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Una hora más de sueño

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Los especialistas coinciden en la importancia que tiene para el aprendizaje y el desarrollo de los niños y adolescentes que duerman suficiente, y alertan de que hoy existe una «epidemia de trastornos de sueño». En Estados Unidos y Gran Bretaña no sólo llaman a los padres a cuidar las horas de descanso de sus hijos, sino que incluso están retrasando la hora de ingreso a los colegios.

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Miércoles 2 de marzo. Son las 8.50 de la mañana y mientras gran parte de los estudiantes del país están en clases conociendo a sus nuevos profesores o pasando materia, en el Southern Cross School, en Las Condes, un grupo de papás y mamás acaba de dejar a sus hijos en la puerta del colegio. No llegaron tarde por culpa del tráfico ni se quedaron dormidos; en este establecimiento los alumnos entran a las 8.45.

“A mí me parece maravilloso que puedan entrar más tarde porque duermen más y porque a esta hora hay menos taco”, dice Bárbara Lari, apoderada de prekínder. “Mi hija Isabella se acuesta a las ocho y media y se despierta en forma natural un cuarto para las ocho, sin alarma. Además, tomamos desayuno en familia”, comenta por su parte Ricardo Torres (40), apoderado de kínder, mientras Felipe Torrealba (44), que tiene hijos en primero y segundo medio, vivió la experiencia de llevarlos a un colegio que tocaba el timbre a las 7.45: “Este horario es más tranquilo para todos y los niños no se tienen que levantar a la seis de la mañana. Están más contentos así. La levantada para el otro colegio era muy estresante”, dice.

La decisión de diferir el horario de entrada del Southern Cross School de 8 a 8.45 se tomó hace más de 20 años por una cuestión práctica: es el último de varios colegios en unas pocas cuadras, así que por el taco que se formaba en avenida Las Condes los niños igual llegaban pasadas las ocho y media. “Era absurdo seguir insistiendo en algo que no estaba favoreciendo a nadie”, explica la subdirectora, Shannon Watt, y agrega que los papás y mamás que entran temprano a trabajar pueden dejar a sus hijos desde la ocho en el colegio en una sala especial.

El tema de la hora de entrada cobra relevancia esta semana en que los niños entraron a clases porque al igual que en 2015 este año se mantendrá el horario de verano los 12 meses. Algunos establecimientos han buscado esquivar la falta de luz de día retrasando el horario de ingreso hasta las nueve entre junio y septiembre. “Los alumnos llegaban adormecidos y con los apoderados llegamos a la conclusión de que se debía a la falta de luz”, dice Rubén Marcos Quezada, director de la Escuela Villa Las Peñas de Mulchén, en la Novena Región. El Colegio Villa La Granja, de la misma localidad, hizo lo mismo.

Pero el problema es más profundo que la mantención o no del horario de verano. Si en algo coinciden actualmente neurólogos y especialistas en desarrollo infantil y adolescente es en la importancia que tienen las horas de sueño para una serie de actividades, partiendo por el aprendizaje. Pese a eso, varios diagnostican una verdadera “epidemia de trastornos del sueño”. Esa es la razón por la que en Gran Bretaña y Estados Unidos se han encendido las alarmas ante los efectos que está teniendo en los niños empezar la jornada muy temprano. El año pasado, tanto la Asociación Americana de Pediatría como el Centro de Control de Enfermedades (CDC) llamaron a las escuelas a postergar la entrada hasta después de las 8.30. Incluso en ese país se formó una ONG llamada Start School Later, es decir, “Empecemos la escuela más tarde”.

También en 2015 el profesor de la Universidad de Oxford y experto en el estudio de los ritmos circadianos, Paul Kelly, acaparó páginas en los medios británicos cuando dijo, más radicalmente, que comenzar la jornada antes de las 10 es una verdadera “tortura”.

Nueve horas de sueño, una meta imposible

“Al que madruga, Dios lo ayuda”, dice un antiguo refrán. Sin embargo, cada vez hay más evidencia de lo contrario, de que despertar demasiado temprano, alterando los ciclos naturales del sueño, provoca problemas físicos, cognitivos y sociales, los que impactan con más fuerza a quienes están en proceso de crecimiento.

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Nadie puede modificar su patrón de sueño, el que es fijado por la luz del sol. Nuestros ritmos circadianos no han cambiado, sino que el cambio viene desde la escuela, que es una invención moderna, explica Paul Kelly. “Si los padres supieran que sus hijos se enferman más a menudo, aprenden menos en la escuela, y tienen mayor tendencia a consumir drogas o ser obesos sólo por despertarse demasiado temprano, es muy probable que hacer el cambio, que no tiene ningún costo, les parecería una alternativa muy deseable”, explica.

