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El zoológico y la moral de la época

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En tiempos de grupos activistas, documentales de denuncia y lucha por los derechos de los animales, el Zoológico Nacional cumple 90 años buscando una nueva imagen en medio de un contexto donde las normas éticas están cada vez más alejadas del tradicional concepto de un zoo como una exhibición de animales para la entretención de nosotros, los humanos.

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Viernes 27 de noviembre, cinco de la tarde. Un grupo de 10 funcionarios espera a alguien o algo en la entrada del Zoológico Nacional. Miran hacia Pío Nono y hablan por walkie-talkie. Uno dice: “Ahí vienen los animalistas”, todos miran, pero no pasa nada: es una broma, de la que nadie se ríe, en la calurosa tarde del zoológico.

Los animalistas a los que esperan son los miembros del colectivo Alza tu Voz que han anunciado una marcha para entregar un petitorio a la dirección del zoológico. Se coordinaron por redes sociales, pidieron autorización a la Intendencia, avisaron a la administración del zoo que irían, pero nada.  Media hora después de lo proyectado aparecen cinco miembros. Llevan máscaras de animales –dos de tigre y una de zorro- que compraron en la misma entrada a mil pesos. A unos 15 metros dos adolescentes, alertadas vía  Facebook, los miran mientras comparten un cigarro.

-¿Nos acercamos? –pregunta una de ellas.

-No, mejor vamos al cerro. Hoy no llegó nadie –le responde su amiga, aunque al final se integran al grupo, el que es mucho menor al de las anteriores tres protestas del colectivo este año. “Todo esto se llena”, agrega la joven señalando la desierta entrada del zoo.

Finalmente se juntan 15 manifestantes que despliegan un lienzo e intentan acercarse a la entrada para entregar su petitorio, pero son rodeados por los funcionarios y un par de carabineros. Les dicen que sólo tres pueden pasar a entregarlo. Los animalistas tratan de discutir, pero la contienda es desigual y finalmente acceden. Al llegar arriba se dan cuenta de que un viernes a las seis de la tarde ya no hay ninguna autoridad del zoológico disponible para recibir petitorios.

“¿Para esto quedé todo sopeado?”, se queja mientras un funcionario.

Las protestas no llegan en un momento cualquiera ni en el mundo ni en Chile. Este mes el Zoológico Nacional celebra 90 años en medio de una de las principales reformas de su historia con el plan maestro del Parque Metropolitano que aumentará su extensión desde las actuales 4,8 hectáreas a nueve. En 2013, cuando se lanzó el proyecto, Mauricio Fabry, director del Parque Metropolitano, lo definió en una frase: “Queremos construir el zoológico del futuro”.

El presente

No son buenos tiempos para estos lugares. En distintos países la presión de grupos animalistas, entre otras cosas, ha ido cambiando la percepción pública sobre ellos. El año pasado hubo protestas e incluso amenazas de muerte contra el director del zoológico de Copenhague después de que para evitar la endogamia (o sea, la reproducción entre parientes cercanos), sacrificara a una jirafa perfectamente sana, la diseccionara en público y se la diera de comer a los leones. En agosto, una serie de activistas protestó por la muerte de un panda rojo en el zoológico Vancouver y el documental Blackfish, que denunció la crisis que vive el emblemático parque acuático SeaWorld y el drama de las orcas en cautiverio, ha generado una ola de respaldo internacional.

Chile no ha escapado de la tendencia mundial. Las primeras protestas fueron por Pampa, un tigre blanco que en mayo de 2013 fue sacrificado en el zoológico después de que atacara a su cuidador, quien por protocolo nunca debió haber compartido espacio con el animal. Este año, las condiciones del oso polar Taco durante el verano santiaguino generaron un fuerte debate. Finalmente el animal murió en medio de una campaña que incluyó el contacto de animalistas locales con una reserva canadiense para gestionar su acogida. Sandai, el primer orangután de Borneo en el Buin Zoo, también es objeto de manifestaciones.

