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!! Crece en Chile producción y exportación de transgénicos ¡¡

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Legislación permite producir semillas modificadas sólo para el comercio exterior o para fines científicos

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Sin que los ecologistas profundos opongan resistencia mediante campañas publicitarios o redes sociales la producción y exportación de semillas transgénicas se han abierto paso en los últimos años en Chile

La superficie sembrada con especies genéticamente modificadas de marz, canola y soya, más algunas de remolacha, mostaza, arroz, tomate y uva de mesa, cultivadas a manera de ensayo, superó las 20.000 hectáreas en 2014.
Hace 10 anos, la superficie destinada a este tipo de cultivos no llegaba a las 10.000 hectáreas.
La mayor parte del incremento se explica por el interés de las companras multinacionales de tomar posiciones en Chile, asociándose con productores locales a quienes aseguran el pago de las producciones.
Según ChileBio, el gremio que agrupa a las empresas productoras de transgénicos, en el país operan 26 compañias que trabajan con 2.426 agricultores, a quienes encargan la producción.
La mayor parte de la superficie contratada la destinan a exportaciones y una parte reducida a investigación de nuevas variedades. Los agricultores subcontratados para ejecutar sólo actividades de investigación suman 535, según este gremio.
El ano pasado toda la producción chilena de transgénicos salió a los mercados externos, totalizando exportaciones por US$508 millones, porque la legislación actual prohíbe que se comercialicen aqur los productos transgénicos producidos en territorio nacional.
Los empresarios locales realizan esta actividad en el marco de la Resolución 1.523, del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), que permite producir semillas modificadas en el país sólo para la exportación o bien para la
investigación científica.
Las zonas con mayor producción de transgénicos se ubican entre el valle central y la Octava Región. En tanto, la Región XV Arica y Parinacota, ha tomado importancia para la investigación, centrada en ensayos de nuevas variedades de semillas transgénicas.
«La principal ventaja de la zona Arica es que se gana tiempo en la investigación, porque se puede sembrar hasta cuatro veces en el ano, debido al buen clima, que es uniforme», explica el director ejecutivo de ChileBio, Miguel Sánchez.

El marco legal chileno no pone ningún atajo a que los transgénicos producidos en el extranjero entren y se vendan libremente en el pals. Así, prácticamente toda la soya que se consume en Chile y la mitad del maíz provienen de países vecinos (principalmente de Argentina y Brasil). Esto sin contar los alimentos que importa Chile, desde otras latitudes, tales como aceites comestibles, azúcar, margarina y harina de trigo, muchos de los cuales pueden ser transgénicos.
Desde la década pasada varios proyectos de ley han intentado regular esta actividad sin mucho éxito, y siguen tramitándose a paso cansino. Tanto el Ejecutivo como el Congreso no muestran interés en sacarlos del congelador, «debido a que se están ocupando de otras prioridades legislativas y porque entre los propios parlamentarios existe confusión en tomo a los transgénicos», comenta Miguel Sánchez.

De este modo, entre vaclos legales y reglamentos ambiguos, los productores locales de transgénicos se han ido
asentando lentamente. «Somos parte de una realidad mundial, donde los transgénicos avanzan de la mano con el desarrollo de la innovación y porque Chile ofrece una ventajosa posición geográfica, tanto para la producción como para la investigación de transgénicos», seftala Sánchez.
El ejecutivo sostiene que Chile es un país predilecto para estas actividades porque produce a contra estación del Hemisferio Norte y porque su aislamiento natural (desierto por el norte, cordillera de los Andes por el este y océano Pacífico por el oeste), ofrece ventajas para la experimentación de nuevas especies, ya que está menos
expuesto a los contagios de plagas e infecciones que atacan a los vegetales. «Chile es el pafs más importante para la investigación de campo y para la industria transgénica de todo el Hemisferio Sur», afirma Sánchez. Ello, no obstante la frágil y atrasada institucionalidad legal, anade el ejecutivo.
Etiquetado
La diputada independiente Alejandra Sepúlveda presentó el mes pasado una moción para incluir en las normas de etiquetado de alimentos una advertencia a los consumidores cuando éstos provengan o contengan
elementos transgénicos.
Si bien la diputada dice que hay varios proyectos de este tipo, que surgieron entre 2001 y 2005, destaca como
relevante la promulgación de la Ley 20.606, en 2012, sobre composición de los alimentos y su publicidad. Esta ley entregó al Ministerio de Salud la facultad de reglamentar todo lo concerniente al etiquetado de alimentos.
Pero a su juicio, «las remisiones al reglamento pueden en ciertos casos ser insuficientes para alcanzar los
objetivos que nos planteamos, como agregar en el etiquetado a los transgénicos».
Afirma que ella presentó un nuevo proyecto, el mes pasado, porque en su opinión «tiene el mérito de indicarle al ministerio la forma en que debe incluirse la información de que un producto está alterado genéticamente, con características particulares y separadas de los demás componentes nutricionales e ingredientes».
A través de esta moción la parlamentaria expresa sutilmente sus reparos a los transgénicos y pretende poner un sello de advertencia a los consumidores.
«La producción de este tipo de alimentos está en franco debate y por lo menos en lo que a mi respecta, estoy más a favor de fortalecer la agricultura orgánica que la industria de los transgénicos», subraya Sepúlveda. En contraste con la lentitud observada respecto de la regulación de los transgénicos, la diputada reconoce que se ha avanzado en legislar para fortalecer a la agricultura orgánica, la que a su juicio «es una agricultura sana, natural, amigable y respetuosa del medio ambiente».
Es más, dice que la certeza que ofrece la agricultura orgánica «es preferible a las dudas que tenemos aún en muchos ámbitos sobre los efectos de los alimentos transgénicos». Luego aftade que la Organización Mundial de la Salud ha puesto interrogantes, como por ejemplo, «la contaminación genética, la estabilidad de los genes alterados y el mayor uso de productos químicos, entre otros, por lo que todavía es momento de discutir y analizar los transgénicos».
Por ese mismo motivo, la diputada afirma que es pertinente «dar un aviso a los consumidores de que el producto que adquieren puede estar alterado y que es de ellos la libertad de decidir de manera informada».
Según Alejandra Sepúlveda, Chile tiene una deuda pendiente en materia internacional al respecto. «Si bien Chile ha ratificado el Convenio sobre Diversidad Biológica, está pendiente la ratificación del Protocolo de
Cartagena, sobre Seguridad de la Biotecnología. Desde este punto de vista, este protocolo regula fundamentalmente las medidas que deben adoptar los estados en el control del flujo de los alimentos transgénicos, principalmente obligaciones en materia de manipulación, transporte, envasado e identificación» .