“Si los niños entran al colegio a las ocho de la mañana pierden dos horas de clases”, asegura aquí en Chile John Ewer, investigador del Centro Interdisciplinario de Neurociencia de Valparaíso, y agrega que el ideal es que estén lo más despiertos posible cuando van al colegio. La mejor manera de comprobarlo es ver lo que pasa el fin de semana, dice Ewer, cuando los niños y adolescentes se despiertan sin ayuda de una alarma. “A partir de los 10 años, aproximadamente, los niños empiezan a despertarse naturalmente más tarde que los adultos, lo que ocurre hasta los 22 años, más o menos. Es decir, todo el tiempo que van al colegio y la universidad”, asegura. Eso significa que al despertar a la 6 de la mañana, con despertador, se pierden entre tres o cuatro horas de sueño.

Esto se explica por un fenómeno llamado “Síndrome de la fase del sueño retrasada”, comenta la investigadora Kyla Wahlstrom, de la Universidad de Minnesota, quien se ha dedicado por más de una década a estudiar cómo los horarios escolares afectan los ciclos de sueño de los niños. “Culturalmente se asume que los adolescentes son flojos, pero la verdad es que sus cerebros no están listos para despertar cuando ya están entrando a clases. No son miniadultos, su cerebro aún está en desarrollo”, dice.

En concreto, el cambio en los patrones de sueño que comienza a desencadenarse en la preadolescencia significa que la secreción de melatonina (la llamada hormona del sueño) se retrasa en los jóvenes, quienes recién a las 10.45 de la noche sienten deseos de dormir. Esto, junto con el hecho de que su cerebro aún necesita dormir unas nueve horas, tiene como efecto automático que despierten, naturalmente, alrededor de las ocho de la mañana. Sumado a los numerosos estímulos existentes, en particular el uso de tablets y smartphones, es cada vez más difícil que consigan las preciadas horas de descanso. “Hoy se cree que el uso de tecnología en la habitación es la mayor causa de los trastornos de privación de sueño, además de irse a acostar muy tarde o levantarse muy temprano”, agrega Wahlstrom. Frente a ello, la académica aspira, al menos, a ocho horas de sueño, lo que le parece más “realista”.

Tras estudiar el funcionamiento de los cerebros de niños y adolescentes durante años, la recomendación de Paul Kelly y los investigadores del Instituto de Sueño y Neurociencia Circadiana (SCNi) de Oxford puede parecerles a muchos impactante: a los 10 años, los niños deberían entrar al colegio entre las 8.30 y 9 de la mañana; a los 16 entre las 10 y 10.30 y  a los 18 años entre las 11 y 11.30.

Recomendaciones similares presentadas por la CDC en 2015 se basaron en un estudio liderado por Wahlstrom. Su equipo siguió  por tres años a casi nueve mil estudiantes en tres estados donde algunos colegios retrasaron su horario de entrada a las 8.35 o después. Como resultado, más del 60 por ciento de los estudiantes consiguió al menos ocho horas diarias de sueño durante la semana. Los que dormían menos que eso reportaron síntomas de depresión significativamente más altos y mayor consumo de cafeína y uso de sustancias.

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Además, estos colegios mostraron mejoras en aspectos como el rendimiento académico, tasas de asistencia y número de atrasos. Incluso los accidentes de tránsito que involucraban a conductores de entre 16 a 18 años se redujeron en un 70 por ciento cuando la escuela cambió el horario de entrada.

El neuropsicólogo pediátrico Dean Beebe, quien también fue parte del estudio, lo resume así: “Toda persona que haya ido al trabajo con una gripe sabe que, si te sientes pésimo, no puedes rendir bien, estás sobreviviendo al día. Lo mismo pasa con los adolescentes; si te sientes horrible, no puedes aprender bien”.

Pero aprender no es el único problema. Por ejemplo, los jóvenes que duermen menos de ocho horas tienden a consumir alrededor de 150 calorías extras por día, principalmente de dulces.

La vía para un cambio

Mariana Aylwin recuerda que cuando fue ministra de Educación entre los años 2000 y 2003, en algún momento se planteó diferir el horario de ingreso a clases, “pero no estaba relacionado con el sueño de los niños”, recuerda, sino con el tráfico.

La idea circuló, aunque no quedó en nada, con motivo de la implementación de la Jornada Escolar Completa, en el año 2000. La Secretaría de Planificación de Transporte (Sectra) encargó una encuesta a la Universidad de Chile para analizar algunas iniciativas que permitieran una mayor racionalización en los viajes del transporte público. Una de ellas era precisamente diferir el horario de entrada a los colegios.