 Estos incidentes han contribuido a difundir la idea de que los zoológicos son una institución anticuada, orientada sólo al entretenimiento y donde los animales sufren. Como consecuencia hoy hay varios que enfrentan reducciones de presupuesto y pérdidas. Por ejemplo, el año pasado renunció el presidente de SeaWorld al no poder revertir la caída del 45 por ciento en el precio de las acciones de la compañía. Además, la aerolínea SouthWest Airlines rompió una alianza turística de 25 años con los acuarios. Otro caso es el zoológico de Surabaya, en Indonesia, el que tras perder a 400 animales desde 2009 fue bautizado como “el zoo de la muerte”, lo que hizo caer en un tercio sus visitas anuales.

Además, en muchas partes está aumentando la conciencia jurídica en torno a los derechos de los animales. Aquí en Chile, el 2009 se aprobó la ley sobre protección animal, el primer logro de la causa animalista en este ámbito. En Argentina fueron más allá y en 2014 la justicia reconoció a Sandra, una orangután del zoológico de Buenos Aires, como sujeto de derechos, transformándola en la primera “persona no humana” de la historia. El objetivo de los demandantes es que sea trasladada a un santuario brasileño lejos de la jaula que habita hace 20 años, pero la batalla judicial aún no termina.

En el Zoológico Nacional dicen estar preparados para este escenario. “En Chile estamos recién empezando. En otros países hay documentales gigantes y empresas que han llegado a caerse por la presión, pero nosotros ya sabemos para dónde vamos. Por eso estamos dispuestos a hablar con quien quiera y a mostrar lo que hacemos. No tenemos nada que ocultar”, dice Alejandra Montalba, directora del Zoológico Nacional.

El grupo animalista más activo en este tema en Chile es Alza tu Voz, surgido de la asamblea estudiantil secundaria del 2012, que empezó a presionar por la condiciones del tigre blanco Pampa y este año lideraron las gestiones para llevar al oso polar Taco a una reserva en Canadá. “Los animales están en mal estado, pero siempre que tratamos de enviar a uno fuera del país nos pasa que las gestiones se demoran mucho y se terminan muriendo”, se queja Boris Calderón (24), encargado político del colectivo, que ahora pide el traslado de un hipopótamo y un oso pardo.

Otro grupo que ha participado de esta discusión es Elige Veganismo, quienes entre 2013 y 2014 investigaron ocho zoológicos chilenos, incluyendo el Nacional, y enviaron los resultados a Claire Palmer, zoóloga de la Universidad de Edimburgo. A la especialista no le gustó lo que vio: según ellos les diagnosticó a los animales de “zoochosis”, un término que fue creado para describir los problemas de comportamiento y las conductas obsesivas y repetitivas que exhiben los animales en cautiverio.

“Nuestra campaña está porque se cuestionen las cárceles no humanas y desde ahí la población sea quien desista de asistir, como ha pasado con los circos con animales. A medida que la gente se va informando, y tomando conocimiento, va dejando de ir a estos lugares”, explica Mauricio Serrano, presidente de la ONG Animal Libre, quien participó en algunas reuniones que se realizaron con la gente del zoológico para intentar trasladar a Taco. De esos encuentros nació un petitorio, el mismo  que los manifestantes no pudieron entregar el 27 de noviembre, y que exige medidas que van desde el fin de la venta de alimentos dentro del establecimiento, ya que mucha gente se los da a los animales y les causa daño,hasta su cierre definitivo para trasladar las distintas especies a reservas.

Para Mauricio Fabry, director del Parque Metropolitano, las citas con los animalistas no han sido muy fructíferas: “No hemos recibido una sola propuesta concreta. Ellos quieren liberar los animales, pero ¿a dónde? La mayoría de los casos es a otro cautiverio a veces peor del que están. Nosotros no vamos a dejar de escuchar ninguna propuesta, pero tiene que ser con seriedad”, explica. Alejandra Montalba alega que los animalistas solicitaron mejoras que ya existían, como veterinarios especialistas o fiscalización del SAG. “Ellos no sabían lo que teníamos. Sólo partían de una base: no más zoológico. Hablaban de condiciones que nunca habían visto, que habían escuchado”, dice la directora del Zoológico Nacional.

