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Energía Undimotriz: Rauno y el poder de las Olas
Según el Foro Económico Mundial, Finlandia es el país más innovador del mundo. Ese logro se debe, en gran parte, a sus inversiones e investigaciones con energías sustentables.
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Uno de sus cerebros es Rauno Koivusaari, un buzo experto en encontrar naufragios y casado con chilena. Él creó un sistema para generar energía a través de las olas y dice que nuestro país es el mejor del mundo para implementarlo. Buceaba 13 metros bajo el mar Báltico, buscando tesoros, que es lo que había hecho desde los 14 años, pero esta vez el finlandés Rauno Koivusaari, de 29 entonces, notó algo distinto. Era el día después de una tormenta. Era 1993 y las olas, recuerda, eran largas, fluidas y lo mecían a él y a su equipo de un lado a otro cuando vio esa imagen que le quedaría dando vueltas: la puerta metálica del barco hundido al que habían llegado, se abría y se cerraba solo empujada por la energía de la corriente y las olas. El recuerdo, de hecho, también tenía un sonido: el vaivén de las bisagras, su eco oxidado que ese día, siente, intentaba decirle algo.
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-Luego subí y le pregunté a los otros tres buzos si habían visto ese movimiento -cuenta Koivusaari en su oficina en Vantaa, en las afueras de Helsinki-. Me contestaron: sí, todos lo vimos. ¿Y qué? Imaginen si pudiéramos poner una bomba ahí o algún sistema hidráulico. Tendríamos energía gratis. Pero todos me miraron y me dijeron que estaba loco. Que era un idiota.
La idea lo persiguió lo suficiente como para al menos intentarlo. Fabricó unas placas de madera contrachapada de un metro por un metro y las puso al fondo del Báltico, sujetadas con unos accesorios que emulaban a las bisagras, a una base de concreto, para ver si podía reproducir el vaivén que transformaría en energía. Pero el resultado frente al movimiento de las primeras olas no fue el que quiso: «Las placas se desprendieron del concreto, salieron a flote. Vi que necesitaba algo mejor», dice Koivusaari.
Con esas placas de madera que subían desde el fondo del mar hacia la superficie, terminó el primer intento de hacer algo distinto. Porque más tarde Rauno Koivusaari tuvo que volver a la vida que llevaba hasta entonces y que, desde una temprana edad, siempre lo empujó hacia el mar.
El Titanic
Todo empezó así: con una historia que escuchó de su abuela.
-Tenía 13 años y ella me dijo que uno de sus hermanos murió en el Titanic, como parte de la tripulación. En mi familia todos eran gente de mar. Luego de que me lo contaron, coleccioné diarios de la época que hubieran cubierto esa noticia. Con el tiempo lo amplié a noticias sobre todos los desastres marinos que aparecieran en la prensa finesa. Así llegué a armarme un gran archivo.
Lo cierto es que esa historia no era lo único que lo llevaba al agua. Los Koivusaari vivían en una base naval y desde ahí Rauno podía ver el entrenamiento de los buzos militares. Y, claro, estaban los programas de Jacques Cousteau que mostraba la televisión. Todo eso hizo que en 1978, a los 14, se sumergiera por primera vez. Ahí, dice, casi se ahoga. A esa edad también se compró su primer bote: terminó chocándolo contra las rocas y destruyó la hélice. Con más ahorros se hizo de una nueva hélice y una carta marítima. Comenzó a pescar. Eso, cree, fue lo que lo llevó a aprender los ritmos del mar. Fue la unión de esas dos cosas, las historias de barcos hundidos y esa atracción hereditaria con lo naval, lo que lo arrastró hacia la búsqueda de naufragios. Además, de que Koivusaari no buscaba un trabajo de oficina. Le gustaba, dice ahora, la idea de que, más que por un horario, su vida fuera regida por misiones en un área donde aún no existían manuales.
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-Para encontrar naufragios -dice Koivusaari- tienes que entender el mar, las tormentas y las corrientes. Conocer los hábitos antiguos de navegación. Tratar de entender qué maniobra podría haber intentado un capitán para salvar a su tripulación. O qué pudo haberlo llevado a cometer un error estúpido.
El hallazgo que lo hizo visible en Finlandia llegó en 1999, después de graduarse de primer oficial en la Escuela Marítima de su país y de cumplir su servicio militar en la Armada. Se trataba de un barco que llevaba un tesoro: el Vrow María, que naufragó en 1771 en el golfo de Finlandia.
