Empresa & Sociedad
Impuestos Verdes: EL QUE CONTAMINA PAGA
Chile es un país que se enorgullece de tener una economía libre. Sin embargo, existen sectores de nuestra economía que han estado generando externalidades, que al ser ignoradas causan distorsiones.
Es el caso de la contaminación atmosférica. Globalmente el dióxido de carbono causa cambio climático, y el consenso global es que debemos reducir sus emisiones para evitar cambios catastróficos que pudieran amenazar la economía. Localmente, la contaminación por material particulado, óxidos de nitrógeno, o dióxido de azufre causa daño ambiental, fundamentalmente en la forma de la mortalidad prematura, enfermedades respiratorias, admisiones hospitalarias, ataques de asma, días de trabajo perdido. Este daño ambiental local y global se puede cuantificar fruto de la vasta experiencia de académicos chilenos que han alimentado nuestras políticas públicas para justificar normas ambientales. Tal es el caso de la norma de termoeléctricas, que hoy está vigente en el territorio nacional tanto para centrales existentes como fuentes nuevas. Sin embargo, aún cumpliendo esta norma de termoeléctricas, estas centrales causan daño por las cientos de toneladas de material particulado que emiten a pesar de los equipos de abatimiento que tienen instaladas. Es por ello que estas centrales, además de otras fuentes fijas, como calderas de más de 50MW de potencia térmica estarán afectas a un impuesto verde que considera tanto contaminantes locales como globales.
Quién paga
El principio es, por tanto, que el que contamina paga. Y por tanto el que más contamina, más paga. Si consideramos el efecto del impuesto para fuentes termoeléctricas, este recaudará 230 millones de dólares al año, cuando entre en funcionamiento el año 2017. Este impuesto será pagado en un 94% por las centrales a carbón que emiten más de el doble CO2 por unidad de energía generada que las centrales a gas natural, las que además no emiten material particulado, metales pesados, ni SO2. Estas últimas pagarán el 4% del impuesto, y el resto (diesel, petróleo, etc) pagarán el 2% remanente. Este impuesto incentiva a ir más allá de la norma, pagando menos impuesto, al igual que las centrales que se emplacen en lugares de mejor ventilación, o las en zonas menos pobladas.
Costos ambientales
Se dijo cuando se implementó la norma de emisión de termoeléctricas, de que encarecería la energía y afectaría a los sectores más vulnerables. Al contrario, se ven que los sectores impactados por la contaminación de estas hoy están afectos a 80% menos emisiones de material particulado, sin efecto cuantificable en los costos energéticos. Hoy escuchamos los mismos argumentos, aunque los estudios que avalan la reforma indican que la energía se encarecería en un máximo en un 0.5% para clientes regulados. Al contrario, internalizar los costos ambientales son claves para una economía sin distorsiones, que refleje los costos reales de la generación eléctrica, y otras actividades productivas.
Impuesto verde
Los impuestos verdes de la reforma tributaria no son sino la continuación de una larga tradición de innovación en la gestión ambiental de nuestro país. Fuimos el primer país en transar bonos de carbono a través del Mecanismo de Desarrollo Limpio de la ONU. También fuimos el primer país en generar acciones de mitigación nacionales (NAMAs). Tenemos una tradición larga de usar herramientas de valorización de externalidades locales para justificar nuestras normas ambientales. Y hoy somos el primer país en introducir un impuesto que considera la valorización tanto al daño local, como global. Fuimos uno de los primeros países en fijar metas de generación renovable no convencional en Sudamérica, y el año 2013 elevamos nuestro esfuerzo con una meta de 20% de nuestra energía en la forma de ERNC al 2025. Y este impuesto es parte de una serie de medidas de mitigación que ayudarán a fijar nuestra posición el la convención climática de Lima a finales del 2014, la que dará pie a un nuevo tratado climático post Kyoto. Un impuesto clave para el aire limpio, y un clima sano para nuestra economía, pero más importantemente para el futuro de nuestros hijos.
Por Marcelo Mena, Subsecretaría del Medio Ambiente.
Fuente/diariolatercera
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