La encuesta, que fue respondida por mil hogares de la Región Metropolitana, arrojó que el 63 por ciento de los apoderados preferían que los escolares de educación básica y media ingresaran a clases a las 9.15 de la mañana en lugar de más temprano. Sólo el 8,3 por ciento de los encuestados mencionó que si se cambiaba la hora de ingreso ya no podrían ir a dejarlos al establecimiento y un 5,9 por ciento destacó que levantarse tarde crearía malos hábitos.

Una preocupación que recoge la sicóloga Sylvia Langford: hay que generar hábitos y esto no se puede hacer acomodando los horarios porque los niños no se acuestan temprano. “En el sur dicen: es que ha llovido mucho, pero siempre ha llovido. En Los Vilos cambiaron el horario de un colegio porque estaba oscuro, garuando y los niños se iban a resfriar. ¿Un chico no puede ir con una parka cuando está garuando?”.

A la neurosiquiatra Amanda Céspedes también le preocupa un impacto que podría tener cambiar los horarios, pero por otras razones. “Creo que retrasar la entrada es una muy buena iniciativa, pero tiene sus bemoles. Los niños pueden sentir que tienen permiso para acostarse más tarde porque al día siguiente pueden dormir media o una hora más. La otra dificultad es que el horario de salida de clases se va a retrasar, y si llevan tareas para la casa, este también puede ser un factor que retrase la cena y la hora de ir a la cama”, explica.

Los estudios de Kyla Wahlstrom dicen que los jóvenes no se acuestan más tarde cuando el horario de clases se retrasa. Sus cerebros les piden dormirse a la misma hora y consiguen dormir más. Aún así, y reconociendo que hacer este cambio tiene un impacto significativo, los investigadores de Minnesota afirman que se puede hacer más. “Atrasar el horario no nos libera como sociedad y como padres de sacar, por ejemplo, el teléfono de la pieza. Hay muchas más cosas que se pueden hacer”, dice Beebe.

Aquí, un estudio realizado por el Boston College utilizó datos de la prueba Timms 2011 y concluyó que Chile se ubica entre los ocho primeros países (de un total de 50) donde los escolares sufren mayor privación de sueño. Según ellos, casi dos tercios de los estudiantes de cuarto básico y tres de cuatro de los de octavo ven limitada la enseñanza de matemáticas y ciencias por la falta de sueño. El estudio tomó como base la opinión de los mismos profesores.

Paulina Medel, profesora de Lenguaje de séptimo y octavo del colegio Altamira -donde los niños llegan a las 8.30 pero las clases comienzan a las 8.45- dice que no hay una norma desde la casa para cuidar el sueño de los estudiantes. “Hay niños que me cuentan que se duermen tarde porque se quedan jugando Play o contestando el WhatsApp hasta las dos o tres de la mañana. A veces hay que pedirles que se vayan a lavar la cara porque no dan más”.

Por eso Medel les encuentra razón a los investigadores. “El horario ideal para hacer clases es de 10.30 a 12. Las sesiones son mucho más activas, hay más participación, más atención y posteriormente recuerdan mejor las materias que tuvieron a esa hora”. Dayana Acevedo, profesora de inglés en la media del Southern Cross, relata una experiencia similar: “Después del primer recreo, los niños están activos, ya han comido -porque algunos se vienen sin desayuno porque les da lata o porque salen corriendo-, entonces tienes a un niño que ya pasó por un proceso de despertar, se alimentó y compartió con sus amigos. Es lejos la mejor hora”. Con esto en consideración, varios colegios han optado por colocar los ramos “troncales”, como matemática o lenguaje, después del primer recreo de la mañana.

¿Se pueden cambiar los horarios? En el Mineduc explican que no mandatan ese aspecto, y que cada colegio lo decide mientras se cumplan las horas lectivas exigidas. Algo similar sucede en Estados Unidos, por lo que la recomendación de los expertos es que la determinación sea tomada en conjunto. “Las comunidades educativas deben informarse sobre las ventajas de este cambio y debatir sobre cómo implementarlo mitigando cualquier dificultad”, dice Wahlstrom.

Entre estas dificultades está la preocupación de los papás para coordinar las nuevas entradas con las de sus trabajos, el choque con las actividades extracurriculares, el caso de los jóvenes que trabajan o cuidan a sus hermanos pequeños, entre varios otros. Pero Wahlstrom aclara que, dado que el cambio sí puede ser disruptivo, en caso de que un un colegio se decida a retrasar la entrada es mejor hacerlo “con todo”, es decir, que sea significativo y retrase al menos una hora la entrada, para así obtener todos los beneficios.

