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¿Son los biocombustibles un juego de suma cero ?

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En el siglo XXI se puede estar seguro de algo. Estamos inmersos en un medio ambiente de plena incertidumbre para la toma de decisiones y aunque los indicadores macroeconómicos se mantengan estables, los chilenos sin ser adivinos, pueden estar seguros de algo: cada semana el precio de la bencina subirá.

Pero ese no es el único problema al que deben enfrentarse, debido a que el parque automotriz crece cada vez más, a causa de las ineficientes políticas de desincentivo del uso automóvil por el transporte público (la relación precio calidad tanto del “mejor metro de Latinoamérica” además del Transantiago). Esto, combinado con la escasez de lluvias, genera pésimas condiciones del aire, por lo que se considera de un tiempo a esta parte aplicar restricción vehicular a los automóviles catalíticos, dado que la cantidad total de automóviles que no son catalíticos, solo representa un 20% del parque automotriz chileno.

¿Entonces qué podemos hacer para mejorar nuestro índice de la calidad del aire y no morir en el intento de llenar nuestro estanque de bencina?

Se podría plantear bajar el impuesto específico a los combustibles, generar impuestos redistributivos y un sin fin de otras posibilidades desde el punto de vista económico, pero no desde el punto de vista medioambiental. Para todos no está claro que debemos velar por nuestro planeta, ya que hemos sufrido el calentamiento global durante tanto tiempo y de manera tan pausada que somos el vivo ejemplo de la rana en el estanque, complicándosenos la reacción, sobre todo si ya estamos lo suficientemente hervidos o en este caso contaminados.

¿Podrán ser los biocombustibles la respuesta a esta conjunción de problemas? Pero, ¿qué son y cuáles son sus beneficios y desventajas?

Los biocombustibles son combustibles (valga la redundancia) de origen biológico que se obtienen de manera renovable a partir de restos orgánicos. Son extraídos de la biomasa vegetal, que se forma en el proceso de la fotosíntesis, en donde la planta absorbe los rayos del sol lo que convierten en energía.

Existen diferentes tipos de biocombustibles: por ejemplo, bioetanol, biodiesel y biogás. El que más se utiliza es el bioetanol, que es posible obtener a partir de la caña de azúcar, la remolacha, el maíz, los tubérculos, las maderas y los residuos orgánicos.

El mayor beneficio que reportan los biocombustibles es la menor cantidad de emisiones de azufre por unidad de energía en comparación con los derivados del petróleo. De todas maneras, poseen otros beneficios como ser una fuente de energía renovable debido a su origen y que puede ayudar a reducir el uso intensivo de combustibles fósiles (que son los que generan emisiones de gas invernadero), generando menos partículas de CO2 y CO pudiendo reducir hasta en un 30% el humo visible de los automóviles.

Sin embargo, aunque el mismísimo Al Gore lo planteó como la solución al cambio climático, no todo es color “verde”. Debido a que este combustible debe ser “cultivado”, ocupa tierras que antes se utilizaban para cultivar alimentos, además de los alimentos ya mencionados que son necesarios para generar el biocombustible, en consecuencia distorsiona la oferta de alimentos elevando el precio de éstos.

Algunos estudiosos sobre esta materia tales como los españoles Carpintero y Estevan, desmienten el mito de que los biocombustibles son más limpios (emiten menos CO2), evidenciado que en su producción se emiten más partículas de CO2, que nos son contabilizadas. Además el agua que se ocupa para regar los cultivos tampoco se cuenta como gasto neto (se utilizan entre 18 y 20 litros de agua por cada kilo de dicho combustible), por ende el utilizar biocombustibles no ayuda a aliviar la pesada carga que le infringimos a nuestro planeta diariamente.

El problema de esta situación es que a medida que se sigan consumiendo los combustibles fósiles, la presión sobre la demanda de biocombustibles será mayor y distorsionará el precio de los alimentos, colocando en una gran disyuntiva tanto a los productores de este combustible alternativo como a los consumidores.

Espero que se dejen de utilizar predios para realizar biocombustibles, ya que no son un real aporte para aliviar la carga sobre el medio ambiente y el cambio climático, colocándonos además en un dilema moral como humanidad: ¿seguiremos jugando a que intentamos salvar el planeta o diremos de una vez que solo nos interesan la rentabilidad de la especulación y la maximización racional de nuestros intereses a corto plazo a pesar de todo?

por Diego Silva Jiménez, Magíster en Gerencia y Políticas Públicas, columnista invitado por Democracia Convivencia Activa.
Fuente:elquintopoder

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