Noticia País
DERRAME EN QUINTERO, UN PROBLEMA SIN SOLUCIÓN
El derrame acontecido en Quintero es uno más de los tantos eventos que estresan al ecosistema en una sobrecargada bahía –industrialmente- y donde la biorremediación aparece como una de las soluciones que plantean más preguntas y dudas que soluciones efectivas al modo que esta puede ser aplicada.
.
.
.
En palabras simples, la biorremediación es un tipo de remediación cuando algún ambiente ha sido contaminado con agentes orgánicos y/o metales y que se realiza mediante la acción de microorganismos, plantas o algas (fitorremediación). Estos son capaces de usar tales agentes contaminantes como fuentes de materia y/o energía capaces de ser utilizado por sus metabolismos para su posterior degradación y así remover este naturalmente. Tal propiedad existe de forma natural en los ecosistemas y de la cual depende la resiliencia de los mismos, pero tomando muy largos tiempos, algo que se conoce como “Atencuación Natural”. En ese sentido, los procesos de biorremediación aplicados de forma sistemática pueden acelerar estos fenómenos naturales cuando son aplicados de la forma correcta y no como una planta de tratamiento sin basarse en estudios previos como estudios a posteriori. Es más, por eso mismo muchos consultores han fracasado cuando ven que ésta puede aplicarse como pudieran serlo cualquier otro tipo de proceso de descontaminación.
Lo anterior lo digo con conocimiento de causa, ya que desde el 2000 estudio los procesos aplicados a derrames de hidrocarburos -como el petróleo- y en donde incluso mi tesis doctoral se enfocó a su aplicación a suelos desérticos contaminados. Gracias a los procesos y desarrollos realizados llegamos incluso ganar reconocimientos internacionales como el presentar publicaciones en revistas indexadas revisadas por comités de pares. Después de todos estos años en estos temas, de conocer su aplicación a una diversidad de ambientes, y conocer a fondo la problemática de Puchuncaví –Quintero y experiencias internacionales como la rehabilitación de la Bahía de Green Bay y la reciente fuga en el Golfo de Mexico, puedo llegar a una sola conclusión: esta herramienta sin ciencia detrás, posee una alta incertidumbre en su aplicación y, por tanto, estar condenada al fracaso.
La experiencia del derrame petrolero del Exxon Valdez, como el ocurrido hace dos años atrás en el Golfo de México, demostraron no sólo que esta herramienta es factible, sino que el esfuerzo requiere de un trabajo en terreno mucho más intensivo e integral y que en Chile al parecer no se va a realizar. En este sentido, se desconoce si la empresa contratada aplicará protocolos establecidos, los análisis pre y post necesarios y, por último, si las algas conseguirán hacer lo que el gobierno espera cuando la literatura no apoya tal decisión. Esto lo digo ya que el 25 de octubre del año pasado nosotros mismos, en conjunto con la Universidad Andrés Bello, propusimos el uso de cultivos macroalgales como herramienta a la comunidad local, asistiendo en aquella oportunidad organizaciones de pescadores de la zona, representantes de la subsecretaría de Pesca, la marina, municipios e incluso la misma diputada Molina cuando mis colegas expusieron; y que pudo haber sido hoy un sistema de amortiguación a tal derrame pero no así la solución.
Lo que el derrame no refleja, y que es parte de una visión sistémica, es que la biorremediación no es la solución final, porque sigue siendo una solución “al final de la cañería”, o sea, cuando el derrame ya existe. Esto, porque en la bahía de Quintero seguirá existiendo la presión ambiental mediada por liberaciones de agentes de forma constante, que tienen su origen en el barrio industrial y que son los agentes que estresan el ecosistema, aunque esto sea bajo la norma. Complementariamente, esta no se hace cargo de la rehabilitación de otros ecosistemas que también están interrelacionados, demostrando una carencia absoluta de una visión de gestión de servicios ecosistémicos, y que en este caso hacen de la biorremediación propuesta, una aplicación más decorativa que solución efectiva.
En este sentido Quintero-Puchuncaví, Huasco, así como otras zonas de sacrificio requieren mucho más que normativas, multas o mesas de trabajo que al final año tras año conllevan a estas noticias a la cual ya estamos acostumbrados. Estas requieren de un plan maestro que no se tiene. El gobierno ha adoptado la postura de demandar a quien contamina, cuando la tendencia internacional debiera no sólo ser de quien contamina, paga, sino que quien genera un accidente ambiental compensa, mitiga y rehabilita, siendo aquí mismo el núcleo del problema. ¿Le corresponde tal rehabilitación sólo a quien contaminó esta vez o a quienes vienen haciéndolo a baja escala durante años de operación? Hoy la comunidad quedará tranquila ya que no posee los conocimientos suficientes para comprender lo que se va a realizar y que desde su percepción es que “se está haciendo algo”, cuando en realidad la deuda ambiental aún existe y al parecer seguirá existiendo.
Es quizá hora que la administración actual de una vez decida intervenir, haciendo de este caso la gran acción o legado ambiental que pudiera dejar para las siguientes generaciones. ¿Se realizará?
Por Alex Godoy, doctor en ingeniería, Académico investigador y director del programa de Magister en Gestión de la Sustentabilidad de la Facultad de Ingeniería de la Universidad del Desarrollo.
Fuente/voces.latercera https://www.facebook.com/ChiledesarrollosustentableCDS