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Responsabilidades y lecciones del incendio en el relleno sanitario de Santa Marta

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A raíz del incendio del Relleno Sanitario de Santa Marta, han sido muchas las versiones asociadas al efecto del humo: No tóxico, tóxico, sólo vapor, cumple con la norma, respirar menos, etc.

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Sin duda la población ha actuado en función del sentido común, dejando la bicicleta, comprando mascarillas, o alejándose de las zonas cercanas al relleno. Al parecer, el aprendizaje adquirido de terremotos y tsunamis, ha generado desconfianza sobre opiniones oficinales, permitiéndole a la ciudadanía actuar casi instintivamente frente a desastres.

Frente a tanta información, y sin ánimo de ser alarmista, considero necesario aportar antecedentes, que le permitan a cada lector, dimensionar potenciales efectos del humo generado por la combustión de los residuos sólidos domiciliarios.

En este sentido, considero importante iniciar con una breve reflexión. Lo que hoy está generando las emisiones en discordia, no es un combustible residual de empresas, ni sus residuos industriales, tampoco desechos de la minería, ni termoeléctrica; sino más bien el resultado del profundo desconocimiento y consumo desmedido, que provoca que cada habitante de nuestro país, genere en promedio un kilogramo de basura sólido cada día.

Eso que hoy arde y genera discusión, no es nada más que los restos de comida, cartón, papel, plásticos, ropa, metales, entre otros, que no hemos sido capaz de evitar, y que por lo tanto, terminan en el camión de la basura y posteriormente enterradas en un Relleno Sanitario, o peor aún, en un vertedero como ocurre en muchas comunas del sur de Chile.

En muchos noticieros han informado sobre la calidad del aire, pero no confundirse, el material particulado que regula nuestra normativa, no es la emisión que preocupa al mundo científico, sino más bien, lo que acompaña a estas partículas. Hablo de sustancias que no están reguladas, que tienen nombres extraños, y que de acuerdo a muchos artículos científicos, su principal fuente de generación son los incendios incontrolados de residuos sólidos domiciliarios.

Las dioxinas y furanos han sido mencionadas por expertos en la prensa como las sustancias más toxicas generadas en el incendio, y por lo tanto, las de mayor relevancia. Estas sustancias generan preocupación e incertidumbre, principalmente porque se desconoce su concentración y los potenciales efectos sobre la salud (animal y humana), la agricultura, la ganadería, el agua y los suelos. Pero ¿Qué son las dioxinas y furanos? ¿Por qué y cómo se forman? ¿Cuáles son sus potenciales efectos? Trataré de explicar algunas de estas interrogantes de manera simple.

Primero que todo, para la formación de estas sustancias se requieren tres elementos; cloro, materia orgánica, y fuego; todos ellos presentes en el incendio del relleno sanitario. El cloro se encuentra en plásticos como el PVC (policloruro de vinilo), paños de limpieza, envases de cloro y sus derivados, entre otros. Mientras que la materia orgánica es la fracción más abundante y se encuentra en restos de comida, papeles, cartones, plásticos y madera. El fuego, a la vista de todos, arde provechosamente en el relleno a expensas de los residuos y el oxígeno, y es potenciado fuertemente por el metano acumulado y generado constantemente en el relleno.

De acuerdo a la literatura, incendios incontrolados de residuos sólidos domiciliarios pueden alcanzar temperaturas que varían entre 300 y 400 grados Celsius en incendios superficiales, y entre 80 a 230 grados Celsius en incendios más profundos. De acuerdo a la información de prensa, ambos tipos de incendios están presentes en el Relleno Santa Marta, generando rangos óptimos de temperatura para la formación de dioxinas y furanos. Por lo tanto, considerando elementos presentes y temperatura, es improbable (por no decir imposible) pensar que un incendio de las características del relleno de Santa Marta, no generará estas sustancias tóxicas.

Diversos efectos sobre la salud humana han sido relacionados con dioxinas y furanos, entre ellos; cáncer, debilitamiento del sistema inmune, trastornos reproductivos, lesiones en la piel (acné), alteraciones de funciones hepáticas, alergias y asma. En animales puede producir varios tipos de cáncer, afectar su comportamiento, su reproducción, y generar efectos inmunotóxicos. Pese a lo negativo de este panorama, las principales evidencias científicas se han generado en concentraciones relativamente altas de dioxinas y en tiempos prolongados de exposición, que tienen lugar principalmente en ambientes laborales. En este sentido, la extinción del incendio debiera ser una prioridad, de manera de no incrementar el tiempo de exposición al humo.

Otro aspecto a considerar es la persistencia en el ambiente de este tipo de contaminante, debido a que pueden permanecer años pasando de un compartimento ambiental a otro, recorriendo largas distancias, y acumulándose en la cadena trófica. Sus efectos pueden ser no sólo ambientales, sino también comerciales. No olvidemos cuando se prohibió el ingreso de carne de cerdo a Corea el año 2008 debido a la presencia de dioxina, o cuando el Servicio Agrícola Ganadero (SAG) detectó 43 mil kilogramos de carne de pollo contaminada con dioxinas el 2013. Esto indica que estas sustancias han estado presente en el ambiente, al igual que las quemas en vertederos y microbasurales a lo largo de Chile.

Finalmente, incendios forestales, domiciliarios, industriales, o como el ocurrido en el relleno de Santa Marta, pueden ser considerados accidentes generados por las mimas causas de siempre; ausencias o incumplimiento de procedimientos, descuidos, desconocimiento, o simplemente de manera espontánea al configurarse varios aspectos técnicos. Independiente de la génesis, la lección no sólo debe ser para la Empresa y Autoridades, sino también para nosotros. Para quienes día a día damos vida a los sitios de disposición final de residuos. Para cambiar nuestra incapacidad de avanzar hacia una cultura de consumo y producción sustentable, donde nos hagamos cargo de los efectos de nuestras acciones, pues como dice el dicho, “más vale prevenir que curar”.
Por Edmundo Muñoz, director de la carrera de Ingeniería Ambiental de la Universidad Andrés Bello.

Fuente/Diariolatercera/
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