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Corales y peces en peligro: EL DESASTRE AMBIENTAL QUE GOLPEA AL FIORDO COMAU

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Es una gran marea café la que hace algunas semanas se apostó sobre el fiordo Comau -también conocido como Leptepu- y que está ubicado en la Región de Los Lagos casi al comienzo de la Carretera Austral. Una marea café que preocupa a las comunidades científicas y locales por los riesgos que está generando, y que podrían aumentar, para los ecosistemas de esa zona y para la alta biodiversidad del lugar.

La actividad económica que está instalada en el lugar, por otra parte, también ha sufrido los impactos. Hasta el 6 de abril, de hecho, Sernapesca había informado que ya se había producido una mortalidad de 1.300 toneladas de salmón en 12 centros de cultivos. Hoy la cifra creció a 4.507 toneladas.

 
Lo que está ocurriendo tiene que ver con una gigante floración de algas nocivas (FAN) -alga del plancton Heterosigma akashiwo- que apareció en esa zona y, aunque hay factores como el cambio climático que podrían tener incidencia, lo cierto para algunos expertos es que las actividades relacionadas a la salmonicultura también tienen responsabilidad. Según explican, estas algas se alimentan de la materia orgánica descargada en el mar por parte de las operaciones de salmonicultura: Estos nutrientes, que son fecas y alimento no consumido por los peces, dan vida a estas algas tóxicas que luego absorben el oxígeno, generando zonas muertas donde no prolifera la vida y que además dan paso a la muerte masiva -por asfixia- de salmones y posiblemente de otras especies que no se conocen.
 
Si bien es la primera vez que un evento así, de esa magnitud, afecta al fiordo Comau, no se trata de un hecho aislado para esa región. En 2016, también producto de floraciones algales nocivas, en solo dos semanas aparecieron 40 mil toneladas de salmones muertos en Chiloé. En esa oportunidad, argumentando razones “de fuerza mayor”, la Directemar y Sernapesca autorizaron el vertimiento de 9 mil de esas toneladas al mar, sin tener claridad de los impactos que esto podría provocar en el ecosistema marino, dicen desde la Fundación Terram.
 
Para la científica y bióloga marina Vreni Häussermann -actualmente investigadora de la Universidad San Sebastián y parte del programa de biodiversidad POETA de la Universidad Católica de Valparaíso- la situación es preocupante además por las señales de alerta que se habían emanado desde hace años respecto de la vulnerabilidad de este fiordo. “Había una alerta, señales de alarma porque habían muerto corales y además estaba la declaración de Incar de que Comau es una zona de alto riesgo”, dice.
 
“Nosotros también lo dijimos, porque estos arrecifes de coral que tenemos están solo en los fiordos de la décima región, en Reloncaví, Comau y Reñihue. En Reloncaví el fiordo ya está con muchos problemas, está muy contaminado; en Reñihue tuvo la erupción del volcán Chaitén hace algunos años y también se dañaron corales. El fiordo Comau era el último donde estaban los corales en buen estado, aunque hace nueve años se murió la mitad. Eso ya era una señal de alarma y se siguió produciendo. Si seguimos así ponemos en riesgo la vida marina de todo este fiordo”, señala.
 
El problema de la floración de algas -que aumenta con condiciones climáticas como las que se dieron este verano de poca lluvia y mucho calor- explica, es que “cuando la floración es grande y empiezan a morir, esas algas van al fondo y como cualquier materia orgánica entra en descomposición. Esas bacterias gastan oxígeno y pueden producir una situación hipoxia. Esto sería lo mismo que echar una gran cantidad de cualquier cosa muerta al agua”.
Riesgo para los corales
El fiordo de Comau posee uno de los bancos de corales de agua fría más importantes del planeta. Son únicos en el mundo y en él se pueden estudiar animales de profundidad tan solo buceando, dice Häussermann. De hecho, comenta, hasta esa zona llegan una gran cantidad de científicos solo por ese motivo.
La importancia de los corales radica en la estructura que le entregan a todo el ecosistema, que los ha hecho merecedores del título de “ingenieros del mar”. Forman verdaderos bosques capaces de dar sustrato a otras especies, además de hábitat y protección. “Es como un bosque donde no solo hay pasto y árboles, sino que mucha más vida”, agrega la investigadora.
 