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Fuente: La Tercera 
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Desarrollo Sostenible

LAS EMISIONES DE METANO HAN AUMENTADO MÁS RÁPIDO QUE NUNCA

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Las concentraciones de este potente gas de efecto invernadero se han elevado a una velocidad récord en los últimos cinco años. Al menos dos tercios de sus emisiones a la atmósfera proceden ahora de actividades humanas, como el uso de combustibles fósiles, la ganadería y los vertederos.


Después del dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4) es el segundo gas de efecto invernadero antropogénico más importante. En la década de 2010 contribuyó con 0,5 °C al calentamiento global respecto a finales del siglo XIX, dos tercios del que aporta el CO2, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).

Pero tonelada a tonelada, este gas de vida corta es mucho más potente que el dióxido de carbono, ya que calienta la atmósfera casi 90 veces más rápido durante los primeros 20 años tras su liberación, y 30 veces más en el siglo posterior.

Sin embargo, el mundo no ha frenado las emisiones de metano, uno de los principales impulsores del cambio climático. Más de 150 países (incluida España) se han comprometido en la iniciativa Global Methane Pledge (GMP) a reducir sus emisiones de este gas en un 30 % esta década, pero una nueva investigación demuestra que en los últimos cinco años han aumentado más rápido que nunca.

Las concentraciones medias globales de metano alcanzaron las 1931 partes por mil millones (ppb) en enero de 2024. En años anteriores, aumentaron en 15, 18, 13 y 10 ppb cada año desde 2020 hasta 2023, respectivamente, el segundo, primero, cuarto y decimocuarto aumentos más grandes desde que comenzó la serie temporal de metano de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos en 1983. 

Esta tendencia “no puede continuar si queremos mantener un clima habitable”, escriben los autores de un artículo publicado esta semana en la revista Environmental Research Letters para poner el problema en perspectiva, junto con datos presentados en un preprint en Earth System Science Data.

Ambos artículos son obra del Global Carbon Project, un proyecto presidido por Rob Jackson, científico de la Universidad de Stanford (EE UU) que realiza un seguimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo.
 
El metano está aumentando más rápido en términos relativos que cualquier otro gas de efecto invernadero importante y ahora sus concentraciones atmosféricas son 2,6 veces superiores a las de la época preindustrial, las más altas desde hace al menos 800.000 años, según estos estudios.

Las tasas de emisión de este gas siguen aumentando según la trayectoria más extrema utilizada en los escenarios que plantean los principales científicos del clima del mundo.

La tendencia actual conduce a un calentamiento global superior a 3 grados Celsius a finales de este siglo. “Ahora mismo, los objetivos del Global Methane Pledge parecen tan lejanos como un oasis en el desierto”, afirma Jackson, “y todos esperamos que no sean un espejismo”.

Agricultura, combustibles fósiles y vertederos

El metano puede proceder de fuentes naturales, como los humedales, y humanas o antropogénicas, como la agricultura, los combustibles fósiles y los vertederos.

A pesar de que las políticas se centran cada vez más en reducirlo, las emisiones anuales totales de este gas han aumentado en 61 millones de toneladas o un 20 % en las dos últimas décadas, según las nuevas estimaciones.

Los incrementos se deben principalmente al aumento de las emisiones procedentes de la minería del carbón, la producción y uso de petróleo y gas, la ganadería bovina y ovina, y la descomposición de alimentos y residuos orgánicos en vertederos.

Mayores aumentos en Asia

“Solo la Unión Europea y posiblemente Australia parecen haber reducido las emisiones de metano procedentes de actividades humanas en las dos últimas décadas”, afirma Marielle Saunois, investigadora de la Universidad París-Saclay (Francia) y autora principal del documento en Earth System Science Data. Los mayores aumentos regionales han procedido de China y el sudeste asiático.

Según explica esta experta a SINC, “en 2020 (el año más reciente para el que se dispone de datos completos), se calcula que se han emitido 608 millones de toneladas de metano, de las cuales 392 millones proceden de actividades antropogénicas directas”. Además, recuerda que el objetivo del GMP es reducir en un 30 % las emisiones antropogénicas de metano en 2030 con respecto a 2020, a escala mundial.

Por tanto, en 2020 casi 400 millones de toneladas o el 65 % de las emisiones mundiales de metano procedían directamente de las actividades humanas, con la agricultura y los residuos contribuyendo con cerca de dos toneladas de metano por cada tonelada que aporta la industria de los combustibles fósiles. Según los investigadores, las emisiones de origen humano seguirán aumentando al menos hasta 2023.

