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La semilla de Monsanto en Chile

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Con ventas que superan los US$ 15 mil millones a nivel global y una facturación de US$ 160 millones en Chile, la mayor productora de semillas del mundo refuerza su apuesta por el país y busca revertir el daño de imagen tras la denominada “Ley Monsanto”.

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Por tercer año consecutivo, para ayer sábado estaba convocada la marcha mundial contra Monsanto, la mayor productora de semillas del mundo. Un evento global en rechazo a la compañía estadounidense, donde estaba previsto que participaran más de 250 ciudades del mundo. Santiago también tenía contemplado unirse a la protesta.

A la firma se le reprocha ser responsable de la manipulación genética en vegetales, con la producción de semillas transgénicas (introducir un gen dentro de una planta que le da una característica mejorada), cuestionamientos que en Chile arrastra desde 2009 con la tramitación del proyecto de ley que buscaba regular los derechos sobre obtenciones vegetales, iniciativa bautizada como “Ley Monsanto” y que en marzo de 2014 el gobierno retiró del Congreso para introducir modificaciones.

“Fue una buena idea de alguien para transformarlo en bandera de lucha, pero ese proyecto poco y nada tiene que ver con Monsanto. La ley busca regular la propiedad intelectual de quien crea variedades vegetales y, por el tipo de productos que vendemos, no nos afecta ni beneficia. Esa ley podría existir o no existir y los negocios de Monsanto en Chile se mantendrían tal cual como son. Es una mal llamada ‘Ley Monsanto’”, sostiene Yuri Charme, director de operaciones para Chile y Perú.

En la firma prefieren hablar de biotecnología en vez de usar la palabra transgénicos. “Biotecnología es una denominación más justa, donde la biología y la tecnología se funden para lograr avances más rápidamente y de mejor calidad. Hay que perderle el miedo”, dicen en la empresa.

El activismo en su contra, reconocen, ha causado daño a su imagen. “Es claro que nos ha afectado de alguna forma ser blanco de críticas y sí nos importa la opinión que grupos de interés tengan sobre nosotros. Pero ha sido una experiencia de la que hemos aprendido y hoy nos damos cuenta de que debimos haber sido más proactivos para dialogar con grupos de interés”, admite el ejecutivo.

Con sede en San Luis, Estados Unidos, Monsanto es una compañía que tiene poco más de 100 años. Presente en todos los continentes, tuvo un origen bien distinto al actual. Nació como una compañía petroquímica, la que con el tiempo derivó de los químicos industriales al negocio de los agroquímicos, esto es, los pesticidas que se usan en el campo. A inicios de los años 90, los directores de la época decidieron que era el momento de involucrarse en la agricultura de semillas, y adquirieron compañías importantes como Dekalb, especialista en maíz y soya, y Seminis, orientada a las hortalizas y otros vegetales. Desde ahí construyeron su base para levantar el negocio de semillas.

Hoy, sus ventas superan los US$ 15.850 millones al año, tiene un Ebitda de US$ 3.952 millones y una capitalización bursátil que en 2014 rondó los US$ 56.660 millones. En los últimos cinco años, el valor de la acción se ha más que duplicado.

Cuatro líneas de negocio desarrolla la firma, explica Charme. La primera es la producción de semillas de soya, maíz, algodón y canola, algunas de ellas biotecnológicas y otras convencionales.

En un segundo lugar está el negocio de protección de cultivos, que son los agroquímicos. Luego, en términos de tamaño de negocio se ubican las semillas de hortalizas, con un portafolio que va desde las zanahorias, brócoli y cebollas, y por último, tienen una cuarta área de desarrollo, la más reciente, que es la venta de información para agricultores. “Consiste en ofrecer información sofisticada, de alta calidad satelital, que hoy está desarrollada, pero que pocos tienen acceso, por ejemplo, sobre la productividad de la tierra o sobre cómo tomar decisiones agrícolas en función de cómo se va a comportar el clima a mediano plazo”, detalla Charme.

Del total de ingresos, en torno al 70% lo aporta el negocio de semillas de maíz, soya y cultivos tradicionales; un 15% o 20% la línea de protección agrícola (agroquímicos) y lo restante lo aporta el negocio de semillas de otros vegetales, detalla Charme.

