos descubriendo nuevas estructuras, pero también nos damos cuenta de que organismos de muchas formas distintas son capaces de coexistir de forma armónica».
A pesar de encontrarse a tan solo 1000 kilómetros de la Antártida, esta cumbre austral del continente americano, situada entre el Pacífico y el Atlántico, es, según Rozzi, un «verdadero invernadero» de clima templado, con una gran diversidad y abundancia de estos minúsculos organismos llamados briófitas.
El Parque Omora, un jardín exuberante de mil hectáreas situado en la Reserva Cabo de Hornos -cobijo del Bosque en Miniatura- alberga más del 5 % de la diversidad mundial de musgos y hepáticas, en un área que sólo representa el 0,01 % de la superficie terrestre.
Las expediciones turísticas con lupa, bautizadas como ecoturismo lupa, son una de las modalidades de excursión que ofrece este parque, situado a cinco kilómetros al oeste de Puerto Williams, que cuenta con un sendero interpretativo que permite disfrutar de una experiencia estética y recreativa al mismo tiempo.
Para Rozzi, científico y filósofo chileno, «el ecoturimo con lupa no sólo amplifica la visión sobre los musgos y otros organismos de los Bosques en Miniatura sino que también nos proporciona una lupa que amplía nuestra imagen mental y afectiva sobre la naturaleza y nuestra relación con ella».
Pasear tranquilamente a través de estos bosques silenciosos, animados por el canto de los pájaros y el eco del picoteo del Carpintero Negro, «infunde una profunda calma al agitado visitante» que va descubriendo las desgreñadas y cenicientas barbas de viejo en las copas de los árboles y las diminutas trompas y cápsulas de los musgos que habitan en las raíces y cortezas de los mismos.
De ahí que, de regreso a sus países, los visitantes pueden «maravillarse de nuevo» observando los musgos, hepáticas y líquenes que crecen en sus hábitats cotidianos como los rincones poco soleados de sus jardines o los muros húmedos de sus casas.
«A través de la observación y distinción de los musgos y los líquenes -manifestó Rozzi- el visitante comprende que estos seres vivos respiran, crecen y se reproducen igual como lo hacen los humanos, lo que convierte esos seres anteriormente inadvertidos, en entes vivos, diversos y hermosos».
Se trata pues, de un «cambio de lentes» que no sólo permite al visitante descubrir nuevos hábitats y habitantes sino que «convierte la lupa en un cristal que nos permite mirarnos a nosotros mismos y explorar la relación que tenemos con la naturaleza».
El viaje por el mundo en miniatura de los bosques subantárticos y sus ecosistemas sirve como imperioso recordatorio de que la especie humana no es sino un habitante más de este magnífico planeta Tierra. Una sencilla pero también trascendental revelación que constituye, según Rozzi, «la verdadera celebración de la vida».
Fuente:La Segunda