“Para resolver el problema, cada país debería contribuir, a su nivel, en los sectores más emisores. El de los combustibles fósiles y el de los residuos son en los que existen numerosas soluciones y ya se están aplicando en algunos países”, apunta Saunois.

También comenta que la Coalición Clima y Aire Limpio ha publicado una evaluación sobre el potencial de mitigación para ayudar a los estados a determinar la mejor manera de moderar sus emisiones.

Impacto durante la pandemia

Nuestra atmósfera aumento casi 42 millones de toneladas de metano en 2020, el doble de la cantidad añadida de media cada año durante la década de 2010, y más de seis veces el aumento registrado durante la primera década de 2000.

Los cierres por la pandemia en ese año redujeron las emisiones de óxidos de nitrógeno (NOx) relacionadas con el transporte, que suelen empeorar la calidad del aire local pero impiden que parte del metano se acumule en la atmósfera.

Durante la pandemia se redujeron las emisiones de óxidos de nitrógeno, que empeoran la calidad del aíre pero impiden que el metano se acumule en la atmósfera, así que este aumentó

 La disminución temporal de la contaminación por este otro gas explica aproximadamente la mitad del aumento de las concentraciones atmosféricas de metano ese año, lo que ilustra la compleja relación entre la calidad del aire y el cambio climático.

“Todavía estamos tratando de comprender todos los efectos de los bloqueos de la covid en el balance mundial de metano”, afirma Jackson, que añade: “La pandemia lo cambió casi todo, desde el uso de combustibles fósiles hasta las emisiones de otros gases que alteran la vida útil del metano en la atmósfera”.

Influencia humana en el metano natural

Los científicos del Global Carbon Project han introducido un cambio importante en su última contabilidad de las fuentes y “sumideros” mundiales de metano, que incluyen bosques y suelos que eliminan y almacenan metano de la atmósfera.

En evaluaciones anteriores, clasificaban como natural todo el metano procedente de humedales, lagos, estanques y ríos. Pero el nuevo balance del metano hace un primer intento de estimar la creciente cantidad de emisiones procedentes de este tipo de fuentes que resultan de influencias y actividades humanas.

Por ejemplo, los embalses construidos por el hombre provocan la emisión de unos 30 millones de toneladas de metano al año, porque la materia orgánica recién sumergida libera metano al descomponerse.

“Las emisiones de los embalses detrás de las presas son una fuente humana tan directa como las emisiones de metano de una vaca o de un yacimiento de petróleo y gas”, señala Jackson, que también acaba de publicar un libro sobre el metano y las soluciones climáticas titulado Into the Clear Blue Sky: The Path to Restoring Our Atmosphere (Scribner).

Los científicos calculan que alrededor de un tercio de las emisiones de este gas desde los humedales y las aguas dulces en los últimos años estuvieron influenciados por factores causados por el ser humano, como los embalses, las aportaciones por la escorrentía de fertilizantes, las aguas residuales, el uso del suelo y el aumento de las temperaturas.

Tras un verano en el que el mal tiempo y las olas de calor han dejado entrever los extremos previstos en nuestro clima cambiante, los autores escriben: “El mundo ha alcanzado el umbral de 1,5 ºC de incremento de la temperatura media global en superficie, y solo está empezando a experimentar todas sus consecuencias”.

Referencias:

R. B. Jackson et al. “Human activities now fuel two-thirds of global methane emissions”. Environmental Research Letters, 2024

Marielle Saunois et al. “Global Methane Budget 2000-2020”. Earth System Science Data, 2024 (preprint)


Fuente/Agencias SINC
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FELICES FIESTAS PATRIAS

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«Un homenaje a la pasión y tradición chilena: Fiestas Patrias 2024»


Las Fiestas Patrias de Chile son una celebración vibrante y emotiva que nos recuerda la riqueza cultural y la historia de nuestro país. Durante estos días, Chile se viste de colores, música y tradición, demostrando la pasión y el orgullo de ser chileno.

La fiesta comienza con el tradicional «Dieciocho» el 18 de septiembre, un día lleno de comida típica, bailes folclóricos y reuniones familiares. Los parques y plazas se llenan de gente, mientras los sonidos de la cueca y el huaso nos transportan a una época de tradición y autenticidad.

El 19 de septiembre, Día del Ejército, se rinde homenaje a los héroes que lucharon por nuestra independencia. La parada militar y los desfiles patrióticos nos recuerdan la valentía y el sacrificio de nuestros antepasados.

Las Fiestas Patrias son un momento para reconnectarnos con nuestras raíces, compartir con la familia y amigos, y celebrar la chilenidad en todo su esplendor. ¡Viva Chile!

