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Los brigadistas de la Conaf detrás de las llamas
La Roble 8 es una de las nueve brigadas de la Conaf en la Región Metropolitana que, en el inicio del año, no han tenido descanso: todos los días salen a las 6 de la mañana desde su base en Curacaví para combatir el fuego.
En sus 34 años de servicio en la Conaf, Pedro Parada asegura que nunca había presenciado una escena como la del viernes 3 de enero en la Autopista del Sol. Acostumbrado a batallar contra el fuego entre cerros y bosques, ese día un incendio que comenzó en el sector El Carrizo (provincia de Melipilla), se propagó hasta el borde del camino que une Santiago con San Antonio. “Un bus con pasajeros quedó atrapado entre las llamas y los autos que venían detrás no podían avanzar y el conductor estaba colapsado: había mujeres llorando, niños gritando”, relata.
Parada es jefe de la brigada Roble 8, una de las nueve que tiene la Conaf en la Región Metropolitana, y que aquel viernes trabajaba en la extinción del siniestro cerca del paso Sepultura, en la Ruta 78. “Logramos hacer retroceder el bus y calmar la situación. Los funcionarios de la autopista sacaron una de las barreras y el vehículo pasó por la otra vía. Fue complejo”, dice.
Al igual que el resto de los 118 brigadistas emplazados en Santiago, los 10 “chaquetas amarillas” de la Roble 8 -como se autodenominan por el color de su indumentaria- no han tenido descanso este año. La seguidilla de incendios forestales declarados en la zona ha dejado 15 mil hectáreas quemadas y un episodio de alerta sanitaria por la nube de humo que llegó hasta la capital. Las condiciones aún no se normalizan. “No nos habíamos enfrentado a un escenario de tantos focos, que actúan de forma simultánea y de tanta envergadura”, advierte Parada.
Los efectivos de la Roble 8 -la mayoría menores de 30 años- tienen su base en Curacaví, en el condominio La Aurora. El lugar fue inaugurado en noviembre pasado y en modestos galpones de 150 metros cuadrados se reparten los camarotes, una cocina, el comedor y la oficina del jefe de brigada. Todo luce prácticamente nuevo, salvo las paredes exteriores: los restos de polvo y carboncillo, que los brigadistas traen impregnados en su ropa, han ennegrecido los muros de la base.
A diferencia de Parada, eso sí, la mayoría de los miembros carece de experiencia. Según la Conaf, entre noviembre y marzo hay 1.900 brigadistas contratados -que ganan cerca de $ 350 mil mensuales-, pero el número se reduce a 250 durante el año. El resto debe buscar trabajo en otros rubros y, si las condiciones laborales son mejores, no regresan. En el caso de Roble 8, sólo cinco habían prestado servicio a la institución.
“Acá hay muchos cabros y uno de los grandes problemas es la alta rotación. Como es algo temporal, que dura seis meses, no todos vuelven”, dice el brigadista Manuel Gómez (28), uno de los más experimentados del grupo y que también oficia de enfermero.
La noche del martes 7 de enero, Gómez fue convocado por Parada a una reunión en su oficina. También estaban el jefe de brigada suplente y el jefe de cuadrilla. Ahí, Parada les explicó en qué consistiría la faena del miércoles: subirían uno de los cerros de la cuesta Barriga para bajar desde ese punto hasta la quebrada La Plata, luego serían recogidos en el sector de Lo Aguirre. ¿La misión? Evitar que resurjan las llamas del incendio que comenzó el lunes en Rinconada de Maipú, pero que hasta ese instante estaba controlado. “Trabajarán dos brigadas más y tendremos apoyo de un helicóptero de la Onemi que lanzará agua”, les detalló.
Después de esa reunión, cerca de las 23 horas, todos en la base ya dormían. Seis horas más tarde, el ruido de una sirena de bomberos los sacó del sueño: era el despertador de uno de los brigadistas. “Nos levantamos rápidamente. Incluso el desayuno es rápido: té y un pan, pero nos llevamos colaciones”, cuenta el efectivo Luis Gómez (26).
Los brigadistas deben consumir 3.500 calorías al día. Las colaciones incluyen huevos duros y frutas. Además, les proporcionan raciones de combate con comida deshidratada que se cocinan con un poco de agua. La idea es que dispongan de alimento cuando están desplegados en el combate contra el fuego. “Cuando hay alerta roja, como ahora, la Onemi también reparte raciones. Son las mismas que las de Conaf, pero tienen galletas. A veces es rico comer galletas cuando estás en medio del fuego”, agrega Gómez.
A las 6 de la mañana, cuando aún no amanecía en Santiago, los 10 combatientes ya estaban a bordo del un furgón KIA -con capacidad para 14 personas- rumbo al cerro. La mayoría silentes, otros untándose bloqueador factor 50 en la cara. “Llevamos unas mochilas donde cargamos tres litros de agua. Igual se nos hace poco, por lo que yo me llevo un par de botellas de medio litro en los bolsillos”, cuenta Alexis Alvarado, jefe de cuadrilla, quien luce una venda en su mano. “No fue el fuego, sólo me caí y me rasmillé”, recalca.
Aunque el furgón intentó subir por un camino ripioso, sólo avanzó unos metros. Parada dio la orden de seguir a pie hasta unas antenas en la cima del cerro. Cada uno de los efectivos tomó una herramienta -hachas, rastrillo, rozones- y siguió el camino: casi 500 metros a una temperatura que esa mañana era de 16 grados. “Lo mejor es trabajar por la mañana. Cerca de las 13.00 horas, el calor hace posible que aparezcan llamas”, agrega Alvarado.
En ambos extremos de la cumbre, litres, chaguales y otros arbustos lucían carbonizados por las llamas que el día anterior arrasaron. La Roble 8 se encargó de revisar tres de los seis cuadrantes establecidos por la Conaf para esa zona. “Debajo de la maleza quemada, puede que aún haya ramas prendidas que con el calor y el viento resurgen. Una pavesa encendida puede originar un nuevo foco”, explica Manuel Gómez (28).
Las pavesas encendidas son los grandes enemigos de los brigadistas. Según ellos hay dos tipos: la liviana, que vuela, y, una más pesada, que rueda. “Nosotros distinguimos una tercera. Le llamamos ‘pavesa con patas’. Son animales, como conejos, que tiene su pelaje encendido y, con el miedo, corren por el cerro propagando el fuego”, dice Gómez.
Aquel día, los miembros de la brigada revisaron cerca de 600 hectáreas. Fue la jornada más tranquila de la semana: el jueves surgió un foco cerca de la Escuela de Suboficiales del Ejército, en Rinconada de Maipú, que fue controlado el mismo día. El viernes, en tanto, volvieron al incendio que se originó en El Carrizo y que hace una semana provocó la situación de pánico en la Autopista del Sol. “Hicimos líneas de cortafuego que consiste en raspar hasta la roca, eliminando toda la maleza combustible. Incluso nos ayudó una pala mecánica”, cuenta Gómez. Finalmente, un helicóptero los recogió y los llevó al ‘puesto cero’, el lugar donde están los mandos de la Conaf y se realiza la coordinación con otras entidades, como Onemi y Bomberos.
“A veces siento que todo el crédito se lo llevan ellos. Están haciendo ahora una campaña para llevarles agua y esas cosas”, lamenta Manuel Gómez. “Pero nosotros somos los que subimos cerros para combatir el fuego cara a cara”, remata.
Fuente: diario la terceera