Sobre la base de esas cuatro áreas de negocio, Monsanto hoy proyecta una nueva etapa de expansión para los próximos años. “Queremos que la opinión pública conozca a Monsanto no por ser una compañía agroquímica, sino por ser una empresa que logra proponer soluciones a los agricultores para ser más productivos. Estamos preocupados por ofrecer más y mejores productos para que haya una mayor disponibilidad de alimentos y eso se traduzca en productos más asequibles en términos de precio”, apuntan en la firma. Y entregan algunas cifras globales. “La población del mundo hoy es de siete mil millones de habitantes y al 2050 se proyectan nueve mil millones. Desde 1960 al 2050 la FAO prevé que la disponibilidad de tierra agrícola se reducirá en dos tercios. Si cae la productividad de las tierras eso se va a traducir en mayores precios de los alimentos”, comenta Charme.

De Chile a EE.UU. y Europa

Un cuarto de las hortalizas que se comen en Chile provienen de semillas Monsanto. La firma tiene entre un 25% y 27% de participación en el rubro de semillas de vegetales en el país, y posee de un 30% a 31% en el nicho de semillas de maíz. En total, le reporta una ganancia anual del orden de US$ 160 millones.

En Chile, aseguran, Monsanto es líder en semillas vegetales y segunda en semillas de maíz, detrás de la también estadounidense Pioneer.

En el mercado chileno de producción de semillas operan sobre 25 actores, entre nacionales e internacionales, según precisan en Monsanto.

Hace un par de años, sólo la producción de semillas de maíz llegó a representar un mercado total de US$ 270 millones. “Hoy estamos en un ciclo bajo, por la caída de loscommodities. El mercado hoy mueve un tercio de eso”, señala Charme.

De todo lo que producen en Chile, entre un 15% y 20%, dependiendo de la época del año, se destina al mercado doméstico en semillas vegetales. En maíz, del orden del 5% se queda acá.

Dos plantas opera en Chile la transnacional: una encargada de procesar toda la semilla de hortalizas, en la zona de Viluco, cerca de Paine, y una segunda, que procesa maíz y soya, también en Paine. “También trabajamos con otras empresas que nos dan servicio de planta, que contratan a sus agricultores, administran un segmento de la producción y las pasan por sus plantas. Hemos llegado a trabajar con ocho compañías distintas”, comenta Charme. Ese modelo, añade, les permite ser flexibles frente a los ciclos económicos y adaptar la producción acorde a la demanda. Por lo mismo, por ahora no tienen contemplado nuevas inversiones en infraestructura.

En promedio, la compañía trabaja con una superficie del orden de las 10 mil hectáreas de producción de semilla. Son tierras que no son propiedad de la empresa, sino que pertenecen a terceros agricultores, a los cuales Monsanto ofrece contratos con precios establecidos. “Ellos siembran la semilla con el compromiso de que nos devuelven la cosecha”, explica Charme. La zona de producción se ubica entre las regiones V y IX, principalmente.

Después de expandirse a tasas del 10% en los últimos años, el rubro de las semillas de maíz y soya ha ralentizado su crecimiento, dice el ejecutivo, debido al descenso de loscommodities y la baja en la superficie sembrada. El negocio de vegetales, en tanto, si bien ha estado creciendo a tasas del 2% y 3%, presenta un potencial mayor. La razón: las dietas de la población han aumentado el consumo de hortalizas, y eso da espacio de expansión, subraya Charme.

Chile opera como plataforma sudamericana para Monsanto. “Desde acá se venden los vegetales y hortalizas que comercializamos para toda Latinoamérica, acá está la gerencia comercial”, afirma. A su vez, semillas de maíz y soya producidas en Chile abastecen los mercados norteamericano y europeo, comentan en la firma. “Chile es estratégico para el abastecimiento de semillas de contraestación para esos mercados”, destaca Charme. También, agrega, el país juega un rol en investigación.

Monsanto da cuenta de entre el 40% y 50% de los volúmenes de exportación de semillas de maíz, soya y hortalizas de todo el país, explican en la firma.

A futuro, indican, el objetivo es sostener el crecimiento en territorio nacional y de aquí mirar a otros destinos. “Tenemos una apuesta sólida por seguir profundizando nuestra presencia en Chile, ocupando nuestra operación local como soporte internacional”, aseguran en la compañía.

A nivel global, en tanto, la firma continúa con las conversaciones con la suiza Syngenta -también presente en Chile- para fusionar las operaciones. “Las conversaciones siguen y pueden progresar. Monsanto cree que el tema regulatorio es perfectamente abordable”, comenta Charme.

De avanzar en esa dirección, se producirían sinergias importantes que también tocarían al mercado chileno, destaca el ejecutivo. “Ambas empresas son complementarias en sus líneas y estrategias de productos. Syngenta es fuerte en el área de agroquímicos y Monsanto lo es en el negocio de semillas. Esa misma sinergia se daría para la operación en Chile”, destaca Charme.

 

Fuente:La Tercera 
www.chiledesarrollosustentable.cl

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