Noticia Internacional

La deforestación del Amazonas

Published

on

Fuente de vida, riqueza y hogar ancestral de cientos de comunidades, la Amazonia es mucho más que el “pulmón del planeta”. Con una extensión de seis millones de kilómetros cuadrados, constituye la mayor selva tropical del mundo y abarca territorios en nueve países diferentes. Pero la sostenibilidad de la selva amazónica y la vida que alberga se ve amenazada por una deforestación rampante: la Amazonia ha perdido cerca de un millón de kilómetros cuadrados de masa forestal, lo que equivale a una quinta parte de su superficie.

El motor que impulsa la deforestación en la Amazonia es la explotación de su inmensa riqueza. Encabezando la desaparición de masa forestal encontramos la conversión del terreno en plantaciones agrícolas o en zonas de pastoreo, la construcción de carreteras, la extracción maderera, las actividades mineras o la especulación agraria, todas ellas, en muchas ocasiones, realizadas de manera ilegal o, cuando menos, irregular. Desde los años 90, los protagonistas de la deforestación han sido la expansión de terrenos para la cría de ganado y para plantaciones de soja y aceite de palma.

 El peso de la ganadería como aliciente para la eliminación de selva es particularmente importante en Brasil. Se calcula que el 80% de la deforestación en la Amazonia brasileña ha tenido como objetivo la expansión de pasturas, hecho que responde tanto a patrones internos como externos: a pesar de que tan solo una cuarta parte de la producción de carne de res se destina al mercado internacional, Brasil es, junto a Estados Unidos, el principal exportador de carne del mundo.

Vinculado a la industria de productos animales encontramos el segundo factor que está alimentando la desaparición de la Amazonia: la soja. El boom del consumo de carne y de productos derivados de animales en Europa, Estados Unidos y China ha convertido esta selva tropical, particularmente la zona brasileña, en la plantación de soja de los países desarrollados. Así, la soja se ha convertido en la principal exportación de Brasil, cuyo principal empleo es como pienso animal. China se ha convertido en el mayor mercado de la soja latinoamericana —así como de carne de res y cuero—, seguida de Europa: más de la mitad de los 46,8 millones de toneladas de soja y derivados importados por Europa en 2016 procedían de América Latina, especialmente de Brasil, Argentina, Paraguay y Bolivia.

.

La explotación económica del Amazonas está, además, salpicada de irregularidades. Los madereros de Brasil disponen de un sistema para sortear la ley y conseguir que la madera talada ilegalmente llegue a los mercados internacionales, y en Perú el número de canteras ilegales ha aumentado más de un 400% en las dos últimas décadas. La implementación de la ley —cuando la hay— se ve obstaculizada por la enorme extensión de la selva, las limitadas capacidades de control, la debilidad de las instituciones medioambientales, el poder de las mafias locales y la corrupción política.

Contra la vida y el medio ambiente

El valor de la selva amazónica como ecosistema y como barrera ante el cambio climático es inconmensurable. Hogar de millones de especies animales y de plantas, se calcula que en la Amazonia habitan una de cada diez especies conocidas. Desgraciadamente, la tala y quema indiscriminada de árboles amenaza la que es la biorreserva más grande y variada de la Tierra. El peligroso cóctel que supone la combinación del cambio climático con la tala y los incendios provocados podría suponer que el Amazonas esté al borde de alcanzar su punto de inflexión —un calentamiento de 4 ºC o una deforestación del 40%—. Sobrepasar esta frontera acarrearía cambios irreversibles en el ecosistema más rico del planeta, principalmente un proceso de sabanización a gran escala. Hasta el momento, el Amazonas ha experimentado una deforestación del 20% de su superficie —casi un millón de kilómetros cuadrados— y un calentamiento de 1 ºC en los últimos 60 años.

Los cambios en el clima regional derivados de la praderización de la selva amazónica reducirían las precipitaciones y aumentarían la temperatura. A su vez, estaciones secas más prolongadas e intensas —en 2005, 2010 y 2015 la Amazonia brasileña sufrió las sequías más intensas del siglo, consecuencia tanto del cambio climático mundial como de la deforestación regional— podrían conllevar no solo una mayor vulnerabilidad ante los incendios y las sequías, sino una mayor tasa de mortalidad entre determinadas especies, cambios en la bioma y perdida de hábitat —todos estos, factores estrechamente vinculados—.


Fuente/El Diario
Chile Desarrollo Sustentable/www.chiledesarrollosustentable.cl 
www.facebook.com/pg/ChiledesarrollosustentableCDS 
twitter.com/CDSustentable  
#CDSustentable #MedioAmbiente #DesarrolloSostenible, #Sostenibilidad #COP25, #COP25CHILE

Leave a Reply

Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Trending

Salir de la versión móvil