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¿Los árboles pueden salvar el clima?

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Durante muchos años se ha afirmado que los árboles son nuestros grandes aliados para mitigar el cambio climático debido a su capacidad para el secuestro de carbono.

Sin embargo, depositar en ellos toda la responsabilidad confiando en que los árboles harán su trabajo, mientras seguimos emitiendo gases con efecto invernadero a la atmósfera no es la solución, y numerosos estudios ya se han encargado de demostrarlo.

Por ejemplo, un trabajo publicado en la revista Global Change Biology en marzo de 2019 aportaba distintos motivos por los que las reforestaciones no son la mejor solución, ni la más rápida, para frenar el cambio climático.

Si bien se trata de herramientas necesarias para ayudar en la mitigación del problema y que servirán a largo plazo, no tenemos tiempo y lo que hay que hacer es frenar la quema de combustibles fósiles, como también afirmaba otro estudio publicado en Earth’ s Future en 2017.

Aparte de otros problemas de gestión, uno de los mayores inconvenientes de la estrategia de plantar árboles es el espacio disponible: ¿cuántos árboles podemos plantar -y dónde-, sin ocupar, por ejemplo, superficies urbanas y agrícolas necesarias para nuestra subsistencia?

Pues bien, un equipo del Laboratorio Crowther de Ecología Global de Ecosistemas de la Universidad ETH de Zurich (Suiza), ha publicado un trabajo pionero que calcula en qué lugares del mundo podrían crecer nuevos árboles y cuánto carbono almacenarían.

Reforestar un área equivalente al tamaño de EEUU

Los investigadores calcularon que, bajo las condiciones climáticas actuales, en nuestro planeta podría haber 4.400 millones de hectáreas de cobertura arbórea continua, frente a los 2.800 millones actuales. Por lo tanto, habría capacidad para 1.600 millones de hectáreas más de bosque.

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De estas 1.600 millones de hectáreas, 900 millones cumplen con el criterio previo de no ser superficie ocupada para las actividades humanas. Hablamos de un área equivalente al tamaño de Estados Unidos que estaría disponible, por tanto, para la restauración forestal.

Una vez maduros (recordemos que no es una solución a corto plazo), estos nuevos bosques podrían almacenar 205 mil millones de toneladas de carbono: aproximadamente dos tercios de los 300 mil millones de toneladas de carbono que se han liberado a la atmósfera como resultado de la actividad humana desde la Revolución Industrial.

¿Y dónde plantamos árboles?

Por otro lado, el estudio muestra qué partes del mundo son las más adecuadas para la restauración de bosques. El mayor potencial se puede encontrar en tan solo seis países: Rusia, Estados Unidos, Canadá, Brasil y China.

El Laboratorio Crowther ofrece en su página web una herramienta muy intuitiva que permite navegar por el mapa y descubrir cuántos árboles podrían crecer en cada lugar y cuánto carbono serían capaces de acumular.

“Todos sabíamos que la restauración de los bosques podría desempeñar un papel en la lucha contra el cambio climático, pero hasta ahora nadie había calculado su potencial impacto”, ha explicado Jean-François Bastin, autor principal del trabajo.

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“Nuestro estudio muestra que la restauración de bosques es una buena solución, pero debemos actuar con rapidez, ya que los nuevos bosques tardarán décadas en madurar y alcanzar su máximo potencial como fuente de almacenamiento de carbono natural“, matiza el investigador.

Un problema muy complejo

El cambio climático es un problema muy complejo y, por tanto, las soluciones nunca serán sencillas. Al contrario de lo que sucedía con el agujero de la capa de ozono, que tenía una fuente muy concreta – ciertos compuestos entre los que destacan los CFC-, y una solución directa – dejar de emitir CFC-, el desafío ambiental al que nos enfrentamos ahora tiene dimensiones distintas, empezando porque la principal causa (las emisiones de gases con efecto invernadero), están implicadas en muchos aspectos de nuestra vida.

Todas las estrategias para mitigar el cambio climático, algunas más efectivas que otras, serán bienvenidas pero, como alerta el divulgador y experto Andreu Escrivá, autor del libro ‘No es tarde’, estamos frente a un desafío que también es social y económico (afecta a nuestra forma de vivir y de consumir), y no basta con confiar en una solución tecnológica que resuelva el problema.


Fuente/Muy Interesante/Ambientum
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