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Paisajismo Sustentable: El jardín errante

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Mitad vergel, mitad máquina, esta esfera capta e interpreta las reacciones de las plantas según las condiciones del medioambiente y rueda de forma autónoma por la ciudad, dirigiéndose hacia zonas más saludables y menos tóxicas para esos vegetales.

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Primero fueron los coches autónomos y ahora una nueva entidad está a punto de lanzarse a los caminos: un jardín rodante que se desplaza por la ciudad conducido por las propias plantas que lleva dentro, para encontrar la parcela perfecta donde asentarse.

Así describe la revista ‘Newsweek’ a la esfera geodésica, “mitad jardín, mitad máquina” denominada ‘Hortum machina, B’ y desarrollada por el Interactive Architecture Lab (IAL), del University College London, en el Reino Unido, y a la que sus creadores califican como una nueva forma cibernética de vida.
El prototipo de jardín errante ‘Hortum machina, B’ es parte del proyecto reEarth, que busca aprovechar la inteligencia colectiva que muestran las plantas en su comportamiento, para explorar nuevas formas de interacción y cooperación biológica entre las personas y la naturaleza en el entorno urbano, según los arquitectos William Victor Camilleri y Danilo Sampaio, del IAL.

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Exoesqueleto y un símbolo ecológico

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Aunque las plantas carecen de sistema nervioso, al igual que los animales, pueden ser estimuladas por fenómenos eléctricos y químicos del medioambiente, lo que equivale a una inteligencia primitiva, según Camilleri y Sampaio, autores principales de este proyecto del IAL (www.interactivearchitecture.org) .

Los investigadores del IAL han conseguido conectar mediante electrodos y cables esa inteligencia primitiva de las plantas al sistema de control de un sistema robótico autónomo, capaz de desplazarse rodando.

El ‘Hortum machina, B’ consiste en una esfera geodésica, de tres metros de altura, inspirada en los diseños del arquitecto estadounidense Richard Buckminster Fuller, y compuesta por estructuras tubulares unidas entre sí y con el aspecto de triángulos interconectados, que “es a la vez un esqueleto externo y un símbolo ecológico”, de acuerdo a sus creadores.

Su “corazón” está formado por doce jardines alojados en módulos, cada uno con distintas especies vegetales nativas de Gran Bretaña, colocados sobre unos mecanismos llamados ‘actuadores lineales’, que posibilitan que toda la estructura se mueva, cambiando el centro de gravedad de la esfera.

“Las reacciones eléctricas que se producen colectivamente en las células de las plantas, debido a los distintos estímulos químicos y eléctricos del medioambiente, son captados por los sensores electrónicos del sistema y transformados en señales que son utilizadas para decidir la orientación y movimiento de la esfera en cada instante”, según sus creadores.

En el contexto de un futuro cercano en el que habrá coches sin conductor, vehículos voladores autónomos y otras formas de inteligencia robótica conviviendo con nosotros en nuestro entorno edificado, el Hortum machina, B podría convertirse en un jardín cibernético, un híbrido entre un ser vivo y un artefacto automático, que no sería estático sino móvil, según este proyecto.

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Plantas conectadas a un cerebro electrónico

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“Las plantas utilizan la electricidad para transmitir señales al igual que lo hacen todos los seres vivos, y nuestro objetivo consiste en aprovechar ese fenómeno llamado electrofisiología, para conseguir que sean autosuficientes, transformarlas en parte de nuestra sociedad y dotarlas de la capacidad de interactuar y caminar con nosotros”, de acuerdo a los arquitectos del IAL.

El sistema funciona mediante una serie de electrodos de contacto colocados sobre las plantas y utilizados para medir sus señales microeléctricas y cambios de voltaje, las cuales son amplificadas hasta convertirlas en mensajes legibles para un sistema electrónico llamado ‘Green Law’, que funciona como enlace con los mecanismo que mueven y orientan la esfera geodésica, indican desde IAL. Las plantas perciben las condiciones ambientales como la luz, vibraciones, la temperatura y la humedad del lugar donde están situadas, y le envían sus mensajes al ‘Green Law’ que, mediante un programa informático, calcula si ese entorno es adecuado y, en caso de que no lo sea, pone en movimiento la esfera para encontrar condiciones más favorables.

“Las plantas tienen una forma primitiva de inteligencia, consistente en que pueden percibir la luz y el sonido y pueden formar recuerdos, y al poder medir y amplificar sus respuestas al medioambiente, conseguimos desarrollar un robot conducido por esas plantas”, señala a ‘Newsweek’ Ruairi Glynn, director del IAL.

Las señales electroquímicas enviadas por las plantas permiten controlar la orientación y movilidad de la máquina, permitiendo que maniobre por si sola alrededor de la ciudad o un parque para encontrar los microclimas más adecuados, evitando los entornos que podrían ser tóxicos para las plantas, según ‘Newsweek’.

“La esfera está concebida como un vehículo o ‘ciber-jardinero’ con plantas nativas a bordo que viajará por el Londres urbano, ayudando a repoblar la ciudad con estas especies británicas al descubrir los microclimas más adecuados para ellas”, explica a Efe WilliamVictor Camilleri, coautor del proyecto.

“En el futuro -aprovechando la tecnología de un proyecto previo- este ciber-jardinero, también podría producir semillas y sembrarlas en los lugares más favorables para su crecimiento, ayudando a contrarrestar la invasión de especies foráneas”, apuntalan.

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Inteligencia vegetal en acción

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“La movilización de la esfera por las reacciones de las plantas actúa como una “provocación”, llamando la atención sobre su propia “vivencia” consistente en encontrar y construir mejores lugares para vivir y desarrollarse”, señala el arquitecto Camilleri.
Por ejemplo, cuando las plantas perciben un cambio en la luz diurna, reaccionan y lo recoge el sistema, que hace que el módulo que las contiene se desplace cargando su peso en otra parte de la esfera, y haciendo que ruede hasta salir de las sombras y situarse en un área más iluminada.

Consultado por Efe sobre cómo puede el Hortum machina, B desplazarse de forma segura sin ser un riesgo para las personas o el tráfico vehicular, Camilleri responde: “dado que es solo el primer prototipo de esta investigación, aún no está equipado con dispositivos que le confieran la capacidad de evitar colisiones”.
“Sin embargo este primer modelo dispone de un GPS que indica su localización exacta y la distancia que ha recorrido, lo que significa que puede verificarse que permanezca en áreas seguras en todo momento”, asegura este arquitecto.
De todos modos, Camilleri explica que “hacen falta unos 30 segundos para que la máquina extienda sus actuadores lineales hasta la mitad y, una vez completado este paso, la esfera necesita determinar su nueva posición, cerrar los motores innecesarios, y expandir otros nuevos, para dar el siguiente paso, lo cual da a la gente un amplio margen de tiempo para alejarse o esquivarla”.

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Fuente/efedocanalisis.com
www.chiledesarrollosustentable.cl/
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