COP25 Chile
¿Por qué se le llama “COP Azul” a esta cumbre climática de la ONU ?
En la próxima COP25 de Chile, la conferencia internacional que busca detener el cambio climático, los océanos y sus estado de «salud» tendrán un papel relevante. Productores de más del 50% del oxigeno que respiramos, reguladores de la temperatura del planeta y, fuente de alimento y trabajo para millones de personas, hoy se ven gravemente amenazados por la contaminación y la sobre explotación de sus recursos.
Chile tiene más de 4 mil kilómetros de costa y es uno de los países con mayor acceso al mar del mundo. Y este atributo geográfico no sólo le ha permitido basar parte de su desarrollo económico en actividades ligadas al océano, si no, también, convertirse en uno de los líderes globales en áreas marinas protegidas.
Por eso no era de extrañar que el vital elemento esté entre los temas propuestos por Chile y que se abordarán en la próxima Conferencia de las Partes de Las Naciones Unidas (ONU), conocida como COP25, que se celebrará entre el 2 y el 13 de diciembre próximo, en el Parque Bicentenario de Cerrillos, en Santiago. Es por eso que desde el gobierno apelaron a esta cumbre como la “COP Azul”, pues la discusión llega justo en un momento en el que se hace urgente proteger y cuidar este vital elemento, no sólo como recurso si no por su alto valor ecosistémico global.
“Hasta ahora esa discusión de las COP no ha considerado el papel que juegan los océanos en el cambio climático”.
“La COP25 es una instancia de diplomacia ambiental donde los Estados acuerdan medidas y adquieren compromisos para frenar el cambio climático. En este sentido, la COP ha estado enfocada en discutir medidas para que los países disminuyan sus emisiones de CO2, (con lo que se limitarían el aumento de temperatura del planeta) pero hasta ahora esa discusión no ha considerado el papel que juegan los océanos en el cambio climático”, señala Liesbeth van der Meer, directora Ejecutiva de Oceana Chile.
Agrega que es muy necesario poner este tema en la agenda medio ambiental para que en las próximas reuniones los países adopten medidas concretas.
Por su parte Camila Ahrendt, Directora Científica de Plastic Oceans Chile, explica que el tema de la protección del agua y de la biodiversidad que habita en ella tanto en los océanos como en los cuerpos de agua dulce, es algo que debe entenderse como un fenómeno sistémico. “Los océanos y los glaciares están íntimamente relacionados con la atmósfera y la hidrósfera, como también con la emergencia climática que vivimos en la actualidad. Ellos deben validarse como parte de un todo y dejar de verse como fragmentos que funcionan independientes. Ambos permiten que la vida en el planeta Tierra exista tal cual como la conocemos”, asegura.
La evidencia científica
“Hay que considerar que el cambio climático está afectando a los océanos en distintos niveles tanto en la temperatura, en los patrones de las corrientes oceánicas, en el grado de acidez, en el contenido de oxígeno y la concentración de nutrientes, de acuerdo a lo reportado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC)” resume la directora Ejecutiva de Oceana Chile.
La ejecutiva de esta ONG se refiere al último reporte de este comité científico asesor de la ONU, realizado por centenares de expertos provenientes de todas partes del mundo. Este entregó evidencias de los impactos que el calentamiento global está ejerciendo sobre los mayores repositorios de agua del planeta. Entre ellos: los océanos se están volviendo más ácidos, y si no se reducen las emisiones, hasta el 80% del océano superior perderá oxígeno a mediados de siglo. Asimismo, el informe indica que los animales marinos podrían disminuir un 15% y el potencial máximo de captura de las pesquerías podría disminuir hasta un 24% a finales de siglo.
Los datos son claros. Según información entregada por Greenpeace, para sobrevivir los seres humanos dependemos del 0,5% del agua dulce que se encuentra en depósitos subterráneos y del 0,01 en ríos y lagos porque el resto (2,5%), está congelada. El otro 97% del agua del planeta, es la salada, que cubre el 70% de la tierra. De hecho la conservación de estas grandes reservas dependen de manera urgente de que la temperatura del planeta no se siga elevando, el cual será uno de los puntos trascendentales a discutir en la COP25.
