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Mathis Wackernagel, creador del concepto “huella ecológica”: «Ocupamos los recursos del planeta un 50% más que lo que se renuevan»

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Recientemente estuvo en nuestro país el abogado medioambientalista suizo, presidente de Global Footprint Network, uno de los fundadores del concepto «huella ecológica», que es un indicador del impacto ambiental generado por la demanda humana, en relación a la capacidad ecológica de la Tierra de regenerar sus recursos.

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En su visita, Wackernagel analizó la forma en que este concepto, creado hace menos de 15 años, se ha transformado ya en una medición oficial para un grupo de países, entre los que se cuentan Ecuador y Bolivia, así como los compromisos individuales y estructurales que se deben realizar para enfrentar el cambio climático.

– ¿Cuánto ha penetrado el concepto de “huella ecológica” en las políticas de los gobiernos? ¿Están satisfechos?
Sí. Nosotros empezamos con estas gestiones en 2003 y la meta era tener diez países al cabo de diez años que usaran la huella ecológica de manera oficial, pero a los ocho años ya teníamos once. Eso sí, todavía nos falta Chile.

– ¿Tienen algo en común esos países? ¿Están vinculados a una región del mundo, a un ingreso per capita, a alguna corriente ideológica?
No podría hablar de similitudes porque son países bastante distintos entre sí. Suiza, Japón, Ecuador, los Emiratos Árabes, Luxemburgo, Filipinas e Indonesia, por nombrar algunos son, como puede ver, bastante diversos.

– ¿Y por qué en esos países sí y en otros –como Chile- no?
Somos una organización chica y aprovechamos las oportunidades que se presentan. Es un poco el azar y el convencimiento a personas influyentes, pero ahora, por ejemplo, hay interés en Asia porque sus países se están expandiendo y empiezan a sentir los límites ecológicos. En América del Sur hay muchos recursos y el tema no se ve tanto en términos de limitación, pero nosotros hemos advertido que son recursos estratégicos que no están siendo utilizados estrategicamente. Hay más demanda en el mundo y esta región está bien posicionada para aprovechar esa situación, pero debe tener conciencia sobre cómo beneficiarse, en el presente y en el futuro.

– Nuestro país ha vivido este año una sequía como nunca en las últimas décadas, lo cual ha hecho visible el problema del cambio climático ¿Cuán grave es el problema en la actualidad?
Es importante decir que si bien el cambio climático es serio y notorio, ése es uno de los problemas provocados por el tema de fondo, que es un metabolismo de las economías demasiado grande en comparación a lo que la biósfera puede regenerar. Si hacemos el cálculo global, ocupamos los recursos del planeta un 50 por ciento más que lo que se renueva, entonces, en un año calendario, hemos consumido en agosto lo que se puede reproducir en un año. Estamos en un sobreuso y el uso de las energías fósiles es un componente sustantivo del problema.

– Hay una cumbre sobre el cambio climático, ahora, en París ¿Cómo la ves? Porque las anteriores han terminado en fracaso.
Estamos en un buque con un hueco mientras esperamos que todos se pongan de acuerdo en cómo repararlo. Entonces es un poquito absurdo esperar a los demás, porque de las energías fósiles dependen crecientemente las economías de los países, lo que las vuelve frágiles a la hora de tomar decisiones responsables.

– Hace poco el Papa intervino en este debate con una encíclica, Laudato Si ¿Cuáles pueden ser las consecuencias de esta señal?
Me parece fabuloso. En los últimos meses ha habido intervenciones interesantes no solo del Papa, sino del presidente de Estados Unidos y el primer ministro de China, que dijeron conjuntamente que iban a tomar acciones contra el cambio climático. Eso es interesante porque se trata de las dos grandes potencias y de los dos grandes emisores que hasta ahora no lograban ponerse de acuerdo. Además, hace pocas semanas los líderes del G7 afirmaron que había que salirse completamente de las energías fósiles, cuestión que no habíamos escuchado hasta ahora. Y por último tenemos estas señales del Papa, reconociendo que hay una necesidad de actuar. Él tiene mucha autoridad, y para este caso, es especialmente valioso que la tenga ante grupos más conservadores que han negado el cambio climático y la urgencia de tomar medidas.

– Cuando a las personas se les piden acciones de compromiso individual, muchas veces piensan en que sus emisiones son muy modestas en comparación a las de las grandes industrias, que es a ellas a las que habría que exigirles esfuerzos ¿Qué reflexión haría usted entre lo individual y lo súper-estructural?
Al respecto me gustaría decir que hay un reto ético, pero ponerlo como un problema moral no ayuda mucho, porque cuando nos situamos en ese plano solemos mostrar con el dedo a los demás. Es más importante preguntarse por qué es necesario para nosotros, debemos pensar en nuestra conveniencia y si vemos que en nuestro planeta no podemos seguir usando energías fósiles para siempre, entonces debemos hacer lo que nos favorezca. Si yo no contribuyo, si mi barrio y mi ciudad no contribuyen, entonces yo me estoy poniendo en peligro. No es asunto de porcentajes, para los pequeños y los grandes emisores el riesgo es el mismo.

– Y en la idea de avanzar en la responsabilidad individual ¿Cuáles son las cosas que cualquier persona podría hacer para implicarse en la solución de este problema?
Lo primero es entender el mundo en que vivimos y las circunstancias que enfrentamos. Ese solo hecho nos llevará a tomar mejores decisiones, como por ejemplo dónde vivir, si usamos los coches o no, tener una familia grande o una familia chica. Se trata de decisiones de la vida que no son solo morales, sino que tienen un componente de resiliencia que nos debe ayudar a definir qué hacer para tener una vida más estable y más segura en el futuro. No solo para la humanidad, para mí.

– Una de las formas típicas de medir la situación de los países es el crecimiento económico, lo que también tiene un equivalente en las personas que ponderan su situación en función de su capacidad de consumo. Frente a esto ha aparecido el concepto de “buen vivir”, que incluso se han transformado en políticas en el caso de algunos gobiernos ¿Cómo ve la irrupción de este concepto?
Es muy interesante lo que están haciendo Ecuador, Bolivia y Bután, que son líderes en esta discusión. Ecuador, por ejemplo, tiene un ministro para el Buen Vivir, en una línea muy interesante. Lo que hay que entender es que si nos enfocamos solo en medir el PIB, estamos olvidando que ese ingreso se explica por la liquidación de los bienes, en este caso el capital natural. La medida del ingreso actual no nos da una idea de nuestro potencial de mantenerlo más adelante, cuestión que debería ser básica en el análisis económico. Liquidar nuestro futuro no es progreso, nos empobrece. El “buen vivir” nos ayuda a apreciar mejor este error.

– ¿Es la preocupación medioambiental más sentida para el pensamiento progresista? ¿Cuánto han penetrado estas ideas en la izquierda?
Un amigo alemán muy querido me decía que “el futuro no se va a dividir entre derechas e izquierdas, sino entre quienes aceptan los límites y quienes no lo hacen”. La nueva pregunta es cómo vivir bien dentro de los límites de la biósfera y el gran desafío es aceptar el presupuesto de la naturaleza porque es el modo de evitar la bancarrota.


Fuente/radio.uchile
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