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“Está empeorando”: los parques nacionales de Honduras afectados por el aceite de palma

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“Casi todas las semanas aparecen nuevas plantaciones de palma aceitera en el parque. Los pequeños agricultores —algunos de ellos viven de forma legal dentro de los límites del parque— están despejando secciones de bosque cada vez más adentro, lo cual hace que sea difícil saber hasta qué punto ha empeorado el problema y, mucho menos, cómo pararlo”.

El 6 de febrero de 1995 una camioneta blanca sin identificar llegó hasta la casa de la activista ambiental Jeanette Kawas. Era una noche de lunes tranquila en el pequeño pueblo hondureño de Tela, situado en la costa caribeña al norte del país. Dos hombres se bajaron de la camioneta y consiguieron atravesar la entrada principal. Avanzaron por el lateral de la casa hasta una ventana por la que pudieron ver a Kawas sentada en la mesa de la cocina con su ayudante, Trinidad Marcial Bueno Romero, la última persona que la vio con vida. Uno de los hombres disparó a Kawas en el cuello, lo que le causó la muerte de forma instantánea, y ambos huyeron en medio de la noche.

Kawas era la fundadora y presidenta de la Fundación para la Protección de los Parques Nacionales Lancetilla, Punta Sal, Punta Izopo y Texiguat (PROLANSATE), organización dedicada a la preservación de los recursos naturales en la zona de la Bahía de Tela, lo cual sobre todo consistía en evitar que el desarrollo de plantaciones de palma aceitera destruyera bosques tropicales y manglares.

Dos días antes de su muerte, Kawas había organizado una protesta contra un plan del gobierno para vender territorios en el Parque Nacional Punta Sal, un gran parte a grandes empresas del sector de la palma aceitera. Para muchos, esos dos acontecimientos están, sin duda, conectados, y en 2009, la Corte Interamericana de derechos Humanos lo confirmó en una sentencia que hizo directamente responsable al gobierno hondureño. El tribunal descubrió que no solo no se había llevado a cabo una investigación lo suficientemente extensa tras el asesinato, sino que un coronel del ejército podría haber ayudado a planearlo.

El Parque Nacional Punta Sal pasó a llamarse Parque Nacional Jeanette Kawas, y PROLANSATE ocupa su antigua casa como oficina a tiempo completo. No obstante, los esfuerzos por controlar la deforestación que causa la palma aceitera no han ido según se planeaba. Los parques Jeanette Kawas y Punto Izopo están sufriendo exactamente el tipo de daños que Kawas advirtió hace casi 25 años, y a una escala inimaginable durante su vida.

“La situación está llegando a ser crítica”, dijo a Mongabay Jesús Márquez, director de la unidad ambiental municipal de Tela. “Es más delicada. Está empeorando. Vemos más deforestación y a nivel nacional no hay una política clara sobre cómo proceder”.

Casi todas las semanas aparecen nuevas plantaciones de palma aceitera en el parque. Los pequeños agricultores —algunos de ellos viven de forma legal dentro de los límites del parque— están despejando secciones de bosque cada vez más adentro, lo cual hace que sea difícil saber hasta qué punto ha empeorado el problema y, mucho menos, cómo pararlo.

Para 2010, el Parque Nacional Jeanette Kawas había perdido aproximadamente 40 kilómetros cuadrados frente a las plantaciones de palma aceitera, según un informe de la Escuela Agrícola Panamericana (Universidad Zamorano). Pierde unos 6 kilómetros cuadrados cada año.

A mediados de marzo de este año se habían registrado unas 1900 alertas de deforestación, según el laboratorio de Análisis y Descubrimiento Global de Tierras de la Universidad de Maryland (UMD), que utiliza satélites para detectar la pérdida de cubierta forestal. Calculando la media mensual, esa cifra representa un salto de 2018 números.

Más al este, el Parque Nacional Punta Izopo perdió más del 8 por ciento de su cubierta forestal entre 2011 y 2017, según datos de la UMD. Además, los datos muestran una pérdida de más del 4 por ciento en el Parque Nacional Cuero y Salado.

El Instituto Nacional de Conservación, Desarrollo Forestal, Áreas Protegidas y Vida Silvestre (ICF) cuenta estas áreas entre las más biodiversas de Honduras, así que a hay mucho en juego con cada árbol caído. El Parque Nacional Jeanette Kawas rodea la costa caribeña hasta una península delgada y rocosa rodeada de arrecifes de coral y zonas de cría de tortugas. Los manatíes viven en pequeñas calas. Cuatro especies de árboles de manglar llevan hasta la laguna Los Micos, hogar de 48 especies de peces, según los informes municipales de gestión del parque. Más adentro, es habitual ver monos aulladores (Alouatta palliata) y capuchinos panameños de cara blanca (Cebus imitator).

Aunque algunos defensores de la palma aceitera sostienen que algunos animales se comen el fruto de la palma, sus detractores afirman que esos animales no vivirán mucho tiempo si la palma aceitera sustituye sus hábitats naturales.


Fuente/Ecoportal
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