El informe del IPCC concluye que “los océanos y sus servicios empezaron a entregar signos de colapso”.
Pero estos cuerpos de agua están sometidos a grandes y constantes presiones negativas de origen humano como la contaminación con metales pesados, hidrocarburos, plástico, químicos industriales, entre muchos otros; la sobre pesca; la pesca fantasma; los monocultivos y las especies invasoras que suelen arrasar con la fauna endémica. De hecho, el informe del IPCC concluye que “los océanos y sus servicios empezaron a entregar signos de colapso”.
“Tenemos muy poco conocimiento de los procesos que ocurren en los océanos y aunque sabemos que pueden ser fuente de energías limpias y de alimento, hoy están en peligro. El 70% de las pesquerías de Chile se encuentra sobreexplotada o colapsada, es decir, en peligro de desaparecer si no se toman medidas en el corto plazo. Por eso se hace urgente la implementación de programas de recuperación para las pesquerías en crisis”, explica Van der Meer, de Oceana.
La activista agrega que “también se debe impulsar la protección de aquellos sitios determinados por el Estado de Chile como prioritarios para la conservación ubicados en las costas del país, considerando que hoy apenas un 0,02% del borde costero se encuentra protegido. Además la salmonicultura en el sur de Chile ha deteriorado irreversiblemente algunos de los ecosistemas más prístinos de la Patagonia, producto de un manejo deficiente que no solo está dañando el medio ambiente, sino también contribuyendo a lo que se conoce como ‘resistencia bacteriana’ por el uso excesivo de antibióticos”.
Por su parte Camila Ahrendt asegura que “una de las amenazas más grandes de los océanos a nivel global es el bajo porcentaje de áreas protegidas que existen. De hecho se espera que al 2020 aumente a un 10% los hope spots (áreas marinas ecológicamente únicas), entendiendo que en la actualidad el porcentaje es un 8% y esta meta no es para nada desafiante”, señala Ahrendt.
Los hope spots o “lugares de esperanza” son sitios marinos críticos para la salud de los océanos por su gran significancia biológica, su biodiversidad y por ser sumideros de carbono. Fueron denominados así por la fundación internacional sin fines de lucro Mission Blue, dirigida por la legendaria bióloga marina y exploradora Sylvia Earle, quienes supervisan estos puntos a través de una campaña de conservación global. En Chile, se emplazan varios de estos lugares únicos, entre ellos, las costas frente Parque Nacional de Chiloé, alrededor de las islas Juan Fernández, Desventuradas e Isla de Pascua, además del Archipiélago de Humboldt (entre las regiones de Atacama y Coquimbo, a 100 km al norte de La Serena).
Discusión en la COP25
Aunque la comunidad científica no espera que en la COP25 se generen acuerdos específicos en torno a los océanos, si se espera que se tengan en cuenta los antecedentes de cómo el cambio climático está teniendo impactos directos sobre los ecosistemas marinos y sus recursos.
“Por dar solo un ejemplo, la acidificación marina provoca desplazamientos de stocks y aumento de la mortalidad de crustáceos y moluscos, lo cual se agrava por otros factores como la sobreexplotación, la contaminación y la pérdida de hábitats. Además el aumento de la temperatura del mar ha provocado mayores dispersiones y migraciones de peces. También ha afectado la capacidad reproductiva de pesquerías lo que afectará la disponibilidad de una de las principales fuentes de proteínas para el consumo humano”, señala Van der Meer.
“La costa también debe estar protegida, porque en esta franja territorial existe mayor cantidad y variedad de industrias”.
Por su parte Ahrendt, asegura que Chile debe adquirir protagonismo no sólo en la declaración de extensión y creación de áreas marinas protegidas, si no también en su ejecución y administración. “Si bien Chile es el quinto país en el mundo con mayor extensión de territorio marítimo protegido, la mayoría de las áreas son oceánicas. La costa también debe estar protegida, porque en esta franja territorial existe mayor cantidad y variedad de industrias en comparación a las islas. Es importante trabajar en una gestión territorial que proteja las distintas aristas que hacen de un país, un territorio armónico entre el desarrollo y la responsabilidad ambiental”, aclara.
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