«¡Chile, está de fiesta! ¡Únete a la celebración!»


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Desarrollo Sostenible

EL AIRE CONTAMINADO DE LAS CIUDADES ACELERA EL ENVEJECIMIENTO DEL CEREBRO

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En Europa, las personas mayores de 65 años representaban aproximadamente el 21,3 % de la población total en 2023. En América Latina y el Caribe, aunque la proporción es menor, el envejecimiento también avanza rápidamente: en 2022, el 9,7 % de sus habitantes ya habían cumplido más de 65.


Este fenómeno plantea desafíos significativos, especialmente en términos de salud cognitiva. Una investigación reciente sugiere que el envejecimiento cerebral puede adelantarse al cronológico, particularmente entre quienes están expuestos a altos niveles de contaminación ambiental. La polución del aire –sobre todo las partículas finas que miden menos de 2,5 micras (PM 2,5)– se ha vinculado con un acelerado deterioro cognitivo en personas mayores, afectando funciones clave como la memoria y el pensamiento.

Asalto a la barrera que protege el cerebro

Desde la neurociencia se ha demostrado que esas diminutas partículas tienen la capacidad de infiltrarse en el cerebro a través de los nervios olfativos. Otra vía de acceso son las áreas donde la barrera protectora cerebral, conocida como barrera hematoencefálica, es más débil.

También se ha comprobado que la exposición constante a la contaminación del aire puede desencadenar una inflamación crónica, lo que deteriora aún más la eficacia de la barrera. El riesgo es particularmente elevado en personas mayores: con la edad, esta muralla natural se vuelve más permeable, una porosidad que facilita la entrada de nanopartículas en el cerebro e incrementa el riesgo de daños neurológicos significativos.

Los estragos de la polución

El envejecimiento de la población está haciendo que cada vez más gente desarrolle problemas de memoria y demencia. Actualmente, se estima que alrededor de 55 millones de personas en todo el mundo viven con demencia, y se espera que esta cifra se dispare a 152 millones para el año 2050. Se podría decir que es el problema de salud pública más acuciante de nuestra era.

Y aunque no existen tratamientos que conduzcan a una cura definitiva, sí podemos identificar los factores de riesgos personales, sociales y contextuales que impactan sobre el deterioro asociado con el envejecimiento.

Así, una revisión de 2021 mostró una conexión significativa entre la exposición continua al aire contaminado –especialmente a las citadas partículas finas– y el deterioro cognitivo, además de un mayor riesgo de desarrollar demencia.

Una conclusión clave de este estudio es la relación entre vivir cerca de autopistas o en zonas urbanas con mucho tráfico de vehículos y la aceleración del declive mental. Los residentes de estos entornos presentan un riesgo significativamente mayor de desarrollar problemas cognitivos y demencias, incluyendo el alzhéimer.

 

El trabajo también exploró el impacto en el cerebro a través de imágenes cerebrales, que revelaron anomalías en quienes están expuestos a altos niveles de polución. Estas alteraciones incluyen una reducción en el volumen de la materia blanca, esencial para la comunicación entre diferentes regiones cerebrales. Son pérdidas que pueden traducirse en un procesamiento más lento de la información y dificultades en funciones como la memoria y el aprendizaje.

Finalmente, las imágenes han mostrado la presencia de microinfartos silenciosos, pequeñas áreas de daño cerebral causadas por la falta de flujo sanguíneo. Los expertos que los detectaron sugieren que la exposición a la polución atmosférica parece incrementar la incidencia de estos accidentes cardiovasculares, debido a la inflamación crónica que provoca en el sistema vascular cerebral.

Medidas para respirar aire más limpio

Se han propuesto diversas recomendaciones para mitigar los efectos de la contaminación atmosférica en la salud cerebral, particularmente en lo que respecta al riesgo de desarrollar demencia. Enfrentar el desafío requiere implementar políticas públicas que mejoren la calidad del aire en las ciudades.

Una de las propuestas principales es la creación de infraestructuras verdes, como parques y áreas arboladas. Estos espacios no solo mejoran la calidad del aire, sino que también promueven la salud mental al ofrecer espacios para la actividad física y social y el bienestar emocional.

Además, es clave endurecer las regulaciones sobre las emisiones industriales y del tráfico, dos grandes fuentes de contaminación en las zonas urbanas.

Urge, pues, diseñar y difundir campañas de concienciación pública para informar a la población y promover medidas que reduzcan la exposición. Estas medidas son fundamentales para proteger la salud cerebral de las poblaciones más vulnerables, especialmente las personas mayores.