Uno de los problemas, sin embargo, es que cuando mueren -pese a que naturalmente podrían vivir cientos de años- no saben cuándo ni cómo podrían recuperarse. De los fiordos que se contaminaron hace nueve años, por ejemplo, y donde murieron bancos de corales, todavía no hay señales de una recuperación.
“En 2012 murieron los corales del fiordo Comau en un área de unos 15 kilómetros. Hicimos estudios de esto. Los vimos todos vivos una semana y a la semana siguiente estaban todos muertos. La hipótesis que manejamos ahora es que una masiva floración de algas que murieron causaron una situación de hipoxia, aunque a esto se sumó una actividad volcánica elevada en esa zona”, señala.
 
En otro estudio, agrega, se logró determinar que la productividad primaria entre 1990 y 2010 se dobló, por la cantidad de nutrientes que entraron al sistema, aunque asegura que se trata de estimación muy conservadora por lo que el número podría ser aún mayor. “Hasta ahora solo había floraciones regulares de algas, se ponía verde el agua y después de una semana desaparecía todo. Lo que pasó ahora es que hace dos años se descubrió esta célula de algas tóxicas en el lugar. El hecho de que estuviera presente significaba que algo podía pasar, y ahora pasó”.
La preocupación sobre lo que ha provocado esta marea café es alta, además, porque si bien se conoce que ha perjudicado los cultivos de salmones, todavía no se tiene conocimiento de cómo esta toxicidad ha afectado a peces nativos y el resto de la flora y fauna que habita en el lugar. “No sabemos cómo están las merluzas, los congrios, no sabemos, a lo mejor igual están todos muertos, no se sabe aún”, dice Vreni Häussermann.
Preocupación de la sociedad civil
Según Gabriela Burdiles, abogada y directora de proyectos de la ONG FIMA, este tema no es algo nuevo y recuerda lo que ocurrió el año 2016 que se conoció como “marea roja”, otro evento relacionado con una gran floración de microalgas. “Este es un fenómeno frecuente y, en general, hay bastante evidencia científica de que su ocurrencia se vincula y se intensifica por la presencia de la industria de la salmonicultura, especialmente en estos ecosistemas de fiordos y canales que son muy frágiles”.
 
Burdiles agrega que, pese a que son diferentes tipos de floración de algas nocivas (FAN) las que hasta el momento se han detectado en los focos donde se ha producido mortalidades masivas, y a que aún no se conoce información exacta sobre su origen en este episodio en particular, “lo cierto es que en estas zonas operan más de 15 centros de cultivos, los que generan una gran cantidad de aportes de nutrientes y materia orgánica al fondo marino, propiciando florecimientos de algas nocivas por la falta de oxígeno y la consecuente mortalidad de salmones y de todo lo que exista alrededor”.
 
Para la vocera de Greenpeace, Estefanía González, la principal preocupación tiene que ver con que estas floraciones algales nocivas se están dando en tres zonas distintas del país: Reloncaví, Comau y en la Región de Aysén. Si bien, son distintos tipos de microalgas, afectando no solo a los centros salmoneros sino que también a la biodiversidad. “Nos preocupa el impacto que tiene la propia salmonicultura en el aporte de nutrientes que favorece el desarrollo de este tipo de marea roja y que no se haya hecho nada desde 2016 a la fecha para poder prevenir este tipo de situaciones”.
 
“Factores asociados al cambio climático como el aumento de temperaturas son cosas que no podemos manejar, pero sí podemos manejar no incorporar una mayor cantidad de nutrientes y contaminación que hace que estos eventos se puedan desencadenar y puedan ser peores y más tóxicos”, dice. Así, desde la ONG llaman a tener un “Estado activo en la protección de los ecosistemas, en las comunidades y en los impactos que esto pueda tener, sobre todo con información transparente que hoy no tenemos a la vista”.
 
La misma inquietud nace desde la fundación Terram que manifiestan que “nos alarma la ausencia de información clara y oportuna que debería entregar la autoridad sectorial en estos escenarios, en vista de los antecedentes históricos que existen sobre ellos. Se debe tener presente que, según la propia autoridad, estos eventos comenzaron a ocurrir el 27 de marzo y transcurridos casi 10 días no hay información pública que detalle de forma completa el número de centros afectados, la cantidad de salmones muertos en cada uno de ellos, los planes de contingencia para su retiro y el destino de las mortalidades de peces”.

Fuente/Qué Pasa
Chile Desarrollo Sustentable
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