Gracias al desarrollo cientlfico, Meisel adelanta que en Norteamérica están avanzando en transgénicos de segunda generación. «Hace poco la FDA (Food and Drug Administration) aprobó una manzana resistente a la oxidación, con mayor valor nutricional».
A simple vista, dice que una manzana común adquiere un color café al cabo de un rato de que se parta o se
muela, pero en cambio la nueva fruta mantiene su color y textura originales.
Agrega que en general las investigaciones en el campo de la transgenia pretenden mejorar la calidad de los
vegetales, asf como la resistencia a las enfermedades ocasionadas por pestes y plagas, de tal forma que este
desarrollo evitará el uso de plaguicidas, pesticidas y otros productos qufmicos que elevan los costos de
producción y danan el medio ambiente.
En un ámbito paralelo, Lee Meisel dice que se están investigando transgénicos para desarrollar resistencia a la sequia, «muy oportuno para enfrentar las lamentables consecuencias del cambio climático que nosotros mismos provocamos». Con esta óptica, la profesora Meisel, sostiene que los productos transgénicos, con suficientes respaldos científicos, «contribuyen a la seguridad alimentaria y a la calidad de vida».
Asf y todo, con un sentido critico, el profesor Romilio Espejo admite que el plano económico los transgénicos
han beneficiado más a los productores que a los consumidores, porque, entre otras cosas, aquellos han bajados sus costos, lo cual no se ha visto reflejado en los precios de los alimentos.
Tecnología CRISPR/Cas
Lo que viene después
El bioquf mico Romilio Espejo, miembro de la Academia Chilena de Ciencias, tiene otra opinión respecto de los transgénicos. Dice que estos son el resultado de una tecnología que en sí misma no es buena ni mala. Cita el ejemplo de la electricidad, que en la generalidad de los usos es inocua, pero también es peligrosa. «Puede
servir para alumbramos y hacer funcionar una serie de instrumentos y equipos, pero también sabemos que
unos pocos han usado la electricidad para torturar a personas detenidas».
El profesor Espejo agrega que todos los productos transgénicos han sido rigurosamente evaluados por entes
especializados antes de salir al mercado y que, por lo tanto, no conllevan riesgos para los consumidores.
Es más, dice que la tecnología de la transgenia prontamente será superada por otra más eficaz, bautizada con
la sigla CRISPR/Cas, desarrollada para modificar todo tipo de organismos, incluso células humanas. Ello, «con los nobles fines de combatir enfermedades y mejorar la producción y la calidad de los alimentos».
En tales circunstancias, el académico senala que mientras en Chile se sigue discutiendo si se legisla o no sobre los transgénicos, en países desarrollados ya se aprestan a legislar sobre aquella nueva tecnología.
Mientras tanto, la doctora Lee Meisel, profesora del Instituto de Tecnología de los Alimentos (INTA) de la
Universidad de Chile, opina que hoy la humanidad podría prescindir de los productos transgénicos porque sigue prevaleciendo la agricultura convencional. Pero advierte que en un futuro ésta será necesaria, debido entre otras cosas al aumento de la población y a los efectos perversos del cambio climático, donde incluye a la
sequía.

Fuente:La Segunda 
www.chiledesarrollosustentable.cl

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