En octubre, a esta fauna se sumó una nueva especie: el Parda o Parlamentarios por la Dignidad Animal en Chile, la flamante bancada animalista chilena, compuesta por nueve diputados. Su coordinadora legislativa, la abogada Carolina Leiva, reconoce contactos con grupos animalistas por los zoológicos, aunque admite que por el momento no es una prioridad porque están enfocados en dos proyectos: la modificación del delito de maltrato animal en el Código Penal y el fin del testeo cosmético en animales. Por eso, tampoco han revisado el único proyecto de ley en Chile sobre zoológicos. Este fue presentado por los senadores Carlos Bianchi, Francisco Chahuán y Guido Girardi en febrero de este año, y desde entonces duerme la siesta de la marmota en la Comisión de Agricultura del Senado.

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El futuro

Leonardo Anselmi es un rosarino que en 2002 emigró a Barcelona. En el camino dejó de comer carne, se volvió vegano y terminó liderando un movimiento que reunió 180 mil firmas que gatillaron la prohibición de las corridas de toro en Cataluña. Hoy es uno de los principales líderes animalistas de España. También es el portavoz de ZOOXXI, una plataforma creada para reformar el recinto de la capital catalana, que se ha transformado en un referente mundial en la discusión en torno al principal dilema de estos lugares: reinventarse o desaparecer.

“El cierre no es una opción, porque hace que la mayoría de los animales acaben en otros zoológicos o en explotaciones peores. Se calcula que sólo el cinco por ciento de los animales que están adentro tienen algún santuario o reserva donde ir y sólo un pequeño porcentaje los que podrían ser reintroducidos en la vida natural”, explica Anselmi, distanciándose de la postura más radical procierre. ¿La clave? Para él, lo primero es hacer estos recintos sustentables ecológica y financieramente. “En los momentos que los zoológicos dejan de ser rentables los primeros que pagan ese precio son los animales. En seguida baja la calidad de los alimentos, la atención y ya no contratan profesionales”, dice.

Algo que comparten en Parda. “Estamos convencidos de que el zoológico más que cerrarlo debe ser reconvertido en una instancia educativa y de rehabilitación de fauna autóctona”, dice Leiva, sobre una lógica que parece coordinada con el nuevo eslogan que escogió el recinto de calle Pío Nono: “Zoológico Nacional, 90 años salvando animales”.

“Siempre hemos cumplido un rol muy importante en rehabilitación de fauna y hoy eso es mucho más fuerte, por eso queremos destacarlo”, dice Montalba, y entrega cifras: anualmente rehabilitan más 500 animales, el 40 por ciento de las ejemplares del zoológico proviene de decomisos del SAG, el resto ha nacido en cautiverio o llega desde otros zoológicos. “No tenemos ningún animal sacado de la naturaleza”, dice.

Recientemente la Asociación Mundial de Zoológicos y Acuarios (WAZA) publicó un reporte en el que llama a sus miembros (entre los que está el zoológico de Santiago) a gastar al menos el tres por ciento de su presupuesto en conservación. El objetivo del grupo es  recuperar la confianza del público mostrando que estos recintos no sólo son una entretención sino que cumplen un rol protegiendo especies. “Esto se puede lograr de varias formas, invertir dinero es una muy importante”, le dijo a The Guardian el director ejecutivo de Waza, Gerald Dick. El Zoológico Nacional explica que, por ejemplo, desarrolla un proyecto de conservación de la ranita de Darwin, especie amenazada de extinción.

