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Novedades en el control del Cambio Climático

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La evidencia científica sobre el efecto de la quema de combustibles fósiles y la deforestación en el clima del planeta es irrefutable. El 97% de las publicaciones científicas de los últimos 20 años sobre este tema coincide en que existe una relación entre las actividades de la humanidad, el aumento de las concentraciones de contaminantes como el CO2 y la temperatura de la atmósfera. 

Pese a toda la evidencia, aún no se ha logrado actuar decididamente a nivel global para enfrentar este problema. Se requiere un compromiso internacional tal como el realizado en 1989 con el Protocolo de Montreal. Este acuerdo puso fin a la producción de los CFC y, por consiguiente, al daño generado por éstos a la capa de ozono.

Pero hay señales que demuestran que este estancamiento puede cambiar y que sí es posible un avance más decidido en los próximos años. La primera noticia importante es que países como Estados Unidos, China e India han expresado interés en un consenso internacional. El Presidente Barack Obama lanzó recientemente un plan para disminuir las emisiones en Estados Unidos, que contempla, entre otras acciones, reducir los niveles de emisión de las plantas de generación eléctrica, acelerar la introducción de energías limpias y aumentar las exigencias a los fabricantes de automóviles para producir vehículos con menor consumo de combustible .

Una de las razones que explica estas señales positivas tiene relación con el impacto que han significado los eventos extremos de clima, como huracanes, tormentas y olas de calor cada vez más fuertes y frecuentes. Uno de los últimos, y quizás de los más recordados, es el huracán Sandy que golpeó a la ciudad de Nueva York en 2012. Científicos como Kevin Trenberth, del U.S. National Center for Atmospheric Research, ven una relación entre el cambio climático y el aumento de la temperatura superficial de los océanos, lo que produce un aporte extra de humedad que incide en lluvias muy intensas y aumenta la fuerza de las tormentas. Estos episodios han servido como llamado de alerta de que hay riesgos muy grandes al no actuar con más decisión en la reducción de gases de efecto invernadero.

La segunda gran novedad en términos de cambio climático corresponde a la clara decisión de más de 30 países, agrupados en la Coalición por el Clima y el Aire Limpio, de avanzar voluntariamente -ahora- en el control de los contaminantes climáticos de vida corta. Estos corresponden a gases y/o partículas presentes en la atmósfera, y que si bien permanecen en ella menos tiempo que el CO2, en su conjunto son igualmente importantes. Algunos de estos son el carbono negro u hollín, el metano y el ozono troposférico.

Un reporte publicado a principios de año en el Journal for Geophysical Research por un equipo de 31 expertos, llegó a la conclusión de que el impacto del hollín en el clima es mucho mayor que el que se había estimado, siendo el contaminante climático más importante después del CO2.

Lo más destacable con los contaminantes de vida corta es que hay mucho que es posible hacer con la legislación vigente, que está enfocada en problemas regionales de calidad del aire, y que se puede avanzar mientras no exista el acuerdo internacional requerido para paliar el CO2. Es importante destacar que el control de estos contaminantes no sustituye la reducción del CO2, sino que la complementa, porque los beneficios de corto plazo se pueden perder en pocas décadas por el aumento del CO2. Las políticas de disminución de estos contaminantes no sólo contribuirán a la disminución del cambio climático, sino que atacarán en forma directa los problemas de contaminación atmosférica urbana, como la existente en Santiago. Para el caso específico del hollín, este es posible de combatir mediante una serie de acciones que no implican el esfuerzo que se requiere para el CO2. Por ejemplo, se puede reducir el hollín proveniente de los vehículos diésel con filtros, o evitarlo al sustituirlos por vehículos de tecnologías más avanzadas.

Frente a un escenario futuro con mayor voluntad en el control del cambio climático, los países en desarrollo deben aprovechar sus propias oportunidades para avanzar en acciones concretas, buscando los mayores co-beneficios posibles, principalmente en reducción de la contaminación atmosférica urbana y en mayor seguridad energética. Deben incorporarse las energías renovables como políticas de Estado; deben entregarse las herramientas para que países que aún no logran los niveles de desarrollo esperados lo hagan siguiendo un modelo de energías limpias; y Chile, con todo el potencial que tiene, no debe quedarse atrás en este tema.

El aumento de la generación eléctrica sobre la base de carbón va a ser cada vez más cuestionado, sobre todo ahora que las nuevas exigencias en Estados Unidos y Europa significarán el desmantelamiento de una gran cantidad de centrales a carbón dentro de los próximos seis años, sustituyéndolas por centrales a gas natural, nucleares y un mayor uso de energías renovables.

Junto con reducir las emisiones del sector de generación eléctrica, es necesario mitigar el aumento de emisiones que significa el explosivo crecimiento de las ventas de vehículos. En este sentido, países como Chile, que importan casi la totalidad del petróleo que consumen, deben poner atención en sus mercados automotrices, porque se están comercializando vehículos significativamente menos eficientes que los actualmente disponibles en países con políticas de seguridad energética, como Francia.

Está demostrado que con políticas fiscalmente neutras es posible traer mejor tecnología.
por Mario Molina
Fuente:diariolatercera
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