Fuente/The Conversation
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Desarrollo Sostenible

Día Mundial del Auto Eléctrico: UN PASO HACIA UN FUTURO MÁS VERDE

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El Día Mundial del Auto Eléctrico se celebra cada 9 de septiembre para concientizar sobre los beneficios de los vehículos eléctricos en la lucha contra el cambio climático y la reducción de la contaminación atmosférica.


Esta fecha nos invita a reflexionar sobre el impacto positivo que estos vehículos pueden tener en nuestro planeta y cómo su producción y uso están transformando la industria automotriz y nuestros hábitos de movilidad.

Produccion de Autos Eléctricos

La fabricación de vehículos eléctricos implica procesos similares a los de los autos convencionales, pero con diferencias significativas en componentes clave:

  1. Baterías: El corazón de un auto eléctrico es su batería, generalmente de iones de litio. Su producción implica la extracción de materiales como litio, cobalto y niquel, un proceso que ha generado preocupaciones ambientales y sociales.
  2. Motor eléctrico: Más simple que un motor de combustión interna, requiere menos piezas y mantenimiento.
  3. Electrónica de potencia: Incluye inversores y convertidores que gestionan el flújo de energía en el vehículo.
  4. Carrocería y chasis: Similares a los autos convencionales, pero diseñados para optimizar la aerodinámica y compensar el peso de las baterías.

La industria está trabajando en mejorar la sostenibilidad de los procesos, buscando fuentes más técnicas de materiales, recetando baterías y uso de energías renovables en la producción.

Efectos sobre el Medio Ambiente y la Planeta

Los autos eléctricos tienen un impacto significativo en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero:

  1. Cero emisiones directas: Durante su uso, los vehículos eléctricos no emiten gases contaminantes, mejorando la calidad del aire en zonas urbanas.
  2. Huella de carbono: Aunque la producción de autos eléctricos puede generar más emisiones iniciales, su huella de carbono total es menor a lo largo de su vida útil, especialmente si se cargan con energía de fuentes renovables.
  3. Reducción de la contaminación acústica: Los motores eléctricos son significativos más silenciosos, contribuyendo a disminuir la contaminación sonora en las ciudades.
  4. Impacto en ecosistemas: La reducción de emisiones y la menor dependencia de combustibles fósiles ayuda a proteger ecosistemas sensibles al cambio climático.

Disminución de la Contaminación y Uso de Combustibles Fósiles

Los vehículos eléctricos juntos un papel crucial en la transición hace un sistema de transporte más limpio:

  1. Reducción de emisiones de CO2: Dependencia de la fuente de electricidad, los autos eléctricos pueden reducir las emisiones de CO2 hasta un 70% en comparación con vehículos de gasolina.
  2. Mejora de la calidad del aire: Al no emitir gases como óxidos de nitrógeno y partículas finas, contribuir a mejorar la salud pública en áreas urbanas.
  3. Eficiencia energética: Los motores eléctricos son más eficientes que los de combustión interna, convirtiendo una mayor proporción de energía en movimiento.
  4. Integración con energías renovables: Los autos eléctricos pueden cargar con electricidad generalizada por fuentes renovables, reduciendo aun más su impacto ambiental.
  5. Disminución de la dependencia del petróleo: La adopción masiva de vehículos eléctricos podría reducir significativamente la demanda global de petróleo, disminuyendo la extracción y el transporte de combustibles fósiles.
Desafíos y Perspectivas Futuras

A pesar de sus beneficios, la transición hacia los vehículos eléctricos enfrenta niños:

  1. Infraestructura de carga: Es necesario ampliar la red de estaciones de carga para facilitar viajes de larga distancia.
  2. Costo inicial: Aunque los precios están bajando, los autos eléctricos suelen ser más coches que sus equivalentes de combustión.
  3. Autonomía: La ansiedad por la autonomía sigue estando una preocupación para algunos consumidores, aunque las baterías están mejorando constantemente.
  4. Reciclaje de baterías: Desarrollo de una industria eficiente de reciclaje de baterías es crucial para la sostenibilidad a largo plazo.

El Día Mundial del Auto Eléctrico nos recuerda que la transición tiene una movilidad más sostenible que es posible y necesaria. A medida que la tecnología avanza y los costos disminuyen, los vehículos eléctricos se posicionan como una solución clave para combatir el cambio climático y crear ciudades más limpias y habitables. Su adopción masiva, combinada con el uso de energías renovables y políticas de movilidad sostenible, puede marcar una diferencia significativa en nuestro esfuerzo por proteger el planeta para las generaciones futuras.


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Desarrollo Sostenible

ENERGÍAS RENOVABLES: ¿SUMAN O SUSTITUYEN?

