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CRECIMIENTO, POBREZA Y DESIGUALDAD
En los últimos 60 años, un grupo importante de países en desarrollo ha logrado grandes avances en su nivel de ingreso per cápita y en la reducción de la pobreza. Sin embargo, las mejoras a la distribución del ingreso han sido mucho más tenues. Esta aparente contradicción o “falla del modelo” merece ser discutida, porque en realidad la situación no implica necesariamente un problema fundamental del modelo, sino que refleja la naturaleza de los problemas que se intenta solucionar.
Es bueno señalar que los países que han podido mantener altas tasas de crecimiento en un período prolongado son aquellos que han sido capaces de crear un ambiente más favorable al emprendimiento, al ahorro, a la acumulación de capital, al empleo y a los aumentos de productividad. Este mejor ambiente pro crecimiento sostenido fue posible gracias a las reformas en las políticas económicas y en las instituciones, especialmente las orientadas a lograr estabilidad macroeconómica y financiera, la reducción de barreras al comercio internacional de bienes, servicios y flujos de inversión, y la disminución de barreras a la operación de las empresas; todo esto dentro del marco de una economía de mercado. En paralelo, todos estos países introdujeron tempranamente políticas educacionales que permitieron aumentar, en forma generalizada, la calidad de la educación.
El crecimiento sostenido del ingreso per cápita contribuyó a reducir la pobreza y mejorar los indicadores sociales a través de la creación de empleo y la generación de recaudación tributaria para financiar un mayor gasto público, el que se orientó a mejorar las condiciones de vida de los más pobres. De hecho, estudios especializados muestran que la reducción de la pobreza se explica principalmente por el crecimiento. Así, no es de sorprender que los resultados más impresionantes en la caída de la pobreza se dan en los países que han tenido un período prolongado de alto crecimiento, como es el caso de Corea, Taiwán, Singapur y Hong Kong, y, recientemente, de China, Vietnam, India, Indonesia y Tailandia.
En cuanto a crecimiento y equidad, los casos de Brasil e India son muy interesantes de analizar. En Brasil, la administración de Fernando Henrique Cardoso (1994-2002) hizo avances importantes en reformas macroeconómicas y de eficiencia destinadas a sentar las bases para el crecimiento sostenido. Sin embargo, las últimas dos administraciones se enfocaron más en la redistribución de ingresos y, en el proceso, aunque lograron reducir la pobreza (en menor magnitud que Chile), dejaron de lado reformas de políticas fundamentales para sostener un alto crecimiento. Como resultado, en los últimos años, el crecimiento se ha reducido significativamente, disminuyendo la capacidad del país de sostener los logros previos y frustrando las expectativas de la población de seguir aumentando su bienestar.
Por su parte, en India, como muy bien lo ilustran Bhagwati y Panagariya en su reciente libro “Why Growth Matters – How Growth in India Reduced Poverty and the Lessons for Other Developing Countries”, a comienzos de los 90 se inició un proceso de importantes reformas en el área de la apertura externa y en el desmantelamiento del extenso sistema de licencias que limitaban el emprendimiento y la eficiencia. Estas reformas llevaron la tasa de crecimiento al 7,8% anual en el período 2001-2010. Sin embargo, pensando que el alto crecimiento estaba asegurado, el segundo período del gobierno del Primer Ministro Manmohan Singh puso más énfasis en acelerar la redistribución de ingresos y, en el proceso, se deterioraron las cuentas fiscales y la cuenta corriente, y se aceleró la inflación, lo que obligó a su banco central a subir agresivamente la tasa de interés. En paralelo, se pospusieron reformas fundamentales para mantener un alto crecimiento. Como resultado, el crecimiento sufrió una importante caída en los últimos dos años. Preocupado por la caída en el crecimiento, el gobierno ha dado un segundo empuje a las reformas pro crecimiento en los últimos meses, liberalizando la inversión extranjera directa en grandes tiendas y en el transporte aéreo, y rediseñando su sistema de subsidios para mejorar su focalización y reducir el costo para el Estado. Sin embargo, aún no enfrenta el gran problema de su extremadamente restrictiva legislación laboral que limita la competencia en los mercados de bienes intensivos en su abundante mano de obra.
Los casos mencionados nos deben recordar que cambios sustentables en distribución del ingreso son mucho más lentos comparados con la reducción de la pobreza. Además, la literatura especializada muestra que a nivel mundial la distribución del ingreso se ha deteriorado en los últimos 20 años. Entre los factores que habrían contribuido a este resultado destacan el progreso tecnológico intensivo en capital humano —que ha aumentado el ingreso de las personas con más capital humano relativo al resto—, los efectos del ingreso de China al mercado internacional de bienes intensivos en trabajo y la reducción del poder sindical que ha seguido al proceso de globalización. Es también importante recalcar que un trade-off entre crecimiento y equidad es solo aparente cuando se quieren acelerar los procesos. En el largo plazo, sustentabilidad del crecimiento y mejoras permanentes de la distribución del ingreso presentan muy pocas incompatibilidades. Mejoras en la calidad de la educación, inversión en capital humano e infraestructura, remoción de barreras al emprendimiento y la creación y crecimiento de empresas, etc., son medidas pro crecimiento y pro equidad.
Con esta idea del escenario mundial es bueno poner en perspectiva la experiencia chilena en estas últimas décadas. Según los datos de la Cepal, Chile fue el país de América Latina que logró la mayor caída de la pobreza entre los años 1990 y 2011. En paralelo, Chile, después de Panamá, es el país con el más alto crecimiento promedio en ese período, un 5,2% anual. Sin embargo, para seguir avanzando en la reducción de la pobreza es fundamental actuar usando políticas públicas integrales, que contribuyan a aumentar la empleabilidad de las madres y de los jóvenes con bajo nivel de capital humano. Propuestas en esta dirección aparecen en el estudio reciente de Res Pública, “95 Propuestas para un Chile Mejor”.
En cuanto a distribución del ingreso, conforme a los datos del World Development Indicators del Banco Mundial 2013, Chile también es uno de los países de América Latina que más han progresado en reducir la desigualdad del ingreso. Sin embargo, la desigualdad aún es muy alta. Para seguir avanzando en reducirla, las principales oportunidades están en mejorar la calidad de la educación preescolar, básica y media que reciben los dos quintiles más pobres de la población, y en aumentar su empleabilidad.
Actuar en políticas pro crecimiento se hace aún más urgente ahora que el entorno externo de Chile se deteriora por la desaceleración de China y las perspectivas de una política monetaria menos expansiva en EE.UU.