Otra de las apuestas que ganan cada vez más fuerza son los zoológicos sin jaulas, animales ubicados en grandes corrales y distribuidos por macrozonas geográficas (Asia, África, América), las que se observan por los visitantes desde lo alto de muros perimetrales, teleféricos o senderos de trekking. El proyecto emblema lo lanzó en 2014 BIG (Bjarke Ingels Group), un grupo de arquitectos daneses que proponen reformar el de la ciudad de Givskud en un proyecto tan pretencioso como su nombre: Zootopia. Mientras, en abril de 2014, el Zoológico de París reabrió sus puertas después de tres años de remodelación en las que eliminó los espacios individuales e introdujocinco grandes macrozonas (Sabana–Sahel, Europa, Patagonia, Guyana y Madagascar).

El plan de renovación del Zoológico Nacional es más discreto, pero contempla espacios más grandes para los animales, vistas desde lo alto y senderos de trekking. “La verdad es que si vemos los espacios de los animales, estos han crecido bastante. Hay mucho menos animales en exhibición de lo que había en los 90, por ejemplo, y la mayoría de los espacios cumplen los estándares internacionales”, dice Fabry.

La única especie que no tienen contemplado volver a traer es el oso polar. Dicen que no lo hacen por la presión de los animalistas, sino que por un tema de presupuesto. Algo similar ocurre en los recintos de Washington, Atlanta, Memphis y San Diego, los únicos que tienen osos panda en Estados Unidos, pero que ya han anunciado que el gasto de mantención de sus principales atracciones no se sustenta con el cobro de entradas.

Pero el director del Parque Metropolitano aquí en Chile cree que los zoológicos en el futuro pueden ser el último refugio de algunas especies. “El problema del oso polar, por ejemplo, es que las poblaciones se van a acabar en la vida silvestre. Esto es un cambio de paradigma que muchos no han entendido”, dice Fabry, enumerando casos de especies extintas y recuperadas por zoológicos, como el tití cabeza de león, el cóndor de California o el lobo mexicano.

Ante eso, otras voces proponen la introducción de la tecnología para reemplazar a especies exóticas. Por ejemplo, que en vez de ver a un elefante encerrado, se observe por streaming en tiempo real a una manada en África, escuchando el análisis de los investigadores in situ. “Lo ideal sería que no exista la necesidad de que los animales estén encerrados, sino que se creen aulas virtuales donde las personas puedan educarse respecto a los animales sin la necesidad de tenerlos ahí”, explica Carolina Leiva.

En el zoológico esta lógica no convence: dicen que los niños ya tienen esa experiencia gracias a internet o la televisión y que una pantalla jamás podrá transmitir la sensación de ver el porte, sentir la textura o el olor de un animal. Para ellos esa instancia presencial ayuda a potenciar el principal rol de un zoológico moderno: concientizar sobre la conservación a sus visitantes, los que en el caso del de Santiago alcanzan los 900 mil al año.

“La idea es que ya no existan zoológicos que no tengan educación y conservación. Hoy no debieran existir porque serían una simple muestra de animales”, remata Montalba.

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Peter Singer: “El confinamiento sólo puede justificarse para el beneficio de los animales”

El filósofo australiano Peter Singer, autor del libro Liberación Animal, quizás el principal referente del movimiento animalista en la actualidad, plantea que los zoológicos deberían seguir existiendo, pero con varios cambios.

¿Cómo será el futuro de los zoológicos?

Pienso que para retener el apoyo del público tendrán que cambiar. El bienestar de los animales debe ser lo primero. El confinamiento sólo puede justificarse para el beneficio de los animales. Por ejemplo, debido a que el hábitat de estos está desapareciendo, a que están siendo cazados hasta la extinción o a que al haber sido criados en cautiverio no tienen las habilidades para sobrevivir en la naturaleza. Además, es aceptable mantener a los animales en los zoos sólo cuando el hecho de que las personas los observen no los afecta negativamente.

¿O sea que no deberían desaparecer?

Los zoológicos pueden servir para educar a la gente sobre temas como la pérdida de hábitat, pero no deben educar en la idea de que los intereses humanos están por encima de los intereses de los animales.

 

Fuente: La Tercera 
www.chiledesarrollosustentable.cl

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