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Entre los acuerdos de la COP28 celebrada el pasado mes de noviembre en Dubái, figura el impulso al despliegue masivo de las energías renovables. No obstante, algunas voces alertan del peligro de que la producción renovable se acabe sumando a la energía de los combustibles fósiles en lugar de sustituirlos.


Si así fuera, nos encontraríamos ante un engaño mayúsculo que, con el pretexto de luchar contra la emergencia climática, habría abierto una nueva actividad industrial dando satisfacción, así, a un sistema económico que solo se imagina a sí mismo en crecimiento continuo.

Citaremos dos hechos que alimentan este temor.

El primero: el pasado año se registró el máximo histórico en el consumo de carbón. Fue el segundo año (detrás de 2021) de mayor consumo de gas natural y la recuperación económica acercó el consumo de petróleo al del año anterior a la covid-19.

El segundo: la extracción masiva de petróleo y de gas natural, a principios y mediados del siglo XX, respectivamente, no redujo el consumo de carbón, el cual no alcanzó una cierta estabilización hasta hace unos 10 años. ¿No estará ocurriendo algo parecido con la introducción de las energías eólica y fotovoltaica en el mix energético?

Evidencias de sustitución

El despliegue de las energías renovables es muy desigual entre países. De ahí que el análisis del sistema energético mundial en conjunto no resulte útil. En cambio, si nos fijamos en aquellas regiones donde su impulso es notorio, obtendremos una respuesta diáfana.

 

Tomemos como ejemplo la Unión Europea. Desde el año 2010, su consumo de combustibles fósiles no ha cesado de disminuir. El actual es unos 4 800 teravarios-hora (TWh) inferior al que se esperaría con la tendencia ascendiente previa a aquel año. En paralelo, la producción eólica y fotovoltaica han crecido en 1 600 TWh.

Ello significa que por cada TWh renovable la UE ahorra 3 TWh de combustibles fósiles. Esta relación de 3 a 1 indica que las energías renovables están sustituyendo la electricidad que producen, por ejemplo, las centrales de gas o de carbón –que gastan aproximadamente 3 unidades de energía fósil para producir una unidad de electricidad–.

La conclusión es clara: las energías renovables sustituyen efectivamente a los combustibles fósiles en la producción de electricidad. Esto es válido tanto para la UE como para un gran número de países, como Reino Unido, Brasil, Australia o China. Una muy buena noticia.

 

 

 
Una transición inaudita

Los antecedentes históricos de sustitución de una fuente de energía por otra son escasos. Los pocos que se han producido han sido por obsolescencia tecnológica o por agotamiento del recurso.

Un ejemplo del primer caso fue la desaparición durante la década de los sesenta del siglo pasado del carbón vegetal en favor de la bombona de butano. Respecto al segundo caso, podemos citar que el aceite de ballena utilizado para la iluminación se agotó hacia el año 1870 por sobreexplotación y fue reemplazado por el queroseno.

Nos hallamos, pues, al inicio de una evolución del sistema energético inaudita por su extensión, ya que aspira a dejar de lado a las fuentes de energía fósiles que sostienen la economía.

La transición también es novedosa por el motivo desencadenante, porque no responde a ninguna circunstancia relativa al descubrimiento o agotamiento de una fuente de energía, sino a la voluntad expresada por la comunidad internacional y guiada por planes nacionales y regionales con calendarios de cumplimiento y herramientas, como los mercados de carbono  que, a pesar de sus limitaciones, facilitan el cambio.

Nuevos interrogantes

La gran incógnita es si esta sustitución podrá continuar en el futuro hasta la deseada “desfosilización”. Aparte de la cuestión técnica de si será posible estabilizar la red eléctrica frente a la intermitencia de la producción solar y eólica sin combustibles fósiles, un factor clave que determinará este futuro radica en si sabremos adaptar los modos de consumir a la creciente producción de electricidad renovable.

Hasta hoy, la sustitución ha sido fácil ya que, por ejemplo, una lavadora no distingue si la electricidad es o no es renovable. La situación es muy diferente cuando el aparato o máquina no funciona con electricidad (los coches, las calefacciones de gasoil o el horno de gas de una cementera), sino quemando directamente los combustibles fósiles.

 

A medida que el grado de sustitución crezca, habrá que invertir con decisión en nuevas formas de consumir energía, prioritariamente en forma de electricidad (coche eléctrico, bomba de calor, horno de arco voltaico…).

Será otra etapa de la transición energética que solo podrá tener éxito si familias y empresas invierten en las nuevas tecnologías de consumo. Ya es hora de poner manos a la obra.


Fuente/The Conversation
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