-Se habían hecho varios intentos de llegar a esta embarcación. Tal vez más de cien. La idea me la planteó un amigo. Eso fue en 1998. Lo primero que hice fue juntar toda la información que había disponible, principalmente de archivos de Finlandia y Suecia, y estudiarla. Ahí me hice una idea de dónde podía estar. Un amigo me donó suficiente plata como para armar una expedición durante dos semanas. Armé un equipo con los mejores, porque era uno de los 10 naufragios más importantes del mundo. Lo encontramos en 15 minutos.
De Helsinki a Puerto Montt
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Rauno Koivusaari nunca se olvidó de esa puerta. Trabajaba de manera paralela para mejorar ese primer intento fallido. Pero recién en 2006 dio con una empresa que lo apoyaría a desarrollarlo: la finlandesa AW Energy. Ese año, Rauno salió del agua y fue nombrado gerente de operaciones marinas. En 2012, iniciaron las pruebas de los primeros prototipos en Portugal, porque en Finlandia no tenían un oleaje lo suficientemente potente como para probar lo que bautizarían como Waveroller.
John Liljelund, CEO de AW Energy, lo explica.
-Se trata de un gran panel que pones en el fondo marino, a una profundidad de 10 a 15 metros. El movimiento submarino de las olas hace que estos paneles se muevan de una forma oscilante, y eso genera energía in situ. Además de Portugal, tenemos en Francia e Irlanda.
Cada uno de estos paneles de acero pesa 20 toneladas y requiere de seis personas para ser instalado entre 200 y 300 metros de la orilla. Ahí pueden transformar el movimiento de las olas en 500 kilovatios de energía. Cada panel es de 10 metros de alto por 18 de ancho. Pero pueden hacerse más grandes en caso de necesitar más energía. O instalarse en grupos de tres. Todo funciona con bombas de pistones hidráulicos interiores que se encuentran dentro de una estructura hermética. Por eso, dice Liljelund, no hay riesgos para el medioambiente. Los fluidos hidráulicos pasan a un motor que pone a andar el generador de electricidad, que se conduce por cables bajo el mar: «Y Chile -agrega- tiene el mercado potencial más grande para este tipo de energía en el planeta, por su gran costa. Según nuestras mediciones, en Puerto Montt logras 1.400 megavatios por hora, con un Waveroller de 350 kilovatios».
Que este tipo de innovaciones se produzca aquí, en una zona industrial de Helsinki, no es coincidencia. Según un ranking del Foro Económico Mundial publicado este año, Finlandia es el país más innovador del mundo. Chile ocupó el lugar 33. Gran parte de esa industria concentra sus inversiones en encontrar energías verdes. Un ejemplo de eso fue la Cumbre de Energías Limpias, que se llevó a cabo en Helsinki durante septiembre.
Manejando por Vantaa, Rauno Koivusaari intenta darle una explicación a ese ranking.
-Supongo que el clima tiene que ver. Tenemos inviernos muy fríos, con noches largas. Entonces no hay mucho sol y debemos encontrar formas ingeniosas de generar energía. Y está ese concepto muy finés que es sisu: significa que no nos damos por vencidos, que somos perseverantes. Pero yo quiero irme a vivir a Chile, ¿sabes?
-¿Por qué?
Mi esposa es chilena, de Puerto Montt. Mis hijos son mitad chilenos. Dicen que quieren estar más tiempo con su tata. Pero hemos viajado montones de veces. Estuve en marzo pasado de hecho, ofreciendo el Waveroller a empresarios chilenos.
-¿Cómo te fue?
Es difícil, la gente allá es muy conservadora y es una pena. Porque Chile es el país con las mejoras olas del mundo para este tipo de tecnología. Pero creo que es una cosa de tiempo antes de que los chilenos se unan a este tipo de energía verde. Recuerda que al principio, cuando se me ocurrió esto, me dijeron que estaba loco.
Casi al final del camino, Rauno Koivusaari comenta algo más.
-En marzo podría haberme juntado con el señor (Andrónico) Luksic.
-¿Qué pasó?
Me ofrecieron reunirme con él para presentarle el Waveroller y contesté que no tenía tiempo. Después me dijeron quién era y vi que la jodí. Llevaba tres meses en Chile, tenía mi pasaje de vuelta y un ex embajador de Chile en Finlandia me informó que estaba la posibilidad de reunirme con él. Pero tenía que viajar a Antofagasta. Y yo respondí «lo siento, no tengo tiempo». No sabes cómo me arrepiento.
«Chile es el país con las mejoras olas del mundo para este tipo de tecnología. Pero creo que es una cosa de tiempo antes de que los chilenos se unan a este tipo de energía verde».
por Andrew Chernin, desde Helsinki. Fuente/diario.elmercurio/ www.chiledesarrollosustentable.cl www.facebook.com/ChiledesarrollosustentableCDS/